Café con dedal

A influjo del boom del estudio de carreras de diseño y moda, que ya lleva varios años, y de la tendencia del “hágalo usted mismo”, Mariela Zarzabal (35) fue pionera regional en 2011 con la apertura en Montevideo de Café Costura (www.cafecostura.com.uy), un espacio donde expertos y novatos pueden realizar sus propias prendas y creaciones, además de aprender. Una especie de ciber pero con máquinas de coser y cursos. Fue el tercer emprendimiento en su tipo en el mundo, luego del primero que abrió en París (que cerró luego de dos años de actividad) y otro en Madrid. Hoy existen en muchos países y Zarzabal está en contacto con varios de ellos.

En Uruguay, sin embargo, dos años después de su inauguración, Café Costura no tiene prácticamente competencia, y Zárzabal está lista para dar otro gran salto: la expansión a través de franquicias. Para ello obtuvo el apoyo de la Agencia de Investigación e Innovación (ANII) y ya está inmersa en un proceso que la llevará a abrir la primera franquicia el año que viene en Pocitos (también la han contactado en varias oportunidades para generar sucursales en el interior), y además negocia la posibilidad de traspasar fronteras y replicar su negocio en Mendoza, Argentina.

Zárzabal supo aprovechar la red de apoyo al emprendedurismo existente en el país para pulir y potenciar su proyecto, y desde marzo está incubada en forma remota en Ingenio. Los “elders brothers” de Ingenio –en referencia a los egresados de la incubadora- le han advertido sobre no meterse “así nomás” con el mercado argentino, porque es “muy complicado”, pero ha decidido explorar la posibilidad.

Desde hace un tiempo, generó una alianza con la prestigiosa marca suiza de máquinas de coser Bernina. Cuando la marca decidió desembarcar en Uruguay se puso en contacto con la emprendedora, ya que sus ejecutivos consideraron que apuntaban al mismo público. Bernina equipó a Café Costura con sus máquinas y brinda a sus clientes la posibilidad de realizar cursos con la compra de equipos. Desde Café Costura recomiendan la marca.
El local de Miguelete y Justicia está equipado con una mesa de corte, máquinas de coser rectas, multipuntos, collaretas, overlock y hasta industriales, además de una mercería, una cocina y mucho café para compartir. En el frente funciona un centro de impresión, que gestiona el marido de Zarzabal, y que constituye un claro complemento. La emprendedora trabaja junto a dos empleadas y cuenta con un comunity manager.

Escalón por escalón
Zarzabal siempre tuvo espíritu emprendedor. Tras estudiar diseño en UTU se instaló como modista en su casa, más que nada como una forma de poder estar con sus hijos: “Lo hacía por necesidad, me aburría mucho, pero tenía la gran satisfacción es de poder criar a mis hijos”. Su inquieta naturaleza la llevó a generar productos y buscar puntos de ventas. Recorría mueblerías ofreciendo pufs de su creación, que le dieron “mucho resultado”. Una de esas mueblerías le ofreció que realizara ropa de cama, chichoneras y cortinas, para sus proyectos. Tiempo después tuvo su primer canal de venta propio: un puesto en la feria de Villa Biarritz. Le iba muy bien pero producir y atender al público resultó agotador y no le redituaba económicamente. En 2006 comenzó a dictar cursos en diferentes academias. Fue así que descubrió la veta de la docencia.
Todo ese proceso fue como una “escalera”, que “se fue dando como se tenía que dar” y la preparó para lo que vendría.

En 2008, ingresó como alumna al Centro de Diseño industrial (ubicado en la ex Cárcel sobre la calle Miguelete) para potenciar su costado creativo. Se dio una situación particular: sus compañeros de clase en la mañana en el Centro de Diseño eran sus alumnos durante la noche en las academias. Cuando decidió dejar la docencia, sus compañeros le pidieron clases particulares, ya que en la Escuela de Diseño había claras carencias en ese sentido.
A lo largo de un año, Zarzabal se dio cuenta de que tenía en su casa cinco alumnos todos los días. El clic lo hizo cuando una egresada le pidió ayuda para desarrollar una colección para el exterior.

Fue así que en 2009 se decidió a crear un espacio de asesoramiento libre, dedicado a a estudiantes. No logró dar con ningún antecedente en Uruguay, pero encontró muchos programas de asesoramiento. Se presentó al concurso Ideas para Emprender de la red Emprender, que incluía una capacitación. “Me ayudaron mucho. No gané el concurso pero me introdujo en el mundo del emprendedurismo. Entendí que había una red dispuesta a ayudar”, apuntó.

Pocos meses después ingresó al programa C-Emprendedor. En el primer mes de capacitación, ya estaba buscando local. “Me había embalado, y nadie me iba a parar”, disparó con una gran sonrisa. “Me decían de esperar, pero sentía que estaba en el camino correcto”, apuntó. Encontró un local a una cuadra del Centro de Diseño. No tenía todavía el nombre, pero una nueva búsqueda en Internet la ayudó. A través de la red de redes, conoció el café costura de París, el primero del mundo, y su concepto le calzó como anillo al dedo.
Cuando transitaba la última fase de C-Emprendedor la convocaron para el programa Empresario-Emprendedor de la Cámara de Industrias. Carlos Barrera, de Crisoles, fue su tutor y la alentó a seguir avanzado justo en la fase inicial de puesta en marcha.

Efecto cascada
La apertura fue sumamente exitosa, pero a los dos meses el Centro de Diseño se mudó. “Pensé que me moría. Mi público objetivo -que solo tenía que caminar media cuadra- se iba. Pero no podía dejar ir por la borada todo el trabajo realizado”, señaló.
El mismo día de la mudanza del Centro, por “esas cosas del universo”, Zarzabal recibió una llamada de Subrayado de Canal 10 para solicitarle hacer una nota. La entrevista salió a los pocos días y fue comentada por los conductores Blanca Rodríguez y Jorge Traverso. “Estuve tres días atendiendo el teléfono cada tres segundos, y generó un efecto en cascada a nivel de prensa”, apuntó.

En un primer momento había pensado en abrirlo a público en general, pero no lo había hecho porque en todas las capacitaciones le pedían foco y más foco. Pero la necesidad llevó a romper ese foco: los estudiantes de diseño siguen viniendo, pero hoy su fuerte son mujeres profesionales.

El mayor obstáculo hasta el moemento ha sido justamente ese cambio de público “de un día para otro”. “Me encontraba en esta zona solo por el Centro de Diseño. (Para público en general) no lo hubiera ubicado aquí, sino en Pocitos”, remató.

Una experiencia "espantosa" de la que aprender
Zarzabal insiste en lo fundamental de aprender de las experiencias. En ese sentido recuerda cuando una emprendedora de Maldonado la contactó con la finalidad de ser su socia y abrir un Café Costura en ese departamento. “A un mes y medio de la negociación, me pidió el plan de negocios y se lo envié. Viviendo y aprendiendo. Al poco tiempo abrió en Punta del Este con todas mis estrategias. No le pudo poner Café Costura, pero lo hizo con mi plan de negocios que me llevó tres años de trabajo. Fue la patada en el hígado más dolorosa de toda mi vida. Lloré varios días seguidos. Además se empezó a promocionar con talleres para niños, cuando somos los únicos en todo el país en costura para niños”, contó.
Zarzabal diferencia lo que es el contar la idea –algo que sí recomienda- de darle a alguien un plan de negocios, con público objetivo y estrategias definidas: “Contar la idea sí, porque desde que lo contás a que te lo puedan copiar hay un abismo de acá a la China”.