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"Peñarol no nació para ser el decano, nació para ser el mejor"

Julio María Sanguinetti afirma que no hay discusión sobre el decanato, que Schiaffino fue "el futbolista", Máspoli el técnico y Cataldi el presidente
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16 de noviembre de 2015 a las 05:00

Julio María Sanguinetti es presidente honorario de Peñarol y ha vivido un sinfín de vivencias como hincha, aún siendo presidente de la República. De todo eso habló con Referí.

¿Cuál es su primer recuerdo de Peñarol?

Me llevó un tío italiano al estadio en 1944 a ver a Peñarol porque retornaba Gestido. Mi papá era muy peñarolense. A veces yo me enojaba con él por su fanatismo. En esa época iba todo el mundo de sombrero y perdió más de uno que no volvió (se ríe). Mamá lo cuestionaba y le decía "es una locura lo tuyo". Uno de los partidos que más recuerdo de la Reserva en un clásico fue uno que Peñarol subió a toda la delantera de la Tercera a la misma. Y en Nacional jugaba su legendario centrojás, como se decía entonces, que era el Pato Galvalisi que era una leyenda. Peñarol ascendió a los de arriba que eran Britos, Agnesse, Martiarena, Schiaffino y Villamide y le hizo seis goles a Nacional. Fue la primera vez que el Pepe Schiaffino jugó en el Centenario y allí empezó su carrera rutilante del mejor futbolista que he visto.

De niño, ¿llegó a tener un ídolo?

El equipo de Peñarol de 1949 y 1950 eran todos nuestros ídolos, era el sueño. Ghiggia, Hohberg, Míguez, Schiaffino y Vidal es una delantera no superada. La de los años 1960 quizás fue tan buena como esa, pero la otra no la superaron en resultados. Porque la de Abbadie, Rocha, Sasía, Spencer y Joya o Silva en lugar de Sasía, era monumental. Quizá la de los '60 era más fantasiosa porque Abbadie era un artista, Rocha también, pero la de 1950 era de una eficacia demoledora, porque Ghiggia era un jugador de fantasía, el primer dribbling lo hacía siempre, corría como un avión y tiraba al arco desde la diagonal y siempre iba al arco. No tenía aquella cosa maravillosa de Abbadie, pero tenía una eficacia terrible. Hohberg tenía una potencia futbolística impresionante. Míguez era distinto, era de barrio, el último jugador de campito que jugó en las grandes divisiones. Porque era el de las moñitas, el de los taquitos, de las chilenas, el que jugaba al fútbol como en broma. A veces entraba a un clásico pelando una naranja y hacía jueguito con una cascarita como si fuera una pelota en el medio del estadio.

Pero como que era un poco resistido, ¿no?

A Schiaffino no se le entendía. Era el menos popular del equipo del 50. Eran más populares Ghiggia, Míguez, Obdulio que era el caudillo, el líder. Schiaffino era el menos popular porque no se le entendía lo que jugaba. Hace poco hablando con Morena me dijo que "todavía mi papá dice: 'Schiaffino, ah, ese que siempre que estaba donde no estaba la pelota'. El padre todavía hablaba mal de Schiaffino. La gente no entendía que era un adelantado. No se entendía a lo que jugaba. En aquel fútbol posicional, él jugaba en los diversos lugares de la cancha y jugaba muchísimo con el desmarque y con los vacíos. Sobre todo con los punteros que jugaban del lado de él, los tenía instruidos. Con el propio Obdulio a veces no se entendían mucho en la cancha porque jugaban a cosas distintas. Obdulio era el último general de los viejos tiempos y el Pepe era el primer mediocampista ofensivo y defensivo. Marcaba extraordinariamente, pero como nunca daba una patada ni un pechazo, decían que era frío. Fue un fenómeno. Era el jugador que asumía las cosas más difíciles en los momentos más difíciles. No era el modelo de la garra, del esfuerzo físico, del choque, de eso que nos gusta tanto especialmente a los peñarolenses. Después que se fue, la gente empezó a entender lo que era el fútbol moderno. Decía: "¡Ah! A esto jugaba el Pepe".

¿Estuvo en el clásico de la fuga?

Estuve, pero tengo un recuerdo borroso. Me acuerdo del lío con Walter Gómez y un escándalo que armó y un borbollón fantástico que se armó y que Nacional no salió al segundo tiempo, que hasta hoy se habla del tema.

