Opinión > ANÁLISIS / GONZALO FERREIRA

¿Quién gana con pegarle a Lacalle Pou?

La estrategia de no contestar los golpes de sus compañeros lo fortalece y lo blinda
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27 de octubre de 2018 a las 05:02

El segundo criticó al que va primero por una frase perdida en el medio de un discurso, porque se sintió aludido. La que está tercera se puso en un rol de madre y pidió “madurez” al uno y al dos, pero a la vez también criticó al primero por su eslogan de ¿pre? campaña. El cuarto se sumó al debate y dice que los otros líderes del partido le dan “vergüenza ajena”. 

Los blancos llevan años de una paz inusitada. Acostumbrados a irse a las cuchillas de manera muy frecuente, bajo el liderazgo compartido –según el momento de tiempo que se mire–de Jorge Larrañaga y Luis Lacalle Pou, desde 2014 en adelante habían encontrado la paz. 

El lema que se lee en el escudo partidario, “La unión nos hará fuerza”, no había prendido durante años. Los enfrentamientos, como declaró alguna vez el expresidente del directorio nacionalista Alberto Volonté, fueron “feroces” en la década de 1990. Pero en los 2000 también hubo cruces fuertes entre los dirigentes.

La calma de los últimos años ahora empieza a tambalear y para ello hay algunos motivos. El más importante es la fortaleza del candidato que va primero según todas las encuestas. Luis Lacalle Pou no solamente aparece con ventaja en la intención de voto, sino también en estructura. El líder de Todos tiene el mayor aparato de dirigentes del Partido Nacional, porque ganó la interna pasada pero además porque el otro bloque se dividió. Jorge Larrañaga perdió a Verónica Alonso y muchos de los intendentes del interior del país. En ambos casos formaron candidaturas independientes. Además, Lacalle Pou logró la adhesión de otros dirigentes.

Esa coyuntura de un candidato con amplia ventaja en las encuestas y la estructura, lleva que todos los que vienen atrás –que además ahora están divididos– se vean tentados a buscar cualquier tipo de mecanismo para bajarlo.

¿Es imprescindible pegarle al primero para ganarle? Lacalle Pou demostró en la elección pasada que no. En una interna casi sin agravios logró dar vuelta una elección sobre el final y ganarle a Larrañaga.

Cinco años después la situación es diferente, no solo porque la carrera empieza al revés que lo hizo la de 2014, sino por el momento personal de los candidatos. Para Larrañaga esta será su cuarta elección como precandidato presidencial y puede verse tentado a jugar al todo o nada. En el sector de Lacalle Pou lo ven como un incentivo (y por tanto un riesgo) para que su rival vaya al ataque sin importar las consecuencias.

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El domingo 14 de octubre Lacalle Pou cerró el congreso de su sector, en el que se presentaron las bases programáticas para 2019. Allí presentó una palabra que parece marcar el tono con el que el líder nacionalista quiere encarar la campaña: “Evolucionar”. Como agazapados, esperando encontrar cualquier elemento que les permita distanciarse de Lacalle Pou, con el correr de los días los diferentes precandidatos se fueron expresando en contra de esa palabra. 

Pero además, una frase dicha al pasar por Lacalle Pou en ese discurso, le dio pie a Larrañaga para sentirse aludido y “dolorido”. El líder de Todos dijo que la situación que atraviesa el país le recuerda al año 2004, cuando el fin de ciclo de los partidos fundaciones se sentía a la vuelta de la esquina. Y afirmó, que en ese año la ciudadanía fue “sabia” al elegir un cambio. Aseguró ahora también debe ser igual de sabia.

Larrañaga, que fue el candidato que representó al Partido Nacional en las elecciones de octubre del 2004 y logró uno de los registros más altos en votos de los blancos, sintió que con esa frase se afectaba la unidad partidaria. 

Ante esa situación, Alonso declaró a canal 4 que los dos candidatos mayoritarios del partido están “haciendo chiquilinadas” y ponen en riesgo “la unidad del partido, actuando como chiquilines”. 

Sin embargo, en una entrevista con El Observador Alonso también cuestionó el discurso de Lacalle Pou. “Un compañero ha planteado que el concepto es evolucionar. Pero yo no quiero evolucionar en el problema de la corrupción, quiero cortar de plano”, dijo. Y luego agregó:  “Creo que el país necesita un cambio profundo y no es con retoques y con evolución que lo vamos a solucionar”.

Enrique Antía, otro de los precandidatos nacionalistas, también criticó a sus compañeros por las peleas públicas y dijo que le dan “vergüenza ajena”.

¿Quién gana con todo esto? En principio se podría pensar que los adversarios de los blancos. Un partido que se muestra como alternativa al oficialismo y que además en todos los discursos habla de la necesidad de construir acuerdos nacionales con otras fuerzas políticas, no logra convivir en paz en su interna Y entre los blancos, ¿gana alguien con esta situación? En la reacción de Lacalle Pou a todos estos golpes puede estar la respuesta. Tanto él como todo su entorno eligieron explícitamente el silencio. Evitaron contestar cualquiera de estas declaraciones. 

Larrañaga, que muchas veces se siente cómodo al confrontar con un rival directo, multiplica el riesgo si ese adversario lo ignora. Puede parecer dando golpes a ciegas y solo, a alguien que no entra en su juego. Y para el resto de los candidatos, mantener la estrategia de las críticas a Lacalle Pou solo puede fortalecer al golpeado. Porque el mensaje indirecto que están transmitiendo es que ellos están en una situación de debilidad y necesitan del otro para tener visibilidad.  Por tanto, en vez de utilizar su tiempo y espacio para hablar de ellos mismos y conseguir la atención de la ciudadanía por su agenda o sus propuestas, lo que hacen es darle más vida al rival. 

Y en el caso de Larrañaga no es que no tenga agenda. Porque la campaña de recolección de firmas por la seguridad demostró que puede crecer mucho con temas propios. 

Si Lacalle Pou y sus dirigentes logran evadir ese gen nacionalista que siempre los lleva a irse a las cuchillas, lograrán blindarse y hasta fortalecerse. 

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