El retorno a clases después de las (largas) vacaciones de verano supone todo un reacomodamiento. Nuevamente hay que establecer horarios para madrugar a la mañana, hacer los deberes, merendar en la tarde e irse a dormir en un horario que permita que el niño descanse lo suficiente. También vuelven las rutinas que se dejaron atrás en diciembre y otros tantos hábitos que se van creando sobre la marcha, dependiendo de la situación de cada familia. Por eso, marzo es un mes donde muchos hogares se sacuden para rearmarse y comenzar el año lectivo de la mejor forma.
Pero este año eso no pudo ser. A dos semanas del arranque escolar, el anuncio de la llegada de la covid-19 a Uruguay y la posterior suspensión de clases configuraron un escenario desconocido. No son vacaciones, muchos padres están en casa pero igualmente tienen que trabajar, varios integrantes de la familia que apenas se cruzaban en la noche ahora conviven las 24 horas del día en el mismo espacio y casi toda la actividad –académica, laboral, recreativa, deportiva- se tiene que desarrollar puertas adentro del hogar. La llegada del nuevo coronavirus sacudió a los adultos, pero también fue un cimbronazo sobre la realidad de los niños.
Y con el objetivo de atajar el golpe brusco que supone todo este nuevo escenario para niños y adolescentes, Unicef compartió algunos consejos para que los días que quedan de estar en casa –que en principio será hasta el 12 de abril, pero puede extenderse por semanas e incluso meses– sean fructíferos, no tan pesados y más llevaderos para todos.
Desde estar tristes porque por fin se habían reencontrado con sus amigos y ahora los vuelven a extrañar, enojados porque se les cortó su actividad deportiva preferida e incluso satisfechos porque no tienen que soportar el tedio del madrugón y otras actividades que no les gustan. Los niños y adolescentes pueden estar experimentando diversas emociones por estos días y su humor puede variar en un pestañeo. “En cualquier caso, sabiendo que más tarde o más temprano la mayoría de nuestras costumbres podrán reanudarse, se trata de instalar nuevas rutinas, hábitos y actividades que estructuren este tiempo mientras dure”, afirma Unicef. Entonces, los expertos proponen como una de las posibles ideas, armar una agenda que permita organizar los horarios de cada día. Así, se pueden establecer tiempos de estudio y trabajos de la escuela, tiempos para colaborar en las tareas domésticas –porque los padres también van a estar trabajando-, tiempos de juegos de mesa, de lectura, de actividad física, de juego libre, y también establecer un tiempo (y no dejarlo librado al azar y sin límites) para utilizar pantallas.
Cada familia hace lo que puede, y no se trata de un manual perfecto ni de reglas inviolables para ser el mejor padre o madre. Lo que se propone es buscarle la vuelta para que cada hogar encuentre una metodología llevadera y acorde a su realidad. Ni es recomendable que los padres tengan que estar el 100% de su tiempo pegados a sus hijos ni tampoco lo es que los chicos se mantengan aislados en su cuarto con la televisión o el celular. En todo caso, se trata de buscar un equilibrio.
Reconociendo que la presencia de toda la familia en una casa durante todo el día genera más desorden y una mayor demanda alimenticia y de higiene, Unicef propone involucrar a los adolescentes y niños en las tareas domésticas. Incluso en algunas como la cocina, el trabajo puede ser en conjunto entre padres y adultos. (A modo de ejemplo, el cocinero y educador Diego Ruete propone divertidas recetas desde su cuenta de Instagram con sus hijos). “A su vez es importante recordar que estar solos en presencia de los otros es también necesario, por eso encontrar tiempos compartidos y tiempos en soledad ayuda al bienestar general”, advierten los expertos.
Si bien para muchos el teletrabajo resultó una medida sencilla de aplicar, para muchos padres -y sobre todo para aquellos que tienen niños chicos-, es un desafío bastante complejo. ¿Cómo hacerle entender a tu hijo que estás en casa, pero trabajando? En primer lugar, es fundamental explicarle al niño que tenés responsabilidades que cumplir. Pero, además, si ambos padres están teletrabajando, en la medida de lo posible, es una buena medida que se organicen para que sus horarios se pisen lo menos posible y así poder turnarse para ayudar a sus hijos con las tareas de la escuela, por ejemplo.
Otra estrategia es que el tiempo por día que se le deje al niño utilizar pantallas esté dentro de las horas de trabajo de los padres, para así mantenerlo distraído. Lo mismo con las actividades escolares que no requieran ayuda de un adulto.
Algunos profesionales notaron por estos días que hay niños que reciben tareas educativas en exceso. En diálogo con El Observador, la psiquiatra infantil Gabriela Garrido dijo que es necesario regular la tarea domiciliaria de los niños con el teletrabajo de los padres de modo que lo escolar no implique un factor que acentúe el estrés de las familias. Además son cada vez más los adultos en Uruguay que cargan con preocupaciones económicas extra: muchos se quedaron sin trabajo, otros hacen malabares para sostenerse financieramente porque los ingresos se redujeron y otros tantos no saben qué va a pasar mañana con su aparente estabilidad.
La doctora y profesora subrayó que lo ideal es que los docentes no se propongan que los niños aprendan conocimientos curriculares nuevos durante este tiempo y que deben ser cuidadosos con la exigencia. Para la profesional, en este período los niños van a lograr nuevos aprendizajes valiosos que los adultos ni siquiera tenían previstos. Garrido destacó que los maestros se encuentran en una etapa de experimentación donde buscan la mejor forma de compartir las tareas y transmitir conocimiento a los chicos y recomendó que lo ideal es que tengan cierta flexibilidad, aporten recursos y ayuden a las familias para que vayan regulando el uso de materiales y la incorporación de las tareas con creatividad.
En días donde todos están más alterados, los niños suelen “portarse mal” más seguido. A su vez, los padres andan más nerviosos y con menos paciencia. Y esa combinación puede ser explosiva. En ese sentido, una guía interesante y fundamental para estos días es la del Trato bien de Unicef que se puede descargar aquí. Ni psicológica ni física: la violencia no educa.
Un niño no nace con estigmas sociales, en todo caso, los adquiere a raíz del ejemplo que recibe por parte de los adultos. En ese sentido, ciertos factores influyeron en que exista un estigma asociado a la covid-19. Porque se trata de una enfermedad nueva que aún se fermenta en un mar de incógnitas, porque las personas suelen tenerle miedo a lo desconocido y, porque ese miedo es fácilmente asociable a un otro.
Y ante todos los prejuicios que nacieron junto a esta nueva pandemia que atraviesa el mundo, Unicef advierte tener ciertos reparos para evitar alimentar en los más chicos estereotipos dañinos. Sobre lo que sí se puede decir y lo que no se debería decir, el organismo advierte:
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