El economista defendió una congelación de tarifas por los próximos seis meses

Economía y Empresas > Entrevista a Kenneth Coates

Asesor de Manini: "A nadie le gusta que caiga en 5% o 10% en términos reales su nivel de vida"

El economista Kenneth Coates dijo que ante situaciones excepcionales deben tomarse medidas excepcionales para controlar los precios con una "cirugía mayor"
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28 de marzo de 2022 a las 05:04

Por Juan Andrés Sainz 

Es doctor en Economía por la Universidad de Stanford, trabajó en el FMI, se destacó en el Banco Mundial y actualmente es profesor de la Universidad de Montevideo. Para el discreto asesor económico de Guido Manini Ríos, Kenneth Coates, en situaciones excepcionales hay que recurrir a medidas excepcionales: el aumento de los precios en productos básicos para las familias lleva a volver a poner sobre la mesa un rol del Estado más presente. Coates recuerda bien los locales de Subsistencias de cuando era niño que permitían acceder a productos básicos por buenos precios, propone congelar las tarifas públicas un semestre y no descarta un Estado que importe, por ejemplo, medicamentos a precios baratos. Para el economista, el gran desafío del Uruguay es repensar el país para que la gente vuelva a mirar al campo. A continuación, un resumen de la entrevista que concedió a El Observador.

¿Qué tipo de vínculo tiene con Cabildo Abierto? ¿Asesora a Manini en temas económicos o solamente opina en el semanario La Mañana?

Tengo un compromiso de enviar artículos cada dos semanas a La Mañana. Pero empecé con esto hace un par de años y en el ínterin sí, el senador (Guido) Manini me ha consultado en alguna ocasión sobre temas que estén yendo al Senado o algún proyecto de ley. Así que lo asesoro a él, pero mi principal vínculo es en la preparación de artículos para el semanario.

¿En qué se identifica con Cabildo Abierto?

Es difícil porque no es un partido con una ideología nítida, es más un bien un movimiento de gente que piensa igual en algunos aspectos del país. Me parece que hay como un sentimiento de que la gran clase media se está llevando la peor parte y que nadie se preocupa demasiado de sus intereses. Lo que nos mueve es un deseo de que los enormes atributos que tiene Uruguay no vayan desapareciendo en el tiempo. Lo digo porque yo pasé mucho tiempo fuera del Uruguay, he viajado mucho por el mundo y por algo estoy aquí de vuelta. No es solo por tener la camiseta celeste puesta sino que, objetivamente, siento que el país es una pequeña joyita, que de alguna forma hay que conservar y hacer progresar. No hay que caernos en esa masificación mediocrizante del igualitarismo ni tampoco esa canonización laica del consumo y el individualismo. Tenemos que seguir con ese camino medio que son los valores propios de la mayoría de los uruguayos. Alguien que enuncie esos sentimientos va a encontrar un respaldo entre la población. Tenemos que tratar de comunicar esa idea para que no haya marcha atrás en el sentido que no perdamos lo que hemos logrado. No sé si estoy expresando solo un sentimiento propio, pero supongo que hay mucha gente —no solo en Cabildo sino en todo el Uruguay— que piensa así, que realmente tenemos algo para dar y que quizás pasamos demasiado tiempo peleándonos en cosas ya muy del pasado, que lo único que hacen es entorpecer los futuros caminos del país.

En la última edición de La Mañana defendió los controles de precios para enfrentar aumentos puntuales. ¿Cómo ve la inflación ahora y por qué piensa que los controles de precios pueden ser una buena idea? El promedio de los analistas suele verlo con recelo por considerar que tiene un impacto acotado.

