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Candidaturas municipales: la novela del verano

El Frente Amplio forcejeó en Montevideo pensando en las presidenciales de 2024, en tanto la coalición multicolor va por Río Negro, Rocha, Salto y Paysandú
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31 de enero de 2020 a las 21:44

Una coalición multicolor, envalentonada por los triunfos del año pasado, discute cómo asaltar las ciudadelas municipales de la izquierda en las elecciones del 10 de mayo; mientras ésta, cada vez más tradicional, hace su mejor oferta para malos tiempos.

Montevideo y Canelones, que comprenden el 51,5% de la población del país, son el principal peñón del Frente Amplio; y, en menor medida, el litoral del río Uruguay, además de una isla: Rocha.

Desde hace veinte años la suma de votos de la oposición en Montevideo no supera el 40%. Incluso cuando la izquierda ofreció una candidatura relativamente débil, como la de Ana Olivera en 2010, los disconformes optaron por votar en blanco o anulado (un inédito 13,8% del total), antes que pasarse a la oposición.

Hasta ahora todos los proyectos opositores en la capital han fracasado, como el Partido de la Concertación de 2015, que obtuvo el 38,2% de los sufragios y luego se evaporó.

La oposición parece desconcertada en Montevideo. Los blancos, liderados por el presidente electo Luis Lacalle Pou, pretenden reducir distancias con la izquierda, con la mirada puesta en el largo plazo; los colorados no quieren desaparecer o mimetizarse en un territorio que fue suyo durante casi todo el siglo XX; y el novísimo Cabildo Abierto del general Guido Manini Ríos desea trepar donde fue débil en las elecciones de octubre (apenas 8,25% del total de votos).

Los colorados gobernaron Montevideo entre 1909, cuando se inauguraron las intendencias, y 1990, cuando fueron desplazados por el Frente Amplio (con la sola excepción del período 1959-1963, en el que la capital fue de los blancos de Daniel Fernández Crespo).

En las últimas décadas el voto antifrenteamplista en Montevideo cruza las barreras partidarias, de un lado a otro, sin complejos, en busca del candidato con más chance. Así, los colorados fueron la minoría mayor en 1994, 2000 y 2005, cuando parecían los rivales más fuertes para la izquierda; y los blancos los superaron en las elecciones departamentales de 1989 y 2010.

Ahora la coalición multicolor desea competir en Montevideo bajo un lema “neutral”, como Partido Independiente o Partido de la Gente, que no suponga una amenaza directa para sus partidos principales. Le falta un gran candidato: un buque insignia que haga la diferencia en el combate.

En el interior del país, mientras tanto, la ingeniería de la coalición multicolor puede ser igual o más compleja, pero también más promisoria, por el debilitamiento aparente de la izquierda.

Lacalle Pou aspira a que los blancos o sus aliados recuperen Río Negro, Rocha, Salto y Paysandú (más o menos en ese orden de posibilidades), gobernados por el Frente Amplio; además de retener otros departamentos cruciales: Colonia, Maldonado, San José. Pero deben contar con candidatos de prestigio. Los buenos aspirantes pueden definir elecciones departamentales parejas, como mostraron los frenteamplistas Óscar Terzaghi, quien ganó en Río Negro por 237 votos, o Andrés Lima, quien triunfó en Salto por 1.503 sufragios.

Los colorados, ansiosos por conservar su perfil, desean encabezar la oferta en bastiones tradicionales: Rivera (donde blancos y cabildantes también son fuertes), Salto y algún otro departamento, incluso eventualmente Montevideo.

Cabildo Abierto, que superó a los colorados en varios departamentos (Artigas, Cerro Largo, Durazno, Maldonado, Rocha, Tacuarembó, Treinta y Tres), también hará su oferta, para no lucir como un mero furgón de cola de blancos y colorados.

Los aliados de la coalición multicolor lograrán algunos acuerdos puntuales, como ya ocurrió en Rocha, pero es probable que terminen presentando candidaturas múltiples en muchos sitios. Esa fragmentación favorece a la izquierda, como minoría mayor.

Mientras tanto el Frente Amplio defenderá Canelones con un candidato muy fuerte: el intendente Yamandú Orsi, del MPP. Y en Montevideo definió ofertas para todos los paladares, con tres punteros bien abiertos, del centro a la izquierda, incluida una mujer.

Daniel Martínez forzó de nuevo su presencia, como ya había hecho en las municipales de 2015, cuando el Frente Amplio aceptó candidaturas múltiples por primera vez en su historia (y luego Martínez venció inopinadamente a Lucía Topolansky, quien tenía el respaldo del MPP y el PCU).

Una elección antes, en 2010, la mayoría del Frente Amplio optó por Ana Olivera como candidata a la Intendencia de Montevideo, a costa de Martínez. José Mujica devolvió así al Partido Comunista el favor que le hizo al respaldarlo en su lucha contra Danilo Astori por la candidatura presidencial de 2009.

El nuevo regreso de Martínez, quien había amagado con irse para su casa, expuso la crisis de identidad del Partido Socialista, y dividió las fuerzas del espacio socialdemócrata que pretende liderar Mario Bergara, expresidente del Banco Central.

También mostró las pugnas implícitas en la izquierda por la emersión de una nueva generación de líderes, y por la candidatura presidencial para 2024.

La Intendencia de Montevideo probablemente será el espacio más grande de poder que tendrá la izquierda al menos hasta 2025, cuando eventualmente pueda recuperar el gobierno nacional.

Algunos dirigentes frenteamplistas, como Mujica y Bergara, parecen preferir candidatos a la Intendencia de Montevideo que mueran en el cargo, sin aspirar después a la candidatura presidencial.

La Intendencia de Montevideo, un sitio complejo y de alta visibilidad, ha sido la tumba de muchos políticos promisorios. Solo dos intendentes, Andrés Martínez Trueba (que ejerció apenas un año y renunció en 1948 para dejar el puesto a Germán Barbato) y Tabaré Vázquez, pudieron seguir de largo hacia la Presidencia de la República. Martínez fracasó en octubre-noviembre pasado.

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