Ricardo Peirano

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¡Quizá Piqué tenga razón!

Aunque la ley esté del lado del gobierno central español, el uso de la fuerza, aunque sea legal y proporcionado, no es una solución
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08 de octubre de 2017 a las 05:00

Los acontecimientos ocurridos en Cataluña en los últimos días y la reacción del primer ministro Rajoy y del rey Felipe VI y de Carles Puigdemont mantienen a España y a Europa en vilo. Repasemos: a) el referéndum ilegal convocado por las autoridades de la Generalitat para el pasado domingo 1° de octubre, violando no solo la Constitución española de 1978 sino también el Estatut de autonomía catalán; b) las medidas adoptadas por el gobierno de Mariano Rajoy para impedirlo en los días previos, incluyendo el mismo domingo el uso de la fuerza contra votantes que pretendían simplemente depositar su voto –algo que en términos de imagen nacional e internacional tuvo un alto costo para el gobierno español–; c) la huelga general convocada por el gobierno catalán para el martes 3 que afectó a toda la región; d) el nada habitual e inusualmente duro discurso del rey Felipe a la noche de ese mismo martes, respaldando enfáticamente al gobierno central, a la Constitución y a la unidad de España al costo que fuere para la aplicación de la ley vigente, y criticando severamente a los sectores independentistas. Y, por último, la respuesta de Carles Puigdemont, president de la Generalitat, en la que criticó al rey, y en la que, sin cerrar puertas a una negociación, dio la sensación de que el lunes 9 se puede dar comienzo al proceso de declaración unilateral de independencia. En resumen, buques en curso de colisión y aunque la ley esté del lado del gobierno central, después de lo ocurrido el domingo 1°, ya se ve que el uso de la fuerza, aunque sea legal y proporcionado (que no lo fue), no es una solución. Y tampoco parece que sea solución apelar al artículo 155 de la Constitución que permite al gobierno central intervenir una comunidad autónoma y desplazar a sus autoridades naturales. Porque la resistencia pasiva puede ser el peor escollo que encuentre Rajoy y todo termine saltando por los aires, con grave costo para España, para Cataluña y para el resto de Europa, donde hay muchos focos nacionalistas aparte del escocés. Si hoy Cataluña se va de España, mañana el norte de Italia puede abandonar la península y pasado Baviera puede abandonar Alemania.

Todas aquellas regiones de alto poderío económico y sentimiento independiente pueden verse tentados a dar ese paso. Paso que, además, en lo económico puede ser ruinoso para la parte que se va y para la que se queda. Porque en estos movimientos nacionalistas prima más lo emocional que lo racional y nadie piensa qué va a pasar "el día después". Y los que piensan, son los que no recomiendan dar estos pasos. En cambio, los que impulsan la salida, dicen que "el día después" no tiene importancia porque lo económico no puede primar sobre los valores y principios. Y, además, tienden a minimizar los costos económicos y nadie los explica bien, en caso de tenerlos claros, algo que tampoco suele ocurrir entre los que impulsan la salida.

Por tanto, cuando una parte no razona y además alberga desde la extrema izquierda hasta los partidarios de la economía de mercado, y de otra todo se fía en hacer cumplir la ley sin más y se niega a dialogar, la solución no parece fácil. Pero es preciso buscarla y buscarla a través del diálogo. Porque la solución al problema debe hacerse dentro de la Constitución o, incluso, modificando la Constitución.

Porque además de los "derechos" de los separatistas están los de los "no separatistas", que en todas las encuestas y en los referéndum de 2015 (meramente consultivo) y en el de 2017 (vinculante) son mayoría del censo electoral catalán. Es decir, no hay una mayoría de votos clara para una decisión de tanta trascendencia y que no tiene marcha atrás.

Quizá un par de frases de Gerard Piqué, jugador del Barcelona y de la selección española desde hace mucho tiempo y símbolo del catalanismo, nos expliquen mejor que nadie lo que está en juego. En noviembre de 2014, Piqué dijo: "Yo estoy a favor de la consulta, no de la independencia, que el pueblo se exprese es algo democrático. No estaría en la selección si no lo sintiera". En febrero de 2016, volvió a señalar: "Yo soy español, mi mujer es mitad libanesa y mitad colombiana, mis hijos son catalanes, españoles, libaneses y colombianos". Y hace pocos días, añadió: "La independencia ha ido a más en los últimos años. Yo sinceramente pienso que en principio hará más débiles a Cataluña y España. Todo lo que sea separar debilitará a las dos tierras".

Bastante razón lleva quien ha sido insultado por fanáticos en muchos estadios de España. Una decisión de la que todos sufrirán debe surgir de un acuerdo global y legal: para tener derecho a irse, los primeros deben ser mayoría constante a lo largo de un cierto tiempo. Si eso fuera así, el gobierno español deberá abrir una etapa de negociación y eventualmente de reforma constitucional, donde tendrán que opinar todos: catalanes por la independencia, catalanes por quedarse y no catalanes.

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