"No sé por qué estoy aquí. Digo la verdad. No tengo nada que ver con la policía o el ejército, todo lo que se dijo es falso", dijo Josef Schütz antes de escuchar la sentencia de cinco años de prisión que lo convirtió en el condenado por crímenes de guerra más viejo del mundo.
Porque Schütz tiene 101 años y debieron pasar 77 de terminada la Segunda guerra Mundial para que fuera juzgado y condenado por complicidad en el asesinato de miles de personas cuando era guardia de un campo de concentración.
El Tribunal Regional de Neuruppin encontró a Schütz culpable de ser “cómplice” en el asesinato de 3.518 prisioneros entre 1942 y 1945 en el campo de Sachsenhausen, al norte de Berlín.
"Señor Schütz, usted tuvo un papel activo durante tres años en el campo de concentración de Sachsenhausen donde fue cómplice de asesinatos en masa", declaró el presidente del tribunal, Udo Lechtermann, al leer la sentencia.
Más de 200.000 personas fueron encarceladas en este campo de concentración entre el verano de 1936, cuando fue construido, y el final de la Segunda Guerra Mundial
El magistrado afirmó que, por su presencia en el lugar, el acusado apoyó las acciones cometidas en el campo de concentración. "Todas las personas que querían huir del campo fueron fusiladas. Por ende, cualquier guardián del campo participó activamente en estos asesinatos", dijo.
Entre los detenidos estuvieron opositores políticos a los nazis y grupos perseguidos como los judíos, los romaníes y los sinti. Decenas de miles de personas murieron de hambre, enfermedades, trabajos forzosos, experimentos médicos y malos tratos, en el marco de un plan sistemático de exterminio.
Cuando se leyó la sentencia, que es superior a los tres años que contempla el derecho alemán en casos de complicidad con un asesinato, el acusado permaneció estoico.
"Estoy listo", indicó Schütz más temprano cuando fue trasladado a la sala de la audiencia, vestido con una camisa gris y un pantalón de pijama, sentado en una silla de ruedas.
Su abogado ya había anunciado que en caso de recibir una pena muy dura iba a recurrir a una apelación, lo que retrasaría el cumplimiento de la sentencia hasta inicios de 2023. Dada la avanzada edad y frágil salud del acusado, que comparece en libertad, es poco probable que sea encarcelado.
Durante ninguna de las cerca de treinta audiencias del caso, el procesado expresó el más mínimo arrepentimiento. El lunes, antes del final del juicio, volvió a negar su responsabilidad. "No sé por qué estoy aquí. Digo la verdad. No tengo nada que ver con la policía o el ejército, todo lo que se dijo es falso", se limitó a decir con voz temblorosa.
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