Los sistemas cada vez se parecen más, porque los fabricantes se copian y aprenden de sí mismos, pero aún existen grandes diferencias
Captura de pantalla y uso de emoticones en Instagram en la versión de iOS
Captura de pantalla de prueba usando emoticones en Instagram de la versión Android

Tecnología > EXPERIENCIA DE USUARIO

Cómo pasé de Samsung a iPhone después de ocho años y cuál fue el resultado

En primera persona, los dolores de cabeza, las ventajas y desventajas de pasarte de Android a iPhone en Uruguay después de estar ocho años con el mismo sistema
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15 de septiembre de 2021 a las 05:01

“Renés", “Mérida” en lugar de “mierda”, “La Niña” en vez de “la niña” y “SOS (en señal de auxilio), en reemplazo a “sos”. Por más correcciones que le haga, el autocorrector de mi iPhone no entiende. Me corrige, sí. Me ayuda más de una vez a no embarrarla, sobre todo en algunas noches donde las oraciones lúcidas disminuyen, pero son incontadas las veces en las que no entiende, se equivoca y me genera constantes dolores de cabeza como exusuario de Android. 

Estuve ocho años usando Samsung. Desde los 15 hasta los 22. Desde 2013 a 2021. Fueron buenas épocas; pasé del mítico Galaxy S4, al Galaxy Note 3, después tuve el Note 4 y terminé en el Galaxy S9 Plus, el buque insignia de 2018. Todos excelentes teléfonos, potencias.

Durante mi experiencia, jamás experimenté lagueos severos o pantallazos en negro, como sí lamentaban algunos de mis compañeros de liceo cuando sus celulares –en general, de las gamas más bajas de Android– a veces pasaban uno o dos minutos sin dar respuesta.

Jamás me pasó de frustrarme por una palabra mal corregida –se solucionaba pulsando sobre ella y dando un simple clic a “Eliminar palabra”–. Jamás tuve que pagar por un servicio para escuchar música mientras bloqueaba el celular, sino que recurría a aplicaciones de terceros. Y jamás lamenté perder fotos, porque siempre fui un obsesivo del respaldo y de la opción de la tarjeta de memoria.

Todo eso se me terminó. En julio, decidí ponerle punto final a las costumbres de Android. Me di de frente contra un sistema adoctrinado, que me sacó cosas, pero, de a poco, se fue ganando mi confianza y ajustando a lo único que, creo, un usuario joven como yo necesita: tener un uso fluido y un buen funcionamiento de las redes sociales, más nada.

La famosa manzanita llegó a mis manos. No quise ir por el último tope de gama (iPhone 12 Pro Max), sino que aposté a la versión anterior (iPhone 11 Pro Max de 512 GB), a mi criterio, de iguales características, para ahorrarme unos pesos. 

Entre risas, me dije a mí mismo que por fin iba a poder presumir de tener un iPhone, aunque en la práctica no fue algo que me hiciera sentir del todo cómodo. Perdí margen para la personalización, dejé de pensar en recursos alternativos más económicos (como auriculares o cargadores de otras marcas) y me olvidé de compatibilizar con otros dispositivos que no sean Apple, porque pocas veces el resultado es el mismo. 

La transición

Noté que Android mejoró mucho con los años. Ahora ya no tiene lags, o al menos esa fue mi sensación hasta julio de 2021 usando un tope de gama de 2018. Copió funciones innovadoras de iOS y se renovó al punto de que muchos de sus celulares tienen una estética delicada. Samsung, por ejemplo, dejó atrás su engorroso sistema TouchWiz y le dio la bienvenida al nuevo One UI, y abandonó las tapas removibles por un cuerpo uniforme. Pero en redes sociales su sistema siguió estando varios escalones por debajo de la manzana y esa fue, para mí, razón suficiente para dar un paso al costado.

Es cierto, como usuario de Android, jamás me vi inmerso en la obligación de pagar para escuchar música, tampoco estuve limitado a elegir entre cargar el teléfono o usar los auriculares y tampoco a usar un cargador de otra marca para priorizar la salud de mi batería, aunque en el camino, me doy cuenta ahora, nunca obtuve resultados satisfechos en redes sociales.

Cierres de las aplicaciones por error. Pérdida de fluidez en los videos sin explicación alguna. Fueron repetidas las salidas en las que me encontré ajustando y retocando la cámara para conseguir esas preciadas "fotos de boliche". Casi nadie quedaba a gusto y la mayoría de las veces el resultado no daba ni para subir una historia de Instagram. Así con todos los celulares que tuve.

