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Asaltos al poder

Si la educación privada es tan ejemplar que la izquierda quiere imitarla desde el Estado, habría que abaratarla para que deje de ser elitista, y no ubicarla en la vereda de enfrente de la pública
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05 de agosto de 2019 a las 05:04

Las “internas” nos mostraron un rejuvenecimiento de la clase dirigente del país en los tres partidos. En un artículo pasado, “Por qué gana el Frente”, dije que la ideología es la que manda, y en ese aspecto me parece que el Frente es más fuerte; que los partidos de la oposición tienen un pensamiento más débil, aunque incluya propuestas de política fiscal, comercio internacional, educación, seguridad. La oposición propone soluciones –algo nada menor en este momento de problemas–, pero no llega a ofrecer un pensamiento que “encante” por su idealismo y la transformación del país que se anhela. 

El cerno ideológico de la extrema izquierda del Frente se sacudió estos días cuando Daniel Martínez habló sobre la URSS: “Fue una vergüenza y todavía estamos pagando los horrores que hizo la URSS, porque el campo progresista terminó identificándose con una experiencia lamentable”. Hace rato que el Frente nos debía una opinión de este tenor sobre la URSS, porque a 30 años de su caída, los resultados de siete décadas de régimen están a la vista: tiranía, persecución, pobreza y millones de muertos. Y todavía no se sabe todo. Las declaraciones de Juan Castillo revelan que esa materia sigue pendiente: “Habría que reconocerle a la URSS su aporte a la coexistencia pacífica de millones de seres humanos”. También está pendiente hacer justicia al pueblo ruso al que muchas veces se ha identificado con el régimen soviético, cuando ya lleva décadas de esfuerzo por liberarse de él. Rusia, aún con un gobierno autoritario, es una nación con claros avances, por ejemplo, en su apertura a la libertad religiosa. Esta declaración de Martínez es bienvenida.

En el campo colorado, Talvi había declarado hace tiempo: “Sí, somos progresistas y también somos liberales. ¡Que lo escuche todo el mundo. Somos liberales!” Pues bien, tiene una propuesta educativa que ha denominado “la reforma vareliana del siglo XXI” que no condice con su talante liberal. Su proyecto educativo se basa en la construcción de 136 liceos públicos “modelo” en las zonas más vulnerables del país. Nos dice: Así vamos a empezar a combatir la marginalidad y toda la secuencia de drogas y delitos que hay detrás, porque no hay marginalidad y violencia que puedan contra la educación. Queremos un país donde la enseñanza pública no tenga nada que envidiar a la privada. Entonces se trata de un proyecto de educación estatal, cuyo modelo es la educación privada que –si es tan ejemplar como afirma– habría que abaratarla para que deje de ser elitista, y no ubicarla en la vereda de enfrente de la pública. El proyecto crea un sistema paralelo: habrá dos sistemas estatales, en lugar de uno. Pero el propuesto no ofrece cambios respecto al actual. Se moderniza, es verdad, se hace más eficiente, pero se mantienen ausentes, tanto la religión libre como la filosofía de todas las épocas. Con matemáticas, informática e inglés, no se crea humanidad. Lo mismo propuso José Pedro Varela pero en un momento en que se pensaba que la instrucción era el camino seguro “a la mayor felicidad y al mayor bien posibles”. Talvi también piensa que la instrucción traerá inevitablemente la liberación de las lacras humanas. Es un pensamiento anticuado e ideológico. Hoy sabemos que sin valores humanísticos no hay tal felicidad. Talvi nos ofrece un sistema estatal y laico: por eso no encanta. No significa un avance de fondo, aunque todo proyecto de mejorar lo que hay sea bienvenido. 

En el campo “blanco” encuentro una propuesta con cierta novedad en el proyectado Mides de Lacalle. Pablo Bartol hacía estas declaraciones: “Encuentro organizaciones sociales que están trabajando muy bien, con las que me estoy reuniendo. Coincidimos en muchas cosas. Hay algo que ya he dicho y que sé que provoca un poco de molestia en algunos: creo que los problemas se resuelven desde el llano, con la gente que tiene el problema, y que el técnico que viene de afuera podrá tener mucho conocimiento, pero no está en el contexto del problema y que por eso tiene poca capacidad de convencimiento entre esas personas. Querer ser siempre la locomotora que arrastra vagones es paternalismo. Hay organizaciones que trabajan con la gente, y que junto con la gente van encontrando soluciones. Me voy a apoyar mucho en esa gente. Hemos hablado mucho de trabajar con los referentes barriales”. Al menos no se habla “del pobre” y del “pueblo”, conceptos tan abstractos como inútiles. Hoy padecemos una saturación de esos términos. En las palabras de Bartol parece como si el horizonte fuera el “bien de la persona”, que es lo que efectivamente existe. Aquí veo una novedad y un cambio ideológico respecto a lo actual. 

Si tuviera que retroceder, volvería a escribir el artículo que cité al principio, porque creo que los “asaltos al poder” que hace la oposición todavía no son suficientes, pero obviamente no está dicha la última palabra. 

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