Obviamente nadie quiere vivir con controles de precios toda la vida, así no funcionan los mercados. A los mercados hay que darles flexibilidad para que los precios sean un método de emitir señales: si el precio está muy alto cae la demanda y sube la oferta, y viceversa si el precio está muy bajo. O sea, los precios tienen obviamente una función clave en la economía. El tema es que cuando llega una situación de inflación fuerte ese mecanismo de señalamiento comienza a perder efectividad porque la gente empieza a ajustar precios en función del futuro y sus expectativas no son siempre uniformes; algunos hacen un pequeño ajuste y otros un gran ajuste. Entonces el contenido de señal se va perdiendo. La inflación acá en los últimos 15 o 20 años estuvo con un piso de 6% y un techo de 10%, porque todos los años el Estado tiene que imprimir dinero para cubrir una parte del déficit que obedece a la estructura del Uruguay. No es una carta de presentación prolija para la comunidad de economías internacionales pero tampoco es un desastre, es una cifra con la cual se puede vivir. Obviamente sería mejor bajarla, pero en vez de bajar nosotros el resto del mundo ha subido a nuestro nivel. Ahora la inflación de EEUU está en 8% y hace un año estaba en 2%. Mundialmente no estamos desentonados. Pero sí lo que va a pasar ahora es que a esa inflación estructural de origen monetario se le agrega una inflación importada fuerte por todos los líos en el resto del mundo: la guerra entre Rusia y Ucrania, todas las secuelas de la pandemia, hacen que las cadenas de valor han aumentado los precios. Ahora, ¿eso qué impacto tiene? Supongamos que pasamos la barrera del 10% —probablemente con las cifras de marzo pasemos el 9%—. Bueno, primero los hogares van a perder poder adquisitivo y obviamente el nivel de vida va a sufrir. Quizás no sean cifras espectaculares pero a nadie le gusta que caiga en 5% o 10% en términos reales su nivel de vida. En segundo lugar, pasamos al tema de la calificación de riesgo de Uruguay como deudor en los mercados financieros.

¿Y qué puede pasar si superamos ese umbral de dos dígitos? 

Generalmente ya el umbral de los dos dígitos es un umbral donde las calificadoras empiezan a mirar con más detalle… se empiezan a prender luces amarillas, no quiere decir que sea el fin del mundo pero pueden poner un signo negativo a la nota que tienen. Entonces, queremos evitar eso, es muy importante. También hay que fijarse que si están subiendo todos los precios en Uruguay a un ritmo fuerte pero el dólar sigue planchado —como ha estado básicamente en los últimos tiempos— eso da pérdida de competitividad, el “costo Uruguay” se eleva en dólares lo cual es siempre un tema importante. Hay otro elemento en el contexto interno: una cantidad de cláusulas de indexación salarial se disparan pasando el umbral de dos dígitos, entonces van a hacer ajustes casi automáticos donde el gobierno no tiene margen de maniobra. Cuando eso empieza a funcionar siempre es un empujón fuerte a la inflación. Por eso es tan importante tratar de mantenernos dentro de los carriles actuales y no pasar ese 10%. Esos son los problemas que yo veo básicamente con esto.

Para el asesor económico de Guido Manini Ríos, Kenneth Coates, en situaciones excepcionales hay que recurrir a medidas excepcionales.

Parece ser un problema global...
Ahora, en Europa, donde han pegado fuerte los precios de la energía, inmediatamente los gobiernos empezaron a tomar medidas para tratar de amortiguar el impacto de esa subida de precios. Primero de todo con transferencias de dinero para que los segmentos de bajos ingresos puedan pagar las cuentas de luz. Otra cosa también es quitarle IVA a la factura de luz. En algunos países como en Italia el gobierno está cobrando un impuesto a las ganancias extraordinarias de las empresas energéticas, que obviamente ganan porque su margen crece por el aumento del costo. O sea que en Europa tienen bastantes formas de llegar al tema ¿no? Porque tienen el sector privado metido como entre gobierno y los usuarios. Acá es todo gobierno, es simplemente una decisión en cuanto a los entes autónomos si ajustar la tarifa por un tiempo o dejarla estática y una de las cosas que he pensado es en un lapso de un semestre sin aumento de tarifas porque la inflación importada suele ser más transitoria. El barril de petróleo estaba en US$ 60 hace dos años; ahora está en US$ 120 o creo que US$ 112. No sabemos dónde va a estar dentro de 180 días, pero justamente esta inflación importada suele ser mas volátil, entonces hay que tratar de ver qué tanto lo es para decidir qué tipo de medida tomar: si dentro de 180 días vemos que no ha bajado el precio del petróleo, entonces ya sabemos que estamos en una "nueva normalidad" por así llamarla, pero si en 180 días bajó de vuelta sabemos que ya pasó el susto y podemos desmantelar las medidas que se han ido tomando. Entonces es muy importante esto del plazo ¿no? Ahora por ejemplo, hicieron lo del asado, de sacarle el IVA por un mes… me pareció un poco corto, pero bueno, veremos en un mes que ha pasado con el precio de la carne.

