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Comercio digital no debe convertirse en un juego de suma cero

El peligro para los legisladores es que la información tiende a ser monopolizada
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01 de diciembre de 2022 a las 16:00

Rana Foroohar

El futuro es digital, y en ninguna otra área es más evidente que en el comercio. Mientras que el comercio transfronterizo de numerosos bienes y servicios tradicionales se ha estancado durante la última década, el comercio de datos, de servicios digitales, de propiedad intelectual, e incluso de estudiantes internacionales (a pesar de un breve paréntesis relacionado con la pandemia), está en auge.

Entre 2010 y 2019, los flujos comerciales relacionados con casi todo lo que tiene que ver con el conocimiento crecieron dos veces más rápido que los de los bienes tradicionales. Y algunas áreas crecieron incluso más rápido durante la pandemia gracias al auge de todo lo digital, según el último recuento del Instituto Global McKinsey (MGI, por sus siglas en inglés) sobre las cadenas de valor mundiales.

Esto es una buena noticia; es crucial que las ideas y los datos fluyan a través de las fronteras. Pero también presenta viejos y nuevos retos.

En la primera categoría se encuentra la cuestión de cómo garantizar que el comercio digital no se convierta en una carrera global hacia el abismo, conforme las compañías multinacionales trasladan los empleos y los datos a áreas con mano de obra más barata, y con menos protección de privacidad. Y en la segunda categoría, los legisladores, los líderes sindicales y las empresas deben considerar en qué se diferencia este comercio intangible del comercio de bienes y servicios tradicionales, y qué significa esto para la economía y para la política, tanto a nivel global como local.

Tal vez la diferencia fundamental entre el comercio de intangibles y el tradicional sea que los datos no son como un pedazo de carbón o como un trozo de acero, sino que pueden ser utilizados por muchas personas simultáneamente. En teoría, esto debería crear un escenario de mutuo beneficio, no sólo para ambas partes de una transacción individual, sino también para los países por los que fluyen los datos transfronterizos.

Sin embargo, en la práctica, la información tiende a ser monopolizada. El efecto de red — en el que más engendra más — ha creado superestrellas en campos ricos en datos, como las grandes compañías tecnológicas y farmacéuticas. Estas grandes compañías tienden a crear cadenas de suministro mucho más lineales, porque es tanto eficiente como rentable. Según el MGI, la concentración del comercio es más pronunciada en las cadenas de valor mundiales que hacen un uso intensivo del conocimiento y de los intangibles. De hecho, las seis cadenas de valor más concentradas en la actualidad pertenecen todas a este grupo; pensemos en las grandes compañías tecnológicas, en los componentes electrónicos, en los productos farmacéuticos, etc.

Los legisladores ya están abordando algunas de estas cuestiones, con mayores esfuerzos antimonopolio y con nuevas formas de pensar en el impacto de las transacciones de trueque que constituyen una gran parte de los flujos comerciales digitales. En otros ámbitos, como en el de los semiconductores, se están realizando esfuerzos para aumentar la producción regional, lo cual permitirá la entrada de un mayor número de compañías y de países en el ecosistema de suministro del sector. Pero en ámbitos como el farmacéutico, se ha avanzado muy poco en la diversificación de los flujos (una revisión de la cadena de suministro realizada por la Casa Blanca en 2021 señalaba la extrema concentración en los ingredientes farmacéuticos).

Las compañías multinacionales controlan la mayor parte del comercio digital y, al igual que con el equivalente tradicional, tienen un incentivo para trasladar el trabajo y los datos allí donde les resulte más conveniente y rentable. Aunque la mayor parte del comercio de intangibles sigue concentrándose en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), existe una tendencia a externalizar más trabajo digital a lugares como Filipinas o India, donde las protecciones laborales son escasas.

"Si realizamos nuevos acuerdos comerciales, como el marco comercial Indo-Pacífico, y no hay suficiente protección de los trabajadores o de los datos de los consumidores en todos los países, vamos a terminar en un peor lugar que antes", ha indicado Chris Shelton, el presidente de Communications Workers of America (CWA), el sindicato que representa a aproximadamente medio millón de trabajadores digitales.

Estas preocupaciones se ven exacerbadas por el hecho de que, si bien el trabajo desde la casa ha sido una bendición para muchos empleados en los países ricos, también ha demostrado hasta qué punto el trabajo que involucra conocimiento administrativo puede realizarse desde cualquier lugar y, por lo tanto, puede ser potencialmente externalizado. Como me comentó un director ejecutivo hace un año, "si puedes hacer el trabajo en Tahoe, puedes hacerlo en Bangalore". No es de extrañar, entonces, que el CWA esté recibiendo más consultas sobre organización sindical en el sector tecnológico, en la atención médica, en los medios de comunicación, e incluso en las finanzas.

¿Reflejarán los flujos comerciales digitales algunos de los aspectos problemáticos del comercio tradicional? ¿O crearán una nueva dinámica geográfica? En parte, esto depende del grado de desacoplamiento tecnológico entre EEUU y China. También depende de cuán conectados estén los flujos digitales con el mundo material. El Internet de las cosas drásticamente aumenta el flujo de datos dentro de las empresas y entre ellas, reflejando el auge de los datos de los consumidores que siguió al lanzamiento del iPhone en 2007. "El comercio digital no está divorciado del comercio tradicional", señaló una directora del MGI, Olivia White, "pero todavía no está claro cuáles son las interrelaciones entre ambos".

Necesitamos mejores formas de medir los flujos de conocimiento. Éste fue el tema de una reciente reunión anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre intangibles. Los flujos de información son mucho más incomprensibles que los de los bienes tradicionales. Esto dificulta contabilizarlos, gravarlos y regularlos, pero también dificulta comprender plenamente sus efectos en los mercados, en los trabajadores y en la productividad.

El conocimiento es algo que creamos los seres humanos, pero también es algo con lo que comerciamos. Esta verdad se encuentra en el corazón de la economía digital. La información debe fluir libremente, pero no debe convertirse en otro campo en el que las ganancias del capital superen a las del trabajo. Si eso ocurre, podemos anticipar una negativa reacción por parte de los trabajadores administrativos en contra del comercio digital.

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