De Nacional, ¿admiró a algún jugador?

A Nacional le envidio dos cosas: el cuadro de Iturria que tienen en la comisión directiva y el Mono Gambetta. Me hubiera gustado que fuera de Peñarol y no de Nacional porque era otro adelantado, no científico como era Schiaffino, pero jugaba como juegan hoy los laterales. Era un futbolista recio, de marca, de furia, pero esa misma furia lo llevaba hacia arriba eludiendo a gente, tiraba al arco. Era un acto de locura, de irracionalidad en esa época. Era un fenómeno, un jugador extraordinario.

¿Qué fue lo más extravagante que hizo alguna vez para ver a Peñarol?

Fue una vez que fui a San Pablo en un avión de la Fuerza Aérea. Era un DC 3 que demoraba casi 5 horas para llegar. Era interminable. Tenía unos bancos largos, algo totalmente disparatado. Algunos amigos organizaron un viaje y me colé. Jugamos en San Pablo ante Santos. A los 10 minutos perdíamos 3-0, nos pusimos 3-2 y ganaron ellos 5-4. Un partido fantástico de fútbol, de esos que habría que filmar para mostrarlos como modelo.

Cuando debutó Mazurkiewicz era una incógnita. Lo habíamos traído de Racing. Nos había costado un campeonato a tal punto que yo era socio de Racing y después de ese partido que Mazurkiewicz nos liquidó un campeonato, Marta (su esposa) lo echó al cobrador y no fui socio nunca más (se ríe).

Son episodios inolvidables y sin parangón porque esa repatriación de Morena fue algo fantástico y todo lo que significó después, el más grande goleador de nuestra historia.

¿Se define como pasional, como fanático?

Yo soy un gran aficionado al fútbol. Me gusta ver jugar a cualquier equipo que sea bueno. En la época que jugaba Manga en Nacional, iba a ver un día a Peñarol a la América y al otro a Nacional. Iba a la Ámsterdam porque me encantaba verlo en el arco porque era como un felino. Los partidos trato de entenderlos y analizarlos desde esa perspectiva, no soy ese hincha ciego que ve de todo como es en cambio mi señora que es historiadora, pero es imposible. Todas las cargas de los contrarios son offside y todas las pelotas que nos quitan son foul. Ella dice que no, pero es así.

¿Qué es lo que siente por Peñarol?

Tengo un enorme sentimiento de afecto y muy profundo de lo que es Peñarol como expresión popular. Eso me parece mágico. Esa cosa única que tiene Peñarol que es religiosa. Cuando decimos que es nuestra religión, es verdad. No soy creyente en materia religiosa, pero con Peñarol me pasa eso. Siempre estoy esperando el milagro, siempre estoy creyendo que hay algo más allá, misterioso, que no se sabe de dónde va a salir y que va a cambiar las cosas. Uno despierta sentimientos que no vienen de la razón, sino simplemente de la emoción.

Hace un tiempo dijo que prefería que Peñarol ganara una copa internacional a que Uruguay obtuviera la Copa del Mundo. ¿Sigue pensando así?

Se suele pensar que los políticos no decimos la verdad y de repente yo podría decir una frase más o menos de compromiso, es decir, mentir. ¿La verdad? No tengo dudas: entre una Copa del Mundo para Peñarol y otra para el seleccionado uruguayo, no tengo la menor duda que prefiero lo primero.

¿Qué técnicos de la historia de Peñarol destaca?

Muchos. Pero para elegir uno, elijo a Roque Máspoli. Fue un jugador excepcional, ciudadano ejemplar, pero además un técnico que veía el fútbol como nadie. No es quizás el técnico moderno de las grandes planificaciones, de los estudios estadísticos o de los análisis numéricos. Pero nadie veía como él cómo había que eludir a un lateral, por dónde había que atacar, a quién había que sacar. Tenía una extraordinaria visión del fútbol. Era fantástico.


Sanguinetti con la camiseta de Peñarol, su gran pasión
Sanguinetti con la camiseta de Peñarol, su gran pasión
Sanguinetti con la camiseta de Peñarol, su gran pasión

¿Qué dirigente recuerda por su importancia?