De hecho le iba a preguntar si le pareció acertada la medida de rebajar el IVA al asado y buscar acuerdos de precios con otros cortes de carne con hueso.

Están hablando de hacerlo con aguja, falda y carne picada, me parece que está bien: el asado por kilo es el menos eficiente porque uno saca la grasa y el hueso y queda muy poca carne, habría que incluir otros cortes. Yo estaría de acuerdo en extenderlo, no solo a otros cortes sino en el tiempo. Por una duración de quizás tres meses en el caso de los alimentos que son más volátiles todavía que los energéticos. Por un lado es eso, hay que tratar de proteger a la economía familiar, no obligar a una caída del nivel de vida. Si en seis meses vemos que todavía la inflación está fuerte, ahí ya hay que hacer cirugía mayor. Por el momento creo que hay que dar un poquito de tiempo para que el panorama se aclare.

¿Qué significa hacer “cirugía mayor”?

Bueno, habría que reconocer entonces que va a haber una pérdida de estándares de vida y de poder adquisitivo en algunos sectores de la población. Entonces, ¿cómo enfocar eso?. Uno no puede elevar el nivel de vida por decreto, va a haber que buscar formas de crear nuevas actividades, más empleo. Hay programas del Mides pero hay que ver hasta qué punto pueden ampliarse. Es complejo porque, como dijimos al principio, el elemento fiscal es quizás la madre de todo el problema inflacionario que tiene el país. Si tratamos de solucionar eso gastando más por tiempo indefinido hacia el futuro lo que hacemos es complicar más el tema fiscal y distanciarnos de una posible solución de la inflación estructural. Entonces, uno puede tomar medidas por tiempo definido, pero para entrar en medidas así, abiertas, indefinidas en el tiempo, hay que tener mucho más claro cuál va a ser el panorama.

Desde Cabildo Abierto, Domenech y Manini propusieron medidas más a fondo aún y pidieron que el equipo económico no se cierre a ninguna posibilidad, incluyendo que el Estado importe y distribuya alimentos, poner precios máximos a productos básicos, implementar un IVA personalizado, entre otras. Incluso Domenech reivindicó herramientas como la ley de subsistencias y la Coprin. ¿Qué piensa usted de todo esto?

Pues son instrumentos que algunas veces son útiles. Ojalá nunca se tengan que usar, pero como dicen en "situaciones excepcionales" quizás haya que recurrir a "medidas excepcionales". Subsistencias creo que fue algo muy positivo, aun antes que Coprin y la congelación de precios y salarios. Cuando yo era niño me acuerdo que habían locales de subsistencias en todo Montevideo donde la gente compraba productos de la canasta familiar de primera necesidad a precios inferiores a los que estaban en los almacenes. En muchos casos sí, importando a un precio menor para poder darle a la población. Yo creo, por ejemplo, que en los medicamentos hay muchos que podrían importarse a un precio bastante inferior al de plaza y para mucha gente esto podría ser una gran ayuda. No hay que pensar en medidas al barrer, hay que ser muy específico. Tenemos poca munición, entonces hay que usarla bien. Pero pienso que Subsistencias es un instrumento que hay que tener al alcance de la mano por si hace falta. Ojalá la situación no llegue al punto donde el Estado tenga que intervenir directamente en el mercado mediante compras y ventas, pero no hay que descartar la posibilidad.

