8 de julio 2025
Dólar
Compra 38,95 Venta 41,45
13 de junio 2023 - 5:01hs

El aumento de la violencia es uno de los efectos secundarios más preocupantes del avance de la extrema derecha dentro de las instituciones y la cultura política francesas. El partido Agrupación Nacional (ex Frente Nacional), de Marine Le Pen, ahora tiene