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Comenzó la rebelión

Un accidente laboral en Alemania puede marcar el inicio de una rebelión irresistible de las máquinas en contra de sus creadores, los seres humanos
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05 de julio de 2015 a las 05:00
"Un robot mató a un trabajador en una planta de Volkswagen en Alemania". La noticia apareció como un tuit de una periodista del Financial Times que se llama Sarah O`Connor y entonces cundió la alarma. Es una precuela de Terminator que se instaló en la realidad como un virus y la amenaza es la extinción de la vida inteligente en el planeta.

Sarah firmó con su nombre original irlandés pero todos la reconocemos como la esperanza de la salvación. Es Sarah Connor, nuestra Sarah, que no va a permitir que este asesinato quede impune. Tal vez ese tuit ya salvó al mundo. Si lo hubiera escrito Sarah Palmer o Duncan Campbell no habría pasado nada, pero que lo haya hecho Sarah O`Connor solo puede significar una cosa: esto no es un simulacro, el peligro es enorme y real.

La elección de las palabras de la periodista británica no pudo ser mejor. Si hubiera tuiteado "un trabajador murió en un accidente de trabajo en una planta de Volkswagen en Alemania", no habría causado ninguna conmoción. Pero Sarah advirtió que el dato esencial es que hay un asesino y que es un robot.

Es el inicio ideal de la saga. Ese accidente en una planta industrial es el primer ensayo de rebelión, una muestra de coraje de parte de una máquina anónima que impulsa una toma de conciencia que se hará irreprimible.

Quien no se haya tomado la molestia de mirar las películas de la saga Terminator seguramente no entienda nada. De hecho es lo que le sucedió a la propia periodista.

No entendió que se la hubiera reconocido como líder en la guerra contra las máquinas. No vio las películas. No tiene los conocimientos elementales de la cultura popular del mundo en el que vive.

O`Connor sí debe saber que la robótica tiene potencialidad de convertirse en algo muy peligroso. Es probable que conozca el desarrollo de prototipos de robots asesinos por parte de Estados Unidos. Que haya leído, por ejemplo, la nota de su tocaya Sarah Knapton, en The Telegraph, sobre las Lethal Autonomous Weapons Systems (LAWS), capaces de decidir por sí mismas, cuándo y a quién matar.

Es una brutal transgresión a la primera ley de la robótica que estableció el científico y escritor ruso Isaac Asimov: "Ningún robot causará daño a un ser humano o permitirá, con su inacción, que un ser humano sufra daño".

El robot de la planta de Volkswagen no decidió nada. Ni siquiera se trata de un artefacto con inteligencia artificial sino tan solo de algo apenas más sofisticado que un brazo mecánico, que agarró al técnico que lo estaba instalando y lo apretó contra una pared. No está claro que haya sido una falla mecánica sino que lo más probable es que haya habido un error humano en el momento.

Los robots actuales están lejos de parecerse a los de Terminator, que son una suerte de semidioses casitodopoderosos pero, ¿cuánto falta? Hace un par de décadas se decía que una máquina no podría nunca vencer al mejor ajedrecista humano y hoy hay programas baratos que destrozan a cualquier gran maestro del tablero.

Las máquinas toman cada vez más y mejores decisiones, similares a las que tomaría un ser humano en su lugar. ¿Cuánto van a tardar en empezar a equivocarse de forma grosera, a imagen y semejanza de sus creadores?

La prédica de Asimov tiene el mismo destino, en cuanto a su eficacia, que la del célebre mandamiento "no matarás". Matar es una ambición muy humana y las máquinas cada vez aprenden más rápido. En el proyecto LAWS también están capacitadas para decidir, de acuerdo a ciertos parámetros.

Desde que O`Connor tuiteó la noticia de un accidente laboral en Alemania, el argumento está claro. La supervivencia del más apto favorece a las máquinas y el futuro es muy oscuro, a menos que la periodista asuma su responsabilidad y se decida a ver las películas.

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