Con iPhone, dejé de notar diferencias entre la calidad de la cámara nativa y su uso en las redes. Ya no había problema en el balance de blancos, rostros pálidos, colores desajustados a la realidad y en menos de dos meses no solo tuve para elegir entre tantas buenas capturas –porque cada nueva foto era mejor a la anterior–, sino que también me di el lujo de renovar mi propio perfil de Instagram luego de un año y medio sin subir publicaciones. 

Entre tantos años de comparación, teniendo teléfonos de ambas veredas en mano, prefiero atarme al simplismo y no complicarme la cabeza. Me animaría a decir, al día de hoy, que hasta la cámara de un iPhone 6 o 7 se desempeña mejor que la de cualquier Android modelo 2021, siempre y cuando nos refiramos a Instagram. Cualquier influencer o creador de contenido en redes lo sabe, y este video del youtuber Luisito Comunica es una prueba de lo que estoy diciendo.

¿Qué sucede? Una cosa es el funcionamiento de la aplicación original de cámara en los Android y otra muy distinta la funcionalidad y el resultado de esos mismos lentes al ponerlos a prueba en aplicaciones secundarias como Instagram, WhatsApp, Snapchat, TikTok o incluso Twitter, donde pasan a ser una cámara con menos prestaciones. Ahí está el talón de Aquiles de Android –en cualquier marca– y la zona de confort de iPhone. Ahí es donde cualquier cámara de Samsung flaquea –así tenga más de 100 megapíxeles o sea del último modelo– mostrando tonos poco vibrantes, videos sin demasiada consistencia y en algunos casos resultados que tienden a dejar la cara pálida o con alguna distorsión lejana a la realidad que ven nuestros ojos.

¿Es culpa de los fabricantes? 

El problema sucede desde hace años. Cuando no era Instagram, las diferencias se notaban en Snapchat, una de las redes sociales de mayor uso en Uruguay durante 2015 y años posteriores, que también tenía mayor fluidez en el fabricante estadounidense.

Como explica en este video el canal Topes de Gama Plus, los celulares Android aún no están perfectamente optimizados para Instagram y a la empresa le supone una dificultad enorme crear un software para miles de versiones de teléfonos y marcas distintas que se alimentan de ese sistema operativo, cosa que en iPhone es algo prácticamente homogéneo por la poca variabilidad de modelos. Eso se traduce como un valor diferencial para muchos consumidores, sobre todo los jóvenes, quienes mayormente le damos más importancia al uso de las redes sociales.

Samsung intentó hace unos años popularizar un modo Instagram para que, desde su propia cámara nativa, los usuarios compartieran las fotografías y videos directamente a la aplicación tratando de retener la mayor calidad posible. Este año, la compañía se excusó argumentando que los resultados con el Galaxy S21 eran más favorables que en años anteriores, aunque siguió inferior a la competencia y la conclusión siguió siendo la misma: para mejores fotos y videos en cualquier aplicación de uso común, mejor comprate un iPhone, y si querés la mejor cámara del mercado en el modo retrato, también.

Por eso, por esa simple razón –y sé que es algo muy personal– este año dije basta. Pasé a un modelo estructurado, con límites muy definidos, y le dije adiós al mundo pirata, sí, pero también al uso imperfecto de las redes. Caí en un imperio que cuestioné toda mi vida por entender que limita –en exceso– a sus usuarios. Y la decisión básicamente se ató a querer una cámara seria, acorde a mis expectativas, y abandonar los cierres esperados de ciertas aplicaciones. ¿Arriesgado? Sí. ¿Desacertado? Puede que también. 

Diferencias en el uso diario

Si sigo enfocado en el capítulo de las redes sociales, mi experiencia con el iPhone destroza a cualquiera de los Android que tuve entre mis manos en la mejor de sus versiones. Además de la cámara y fluidez, el uso de los emojis y el estilo de los caracteres es otro factor diferencial importante, que, más allá de gustos, sigue dejando a años luz a Android.

 

IPhone, a mi parecer, sigue un pelín por encima en términos de diseño. Se nota en la calidad de la pantalla y en el aspecto estético, aunque en temas de tamaño y comodidad la discusión sigue muy equiparada. También aventaja a Samsung en algunas funcionalidades, como la previsualización de las fotos en WhatsApp desde la barra de notificaciones, la opción de grabar pantalla, ver nuevas notificaciones desde la pantalla de bloqueo sin que el celular se desbloquee automáticamente al reconocer el rostro y un ajuste para desactivar o activar el internet en cualquier aplicación.

