Querido lector: ¿alguna vez intentaste mantener una conversación mientras cortabas el pasto con una máquina a nafta? En esas circunstancias se pueden producir diálogos del siguiente tipo:
- ¡DESENCHUFÁ LA TOSTADORA!
- ¿QUÉÉÉÉ?
- ¿ME PEDISTE QUE ENCHUFE UNA AMOLADORA?
- ¿TENÉS HAMBRE?
- ¿QUÉÉÉÉ?
- ¿ME PREGUNTASTE SI TENGO ALAMBRE?
El maestro Ricardo Espalter se hubiese hecho un picnic con el delirio de los diálogos inconexos. Muchos lingüistas sostienen que la palabra “ruido” tiene una etimología interesante, ya que proviene del latín ‘rugitus’, que a su vez deriva del verbo ‘rugire’, que significa rugir o bramar. En síntesis, rugitus se utilizaba para describir el rugido de los animales salvajes como leones o tigres. Los hombres en la Antigüedad le escapaban al ruido como una cuestión de supervivencia. ¡Estaba claro! Desde chico si escuchabas un ruido, corrías para no morir.
El ruido enferma, y puede hacerlo lentamente (a lo gota china) o puede volverte loco en pocas horas, como ocurrió con el dictador Manuel Noriega, quien en 1989 se rindió luego de que la CIA lo bañara durante tres días con música heavy metal desde parlantes colocados alrededor de su residencia. En vez de “tirarle con balas” le tiraron con “ruido” ¡Se rindió rápido el panameño! Un cristiano se banca un calibre 45, pero tres días de Marilyn Manson te la regalo…Vayamos al grano, perdón por el ruido. Yo cruzo el Río de la Plata y los veo a ustedes, vecinos uruguayos, conversando, charlando e intercambiando ideas con el nivel de tranquilidad comparable al que otorga una siesta en Durazno.
Vuelvo a mi país y el ruido, los gritos, y los tonos de las conversaciones son de categoría psicótica, ya ni siquiera neurótica (como lo están los más o menos sanos, según Freud). En Argentina todos gritamos y a todos nos gritan: somos el personaje de Edvard Munch en ‘El grito’. El grito es una pintura expresionista creada en 1893 (hágame caso y búsquela en Google). Se cree que la obra representa la experiencia personal de Munch con la ansiedad y la desesperación.
Asimismo, parece que ese humano tapándose las orejas es un hombre angustiado existencialmente, harto del ruido y de la alienación en la sociedad moderna. Mire: en mi país la grieta es ruidosa (no se coman el verso de que es silenciosa), hace estragos, rompe teorías y les quema los libros a los que pensaron filosóficamente la comunicación.
Me despido con dos ejemplos, uno de corte lingüístico y otro de tipo epistemológico:
Ferdinand de Saussure fue un lingüista suizo conocido por sostener que el lenguaje es un sistema de signos que desempeña un papel central en la construcción de los significados y, por supuesto, en la formación de la cultura de un pueblo. Distinguió lo que llamamos ‘significante’ del ‘significado’.
Significante es la parte material del signo lingüístico. Por ejemplo, la palabra ‘manzana’. El significado es la parte conceptual o abstracta que nos permite incluir en una definición general la manzana que tengo en mi mano y todas las demás manzanas. Pero si yo te digo “Alcánzame una manzana” y vos me alcanzás un mate con yerba Baldo evidentemente hay un ruido comunicacional entre nosotros, alguno de los dos bautizó nuevos significantes: o vos llamás ‘mate’ a la manzana o yo llamo a la manzana ‘mate’. Así no hay comunicación posible, y si esto lo llevamos a cuestiones de vida o muerte, el resultado es catastrófico. ¡No hay sociedad posible! POBRE ARGENTINA.
Thomas Kuhn fue un epistemólogo e historiador de la ciencia norteamericano, que en la segunda mitad del siglo XX revolucionó el mundo del pensamiento con la publicación de ‘La Estructura de las Revoluciones Científicas’ (1962). Allí Kuhn argumentó que la comunicación entre científicos que defienden teorías antiguas y los que adoptan las nuevas teorías puede verse seriamente obstaculizada debido a lo que él llamó “inconmensurabilidad”. La diferencia en la definición del término “masa” entre Newton y Einstein ilustra este concepto. Newton entendía la masa como una magnitud que es invariante con respecto a la velocidad, mientras que Einstein suponía que la masa es una magnitud que sí varía en función de la velocidad.
En resumen, ¡se trata de definiciones incompatibles! Saussure hubiera dicho que ambas teorías usan el mismo significante (“masa”), pero sus significados son totalmente distintos. Por eso, según Kuhn, los científicos que trabajaran en paradigmas rivales mantendrían entre sí “diálogos de sordos”. Esta inconmensurabilidad lingüística puede verse como una forma de “ruido conceptual” y ese ruido está permanentemente presente en las discusiones políticas que se dan en mi país: los adversarios en los debates dicen hablar de “Patria”, “soberanía”, “pueblo” o lo que fuere, pero no entienden del mismo modo los significados de esas palabras. ¿Cuál es el resultado? La falta de una auténtica comunicación y de un diálogo democrático enriquecedor. POBRE ARGENTINA.
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