Muerte del general Venancio Flores
Miguel Arregui

Miguel Arregui

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Corridas bancarias en tiempos de cólera

Una historia del dinero en Uruguay (VIII)
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29 de noviembre de 2017 a las 05:00

Venancio Flores dejó el poder el 15 de febrero de 1868. Cuatro días después, el 19, un intento de golpe que lideró el ex presidente Bernardo P. Berro —al grito de "¡Vivan los blancos! ¡Viva el Paraguay!" — terminó en un baño de sangre, incluidos los asesinatos de dos ex primeros mandatarios: Venancio Flores, y el propio Berro, además de unos 500 ejecutados. Montevideo padecía también una grave epidemia de fiebre amarilla que habían introducido los soldados brasileños de paso hacia la guerra del Paraguay. No faltaba desgracia alguna.

El 1º de marzo el general Lorenzo Batlle asumió la Presidencia de un país caótico, después de ganarle la elección en la Asamblea General por un voto al general Gregorio Suárez, un caudillo más bien siniestro conocido como "Goyo Jeta".

Lorenzo Batlle —primero de una estirpe que continuarían por más de un siglo José Batlle y Ordóñez, Luis Batlle Berres y Jorge Batlle Ibáñez— era un militar de prestigio, a quien el condottiero italiano Giuseppe Garibaldi, quien lo conoció durante el sitio de Montevideo, elogió en sus memorias como un hombre valiente, "capaz de la empresa más difícil".

Tiempo de oportunidades

Entre el fin de la Guerra Grande en 1851 y el inicio del Militarismo en 1876, la población de Uruguay se multiplicó casi por cuatro. El país vivió una fase de gran expansión económica, probablemente la mayor de su historia, pese a la violencia y al caos político.

Los historiadores José Pedro Barrán y Benjamín Nahum señalaron que había tres millones de lanares en 1860 y 16 millones en 1868: un incremento de 433% en apenas ocho años. ¿Qué ocurrió?

En una conferencia de 2017, el economista Alfonso Ramos Inthamoussu recordó que durante la Guerra de Secesión en Estados Unidos, entre 1861 y 1865, el algodón sureño dejó de proveer a las fábricas textiles de Inglaterra, Francia o Bélgica, por lo que el precio de la lana subió. Aún antes de la era del alambrado y del ferrocarril, en condiciones muy difíciles, se inició en Uruguay el apogeo de los pastores y de los lanares. Los pastores de origen vasco, además de algunos alemanes e ingleses, manejaban rebaños de entre 800 y 1.200 ovinos. Pactaron un sistema de remuneración variable y crearon las instalaciones necesarias. El régimen de remuneración, que ahora se llama de capitalización, era que un porcentaje de los corderos correspondía al pastor que cuidaba las ovejas. Muchos de esos pastores terminaron comprando tierras, que eran relativamente baratas, lo que —según Barrán y Nahum— formó parte de un amplio proceso de ascenso social.

La Guerra de Secesión estadounidense y la escasez de algodón valorizaron las lanas uruguayas. Se inició el auge de los lanares y el ascenso social de los pastores

"Estos datos son muy elocuentes para replantear la tesis del estancamiento ganadero en el siglo XX", señaló Ramos Inthamoussu en su conferencia en la Universidad ORT. "Las tesis estructuralistas se han basado en la languidez de los ganaderos rentistas que los llevaba a no invertir porque huían del esfuerzo y preferían estar quietos en los campos. Los hechos muestran que con mucho menos civilización hubo en el siglo XIX productores agropecuarios capaces de un gran esfuerzo ante negocios interesantes que funcionaban. O sea que la razón del estancamiento ganadero hay que buscarla en los precios relativos, en los aranceles, en los impuestos".

La quiebra del Banco Mauá

Pedro Bustamante, ministro de Hacienda de Lorenzo Batlle, mantuvo el regreso a la convertibilidad de los billetes de banco en oro a partir del 1º de junio de 1868, contra los deseos de Irineu Evangelista de Sousa, barón de Mauá.

Una nueva corrida bancaria iniciada en 1869, en parte producto de una crisis desatada en Londres, acabó por fin con la filial uruguaya del Banco Mauá, pese a la solidez de su balance: era acreedor por nueve millones de pesos —sólo el gobierno uruguayo le adeudaba siete millones—, aunque casi incobrables, y debía cinco millones a sus depositantes. Pero Mauá había cubierto los atrasos en los pagos del gobierno uruguayo con emisión de nuevos billetes, y no contaba con oro suficiente para apaciguar la corrida.

Junto al Mauá cayeron otras ocho instituciones menores.

El presidente Batlle finalmente destituyó al ministro Bustamante y decretó de nuevo, esta vez por 20 meses, la inconvertibilidad del papel moneda en oro. El Banco Comercial y el Banco de Londres se negaron a acogerse al privilegio del curso forzoso y sostuvieron la convertibilidad, ya que tenían reservas muy sólidas, lo que les significó un enorme prestigio y más depositantes. Mientras tanto Mauá resolvió liquidar sus negocios bancarios en Uruguay y concentrarse en la producción agropecuaria, que regenteaba desde su castillo cercano a Mercedes.

En una carta que publicó en el diario El Siglo el 2 de marzo de 1869, el joven José Pedro Varela responsabilizó de la crisis, no a la falta de dinero, como sostenían los partidarios del curso forzoso, sino a "la montonera económica" en el gobierno y su uso irresponsable del crédito, hasta lograr que nadie quisiera prestarle. "El curso forzoso es una peste", remachó.