Turturiello, Tochetti, Alliaume, a Julio María Sosa no lo conocí pero estoy muy de acuerdo cuando dividió a la AUF. Todos grandes presidentes. En los últimos años, todos sabemos lo que fueron Güelfi, Cataldi y Damiani. Obviamente, si se trata de elegir a uno, Cataldi está por encima de todos. ¿Por qué? Porque fue el más creativo, el primero que entendió el fútbol espectáculo internacional, el que le aportó a Uruguay esa visión en la construcción de la Libertadores, la construcción de la candidatura de Havelange (primera vez que Latinoamérica logró tener un presidente de la FIFA), la construcción inverosímil del Mundialito sobre el cual se han tejido muchas fantasías que no tienen que ver con la realidad.

¿Cuáles por ejemplo?

Algunos piensan que esto fue buscado por la dictadura y fue exactamente al revés. Los militares de la época le tenían un enorme temor y aprensión y aclararon de salida a Cataldi y al presidente de la AUF que el Estado no iba a poner un peso, porque iba a terminar en un lío. Y allí apareció la figura de Berlusconi del cual yo nunca había oído hablar. Cataldi viajó, habló con él en Milán y arregló todo.

Y después vino toda aquella movida para traer a Morena.

Morena fue a Rayo Vallecano y después pasó a Valencia que lo llevó al estrellato jugando con Kempes. Había que cobrar el pase. Teníamos una letra de US$ 1 millón de Rayo y Cataldi me mandó a España a cobrar. No era tan fácil conseguir la plata. Fue un milagro, pero se cobró. Al poco tiempo me llamó Washington en verano y me dijo que tenía la idea de traer a Morena. "¿De qué me estás hablando?", le dije. "Apenas pudimos cobrar lo que nos debían y lo querés traer. ¿Con qué plata?". Y me dijo: "Vamos a armar un gran operativo popular y vamo'arriba". "Bueno, te ayudo. Vos sos el que decidís". De allí nos fuimos a lo de Beto Triunfo para armar el famoso "A Morena lo traemos todos" y se mandó ese operativo. Son episodios inolvidables y sin parangón porque esa repatriación de Morena fue algo fantástico y todo lo que significó después, el más grande goleador de nuestra historia.

Lo que es Peñarol como expresión popular. Eso me parece mágico. Esa cosa única que tiene Peñarol que es religiosa. Cuando decimos que es nuestra religión, es verdad.

Cuente cómo fue el día que le pidió la mano de Marta a su suegro y terminó en el Centenario.

Era todo muy formal. Me ennovié y le dije que quería hablar con su padre. Me dijo que estaba loco, pero le insistí. Fue en abril en Semana de Turismo. Canessa (histórico exdelegado de Peñarol) tenía una fama de peleador y de malo terrible, lo cual era producto de su carácter, porque era el tipo más bueno que podía haber. Todo el mundo le temblaba. Empezamos a hablar y le dije que quería visitar a su hija. Él me dijo: "¿De qué partido político sos?". "Soy colorado batllista de la 15?", le contesté. Él era batllista de la 14, no aplaudió pero tampoco se enojó. "Y deportivamente, ¿de qué club sos?". Le dije: "De Peñarol". Y allí me expresó: "Está todo bien". Miró la hora y añadió: "Está llegando la Vuelta Ciclista y parece que va primero uno de Peñarol, así que vamos al estadio que llega" y allí marchamos todos para el estadio.

El tema del decanato es algo nuevo. Antes no se hablaba de eso. ¿Qué reflexión le merece?

Es un fenómeno que no merece dos opiniones, indiscutible. La continuidad del CURCC y Peñarol es tan incuestionable como que están los afiches en el Museo del Fútbol y donde se quiera ver. El primer partido que jugó Peñarol dice CURCC (Peñarol), o sea que el CURCC fue siempre Peñarol y Peñarol fue siempre el CURCC. De modo que es un debate pasional y sin el menor atisbo de sustento. En todo caso, creo que Nacional organizó una disputa artificial, no es sensato todo lo que sostiene. Tampoco me apasiona el debate. Peñarol no nació para ser decano. Peñarol nació para ser el mejor. Peñarol nació para ser un equipo glorioso, no para ser el más viejo. Lo único que quiere decir decano es eso, el más viejo.

Pero hubo alegatos de Nacional al respecto.