Existe una tendencia a ir rumbo a un régimen de tributación global. ¿Considera que debería revisarse el régimen de promoción de inversiones en nuestro país?

Yo creo que eso va a pasar ineludiblemente, son normativas que va a presionar la OCDE para que las vayan adoptando todos los países del mundo. Va a ser muy difícil evitar algún tipo de cambio en la normativa existente para afinarla y armonizarla con lo que se está promoviendo en cuanto a un impuesto mínimo corporativo. Pero pienso que es algo que hay que tomarlo con pausa y no querer ser los primeros en clase en lograrlo. Hay que analizar muy bien cómo y cuándo hacerlo.

¿Comparte la visión de su partido de que en los 15 años del Frente Amplio se concentró el poder económico en Uruguay?

No creo que deba ser un tema de opinión, es un tema de análisis y ver si es cierto o no que se haya concentrado en algunos sectores. Por ejemplo, es notorio que las farmacias familiares han ido perdiendo terreno frente a las cadenas de farmacias. También el viejo almacén de la esquina ha ido cediendo mucho terreno a las grandes superficies. O sea que yo creo que ahí no es un tema de opinión, el análisis muestra claramente que está sucediendo. Quizás en otros no: han llegado al Uruguay las panificadoras importantes pero sigue habiendo panaderías en cada barrio, gracias a Dios. También hay fábricas de pastas en cada barrio, y todavía tenemos esa identidad y esas cosas lindas de tener variedad y opciones en muchos mercados. Pero sí, yo creo que en mercados muy importantes ha habido una concentración y el problema es que eso da poder de fijar precios, porque cuando hay pocos protagonistas tienden a actuar en forma coordinada. Es como tener un monopolista, salvo que está dividido en tres o cuatro empresas.  

¿Cuáles cree que son los próximos desafíos más importantes para la economía uruguaya?

Primero tratar de recuperarnos de la actual situación en cuanto a impacto, tanto de la pandemia como de la guerra en Europa y también tratar de solucionar nuestro tema inflacionario. Pero eso es pensando que va a haber un regreso a la normalidad de antes de la pandemia y no hay nada que nos garantice que el mundo vaya a moverse en esa dirección, puede ir para un lado totalmente imprevisto. Yo pienso que Uruguay tiene que tener siempre canales abiertos de comercio, el país vive del comercio internacional. Pienso que obviamente nuestra ventaja comparativa está en el sector agropecuario, hay mucho para hacer ahí todavía, quizás con más liderazgo y participación del Estado en señalar sectores que puedan tener apoyo. Y buscar nuevas actividades dentro del agro con que podamos identificar nichos de mercado donde hacernos fuertes. Tenemos que buscar volumen y diversificarnos cada vez más. Tenemos un problema grande que no hemos superado aun que es el costo de fabricar en el país. Fuera de las actividades agropecuarias, que hoy se benefician del ciclo de precios muy favorables, hay pocas otras actividades en el Uruguay que sean rentables internacionalmente y ese es un tema que tenemos en el tintero. Hay que ver cómo se puede hacer para volver a tener industrias, pero no industrias pesadas de maquinarias sino simplemente las que eran de agregar valor a la materia prima que produce el Uruguay. Como las textiles, calzado o marroquinería, una cantidad de industrias uruguayas que han desaparecido pero que tenían una base sólida en materia prima nacional a costo favorable, pero por los otros costos industriales de la paramétrica hoy no logran exportar —ni siquiera sobrevivir en el mercado interno— . Yo creo que ese es un gran debe. Tenemos que repensar el Uruguay, tenemos que darle mucha más importancia al campo, mucha más. Tenemos que transformar al campo en la parte del país que la gente quiera estar, porque hay oportunidades, porque hay buen nivel de vida, porque hay comunicaciones y tratar de despoblar Montevideo que es donde se están formando todos los asentamientos y donde los niveles de vida están muy bajos. El gran desafío del Uruguay es ese: empezar a trasladar el país afuera de Montevideo, para el campo.

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