Opinión > EDITORIAL

Bolsonaro y los perros

El mismo perro con distinto collar
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29 de marzo de 2019 a las 05:02

Que el presidente de un país democrático ordene conmemorar en los cuarteles el 55° aniversario del levantamiento militar que un lejano 31 de marzo de 1964 instaló una terrible dictadura por más de dos décadas suena raro y está mal.

Es exactamente eso lo que anunció el presidente de Brasil Jair Bolsonaro: la celebración este domingo del inicio de un episodio histórico que no solo no lo merece, sino que hay que condenarlo sin vueltas y con firmeza. 

El excéntrico mandatario de Brasil, excapitán del Ejército de 64 años, niega que aquella subordinación castrense que derrocó al presidente João Goulart haya sido lo que fue: un golpe de Estado. 

Sostiene que se trató de un movimiento “de civiles y militares” que entre otras cosas permitió derrotar a las guerrillas izquierdistas e impedir la instalación de un régimen comunista en Brasil.

“El presidente no considera el 31 de marzo de 1964 un golpe militar. Considera que la sociedad reunida, percibiendo el peligro que el país estaba viviendo”, consiguió ese día, uniendo a “civiles y militares, recuperar y devolver a nuestro país el rumbo” y que “si eso no hubiese ocurrido, hoy tendríamos aquí algún tipo de gobierno que no sería bueno para nadie”, sostuvo el vocero de la Presidencia, Otávio Rego Barrios tras el anuncio de Bolsonaro. 

El episodio ratifica que Latinoamérica sigue presa de su pasado. El siglo XX no la deja arrancar a nuevas etapas del desarrollo precisamente por estar amarrada a un pasado binario de demonios absurdos y violentos que no han hecho otra cosa que gastar su tiempo y su vida en dividir a la sociedad. 

La reivindicación que hace Bolsonaro de la dictadura militar en Brasil y el reconocimiento a quienes llevaron adelante una brutal represión en nombre del Estado es una aberración con la que ningún demócrata puede estar de acuerdo.
Triste destino el de un continente que cree tener en sus fuerzas armadas un resguardo al que apelar para legitimar sus poderes democráticos. Los golpes de Estado, los atropellos a la democracia, la simple nostalgia de creer que con el uso de la violencia contra la población se puede alcanzar el desarrollo de la sociedad es un error peligroso.

El simple hecho de hacerle guiñadas al poder que tiene las armas es otro. Lo que llama la atención es que quienes estos días han puesto el grito en el cielo por las declaraciones de Bolsonaro, callan y justifican la lamentable posición uruguaya en relación al régimen sangriento del dictador Nicolás Maduro en Venezuela. Con una gran diferencia uno fue electo por las urnas y otro usurpó el poder y está hambreando a su pueblo. Quienes solo critican a Bolsonaro y no a Maduro, merecen el repudio de los verdaderos demócratas, por suerte la mayoría de los orientales. Son los mismos que miran para el costado y callan cada 8 de octubre cuando los integrantes del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MLN) conmemoran la trágica y vergonzosa operación revolucionaria conocida como la Toma de Pando en 1969. 

En definitiva, es el mismo perro con distinto collar. Una bestia que aborrece la democracia con los apasionantes y complejos desafíos que conlleva vivirla a pleno. Lo correcto es estar siempre en la vereda de enfrente a esa fiera malsana, sin titubeos. 

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