Previsualización de una imagen recibida por WhatsApp en iPhone, opción que no existe en Samsung

A diferencia de Samsung, que solo con el Galaxy S21 Ultra (el más caro de todos) te da a elegir entre 128 GB, 256 GB y 512 GB, sin el tradicional agregado de la tarjeta de memoria, Apple me dio tranquilidad y otras alternativas al definir el espacio de mi teléfono. Mi celular anterior era de 64 GB y al tiempo le agregué una tarjeta de 128 GB, que terminó repleta. Lo tuve por tres años y esta vez decidí comprar un modelo de 512 GB, sabiendo que iCloud es una nube optimizada, que da 5 GB gratis adicionales. ¿Mi actual capacidad es suficiente? Sí. ¿Es también exagerada? Tal vez. Pero parte de mis dolores de cabeza en Samsung partían de tener que pellizcar gigas eliminando aplicaciones o videos de valor con tal de que el dispositivo me siguiera funcionando sin avisos de que me estaba quedando sin memoria.

La larga lista de desventajas

Las primeras dos semanas usando WhatsApp en el iPhone fueron un un dolor de cabeza. Hoy, después de dos meses con el teléfono en mi bolsillo, lo sigo sosteniendo: es mejor, da más opciones y prefiero la aplicación de mensajería en Android.

Me tuve que olvidar de tener el widget en la pantalla de inicio para leer –sin abrir– los mensajes de los grupos silenciados. Dejé de tener la opción de ver por completo los mensajes largos sin dejar el visto. En el pasado me quedó la opción de entrar a una pestaña que me mostraba la última hora de conexión, el estado y número de teléfono de un contacto para saber si estaba en línea sin estar en la conversación. Y también me tuve que olvidar de enterarme de las notificaciones solo por el sensor LED; ahora o todo está en volumen o todo está en silencio, no hay margen para regular sonidos de acuerdo a la notificación.

El Face ID, por más bueno y seguro que sea, sigue flaqueando cuando uso tapabocas, lentes o cualquier accesorio similar. Aunque tiene la opción de crear una “apariencia alternativa”, no es práctico y sin usar el PIN no hay forma de desbloquear el celular en esos casos. Tampoco tiene huella digital, y estamos hablando de un dispositivo que en Uruguay supera los US$ 1.000.

La alarma es de las cosas menos personalizables que existen. No me basta un clic sobre la hora para modificarla, sino que tengo que ir, exigido, ir a la pestaña “Editar”. Tampoco me muestra las horas que voy a dormir. Ni que hablar de las pocas veces que he querido borrar un contacto: en lugar de dejar apretado sobre el nombre por uno o dos segundos para eliminarlo, estoy obligado a hacer cuatro toques hasta llegar al objetivo.

Con un simple clic sobre el contacto, basta para eliminarlo en Android; en iPhone, en cambio, hay que dar cuatro pasos

Nunca me frustré tantas veces por la sustitución equivocada de una palabra como en iPhone. Antes de escribir esta nota me puse a investigar si solo me pasaba a mí o era algo común entre los usuarios. La teoría no falló: a casi todos los internautas les pasa. En Android, me pasaba una, dos, tres veces, pero a la cuarta eliminaba las palabras predictivas del diccionario –que en iPhone en muchos casos son particularmente raras– con un clic y desaparecían para siempre. Para llegar al mismo proceso en iOS, tengo que ir a Configuración, General, Teclado, Reemplazar texto. Es muy engorroso.

Sabía que el cambio me iba a costar, no pensaba que tanto. Estuve ocho años en Android, entonces no me sorprende que sea mi preferencia hasta hoy en la mayoría de las cosas. Pero, el asunto es: ¿vale la pena cambiar solo por la cámara? ¿Hasta qué punto es sencillo adaptarse? 

Probablemente si sos joven o disfrutás de sacar fotos con tus amigos, pareja, familia o simplemente querés alimentar tus redes sociales de contenido, te diría que sí. Sin dudarlo, porque el diferencial es enorme. Lo mismo si tuviste iPhone toda la vida: no cambies. 

Ahora, si buscás un teléfono bueno y económico, con fluidez, cámara medianamente aceptable y te conformás aunque no tengas los mejores resultados en Instagram, Tik Tok u otras aplicaciones, probablemente te diría que vayas a Android. 

Con tantas similitudes, la oferta de ambos sistemas es prácticamente la misma, aunque el precio vuela por los aires cualquier comparación posible al llegar al bolsillo. Salvo que tengas el ecosistema de Apple entero en tu casa (Apple Watch, Macbook, iPad) –cosa que en Uruguay suele ser poco común por los costos excesivos– cualquier teléfono Android de gama media-alta puede colmar tus expectativas.  Lo que es seguro para cualquier usuario es que el precio que pagamos por la manzanita en Uruguay no tiene –ni tendrá– justificación alguna.

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