Para muchos adultos fue duro tener que limitar su interacción social al terreno virtual. Los niños no entendieron por qué, de golpe, no pudieron juntarse a jugar con amigos o ir a la escuela. También hubo ancianos que se sintieron muy solos. Mientras tanto, toda una generación estaba mejor armada. Porque mientras la llegada del coronavirus obligó a casi todos a aferrarse a las pantallas para paliar el aislamiento, los adolescentes ya estaban ahí.