Mi querido amigo Tarigo escribió su alegato en contra del decanato y me lo trajo. Con él congeniábamos en todo, pero en fútbol él mismo decía que era "un energúmeno". Era increíble su fanatismo. Cuando ya era hombre público, le hicieron una entrevista y contó que su hijo vino un día con una camiseta de Peñarol y le dijo: "Vas a la ventana del balcón y la prendés fuego, o nunca más comés en esta casa". Y lo tuvo tres días sin comer al hijo. Hasta que se entregó y fue y prendió fuego la camiseta de Peñarol. Un hombre tan extraordinario como era Tarigo y eso revela lo que son las pasiones del fútbol.

Leí lo que escribió y me di cuenta que no tenía el más mínimo sustento. Eran todos formalismos. Desde el punto de vista histórico y jurídico, hay 100% de razón para sostener que nosotros nacimos cuando nació el CURCC.

En tantos viajes que hizo como presidente o conferencista al exterior, ¿qué fue lo más extraño que le pasó en algún país lejano recordándole a Peñarol?

Tengo episodios increíbles. En Checoslovaquia, en los montes Tatras, en una zona primitiva, fui a una finca rural y un campesino rústico de botas de esos que se ven solo en las películas rusas, le expliqué de dónde era y me dijo: "Ghiggia y Schiaffino, el Mundial de 1950".

Yo también iba mucho a Colombia y muchos hablaban de las islas San Andrés y Providencia. Fuimos con Marta a esta última en un avión del Ejército. Por las dudas quise asegurarme el regreso, pero me dijeron que no había más lugar para la vuelta. "Lo único que le puedo dar es el nombre de dos isleños Atenor Jurado y otro Saavedra. Si usted los convence, viaja". Salí a buscarlo por toda la isla y lo encontré. Le hice el verso que tenía un compromiso para volver, que venía de Uruguay. "¿Viene de Uruguay? ¡Ah! Es la patria de Venancio Ramos. El mejor puntero del mundo. Yo soy puntero acá y trato de imitarlo. Es lo más grande que hay. Cuente conmigo, yo no viajo". Y ahí fuimos a buscar a Saavedra y este lo convenció para que no viajara y pudimos hacerlo mérito de Venancio. No hay lugar en donde Peñarol no sea conocido.

¿Por qué cree que en los últimos 15 años Peñarol ganó solo tres títulos del Uruguayo?

Son circunstancias que se han dado. Ya va a cambiar. Como los dos quinquenios que ganamos nosotros y Nacional uno. Siempre vamos a ganar más nosotros.

¿Es una utopía apostar a copas internacionales en el fútbol uruguayo?

Es bastante utópico, pero el deporte es competición. Peñarol ha construido milagros en el Uruguay más de una vez. Siempre hay que apostar a un milagro. Lo que pasa es que se cambió la mentalidad. Cuando entramos cuartos en Suiza, acá se lloró como una derrota espantosa y cuando lo hicimos en Sudáfrica, todo el mundo festejó, porque con el correr de los años se creó conciencia de lo que significa eso.


"BENGOECHEA ES UN POQUITO CONSERVADOR"

¿Qué opina de Bengoechea técnico? ¿Se puede separar al ídolo con lo que es el entrenador?t

Bengoechea como jugador fue algo extraordinario, fue el gran jugador de los clásicos, batió todos los récords en ese sentido. Diría que es un buen técnico en el sentido de que analiza muy bien el fútbol, integra bien los equipos. Si me pregunta a mí, le diría que es un poquitito más conservador de lo que me gustaría que fuera.

Y el clásico del otro día, ¿cómo lo vio?

Me hubiera gustado que hubiera arriesgado más con jugadores de velocidad, es decir, con poner a Luque y a Palacios. Pero usted sabe que somos todos técnicos. No quiero cuestionar a mi técnico. Es un tema de gustos. Él sacó su resultado y vamos primeros. De modo que no lo critiquemos.

¿Qué dice del estadio?

Al principio no me gustaba. Hoy le he empezado a tomar cariño por el esfuerzo que está haciendo el club y por cómo lo ha tomado la gente, sobre todo, los jóvenes. Yo pensaba que siendo nuestra mejor historia el Centenario, era como construir una iglesia de barrio y abandonar la catedral. Pero con el correr del tiempo, cambié. El otro día pasé por allí, vi la estructura y me emocioné.

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