Ya entonces el joven José Pedro Varela cumplía un destacado papel revulsivo. El filósofo e historiador Arturo Ardao señaló en su ensayo "Espiritualismo y positivismo en el Uruguay" que Varela "fue el verdadero iniciador (tras su viaje a Europa y Estados Unidos en 1867 y 1868) de la influencia sajona que revitalizó todos los aspectos de nuestra cultura en el último cuarto (del siglo XIX); el verdadero iniciador, en sus dos libros fundamentales, del movimiento de reforma universitaria que tuvo su realizador en Vásquez Acevedo de la década de 1880 en adelante; el verdadero iniciador, en fin [...], del tipo de acción emanada de la filosofía positivista".

En su formidable "Los bancos", de dos tomos, el historiador Juan Pivel Devoto reprodujo unas largas coplas que publicó en marzo de 1869 el diario La Tribuna, que ya no era tan fervorosamente "cursista" como antaño, y que se iniciaban así:

  • Como sabe, soy tropero
  • al norte del río Negro,
  • y estoy allá con mi suegro
  • en trabajos de estanciero.
  • Vendimos dos meses há
  • un ganao a Juan Chaló,
  • el cual en pago largó
  • nacionales de Manguá.
  • Ayer juí a la ciudad
  • a ver si hacía unos cobres
  • pero, qué amigo, a los pobres
  • los desprecian por allá.
  • El Banco estaba cerrao
  • (...)
  • porque estaba liquidao.

El curso forzoso podía prestarse para robar el dinero a las personas, como en el siglo siguiente lo haría la inflación.

En 1870, por presión de Brasil a través de José María da Silva Paranhos, vizconde de Río Branco y "hermano masón" de Mauá, el gobierno de Lorenzo Batlle autorizó de nuevo al banco a emitir billetes a partir del 17 de noviembre de ese año, según narró el politólogo paulista Jorge Caldeira en su minuciosa biografía de Mauá. También se le permitió vender en Londres las acciones de la Compañía de Gas de Montevideo, hecho que se concretó en marzo de 1872, y dio origen a la firma Montevideo Gas Company and Dry Docks Ltd, que permaneció activa hasta 1974 en la capital uruguaya.

A fines de 1874 y principios de 1875, cuando el golpe de Estado de Pedro Varela, con el ministro de Guerra, Lorenzo Latorre, como hombre fuerte, se gestó otra gran corrida en busca de oro debido al desquicio de las cuentas del gobierno.

El Banco Mauá cerró sus puertas definitivamente el 23 de febrero de 1875, el "año terrible", y quedó en manos de una comisión liquidadora. Posteriormente el dictador Latorre saldó parcialmente la deuda del Estado y el Banco Mauá pudo pagar a sus ahorristas y acreedores.

Una sucesión de corridas hacia los bancos

El principal tomador de préstamos de los primeros bancos, en especial el de Mauá, fue el mismo gobierno uruguayo, siempre metido en terribles dificultades financieras. Mauá emitía billetes muy por encima de sus reservas en oro y plata para otorgar préstamos compulsivos y financiar guerras civiles o conflictos internacionales.

La desconfianza generó una serie de "corridas". Los rivales de Mauá, en particular acaudalados comerciantes y los bancos Comercial y de Londres, reunían todos los billetes que podían y concurrían a las ventanillas del banco emisor a canjearlos por oro y plata.

Tanto el Banco Comercial, cuyos accionistas eran empresarios locales, como el Banco de Londres, cuyos accionistas residían en Gran Bretaña, fueron en general muy escrupulosos en la emisión de dinero y mantuvieron fuertes encajes en oro, por encima de lo estipulado por la ley, para responder en caso de "corridas". Eso les significó una gran confianza entre los ahorristas criollos. No prestarían a los veleidosos gobiernos de entonces, al menos como regla general, y sobrevivirían a todas las crisis bancarias del siglo XIX, que fueron muchas.

Otros grandes emisores imprudentes, además del Mauá, fueron el Banco Italiano, que sólo sobrevivió de 1866 a 1868, y el Banco Montevideano, que operó entre 1865 y su quiebra en 1868, dirigido por Pedro Varela, un político oportunista que se especializó en préstamos de corto plazo a los funcionarios que cobraban sus sueldos con retraso.

Sucesivos gobiernos declararon la inconvertibilidad o curso forzoso de los billetes por cierto tiempo debido a la desconfianza de los tenedores en 1864, 1866, 1867, 1868, 1870 y 1890.

Las clases más educadas o acomodadas y los políticos se dividieron en "oristas" (partidarios de la convertibilidad obligatoria de los billetes en oro y plata, como forma de evitar el caos) y los "cursistas" (proclives al curso forzoso, sin canje ni respaldo estricto en metálico). Entre los "oristas" se contaban los jóvenes liberales o "principistas", en tanto que entre los "cursistas" destacaban Mauá y su entorno y el caudillo colorado Francisco Caraballo. "La rivalidad llegó a tal punto que circulaban monedas con la inscripción 'Vivan los oristas, mueran los cursistas'".

Después que en 1869 el presidente Lorenzo Batlle decretase otra vez el curso forzoso, se realizaron manifestaciones callejeras y 17 diputados fueron expulsados del Parlamento por no concurrir a las sesiones donde se debatía el asunto y se convocó a sus suplentes.

Próxima nota: La increíble guerra entre partidarios del patrón oro y sostenedores del curso forzoso del papel moneda

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