Eduardo Espina

Eduardo Espina

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A raíz de una columna

La dificultad de discutir con argumentos en un país partido a la mitad
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17 de julio de 2017 a las 04:00
La columna del jueves pasado, "Mirar para otro lado", ha generado una cantidad de comentarios que dejan desconcertado al sentido común, pues ninguno de ellos refiere con contra argumentos al asunto de fondo de mi opinión, como fue la insensibilidad exhibida en la forma de contextualizar un suceso policial. Queda en evidencia que hoy en día en Uruguay, partido a la mitad por una peligrosa ideologización en aumento, es difícil discutir con argumentos.

En su lugar, prevalece el consenso o disenso por clic, esto es, estar a favor o en contra de la opinión del otro sin siquiera leer con detención o cuidado lo que el otro ha dicho. Así, tal como decía un querido profesor, es imposible discutir. ¿Será solo consecuencia de la sobre-ideologización o también impera la lógica totalitaria impuesta por las redes sociales, según la cual, y su mecanicismo autómata, se responde a base de espasmos de rechazo o aceptación según sea? Vivimos entre la cultura del ataque o de la celebración, sin muy poco fundamentado de por medio para poner en práctica. Más allá de las discrepancias políticas que puedan existir –y enfatizo en la ambigüedad que da el subjuntivo, nuestro gran tiempo verbal– no tengo una opinión definitiva sobre Jorge Vázquez, por lo que mi comentario no estaba dirigido a su persona, sino a las palabras específicas emitidas por él.

Sin embargo, ninguno de los comentarios publicados hizo alusión a ese único contenido de fondo de mi nota y todo no fue más que irse por la tangente, celebrando o defenestrando a Vázquez, y por consiguiente, también al columnista. La suma de lo leído en respuesta, pues, no es un buen síntoma de la situación anímica y política del Uruguay actual, que parece atravesar un oscuro túnel caracterizado por el maniqueísmo, a partir del cual la realidad solo puede ser en blanco o en negro, y ni siquiera la versión de "entre medio" que pueda traer un columnista se salva de la miopía monocromática. Por otra parte, resulta un poco complaciente, por no decir exaltador de la peor indiferencia, afirmar, como en los tiempos que Luis Cubilla dirigía a la selección uruguaya, "es lo que tenemos". Si esto y así, es lo que tenemos, entonces no podemos decir que estamos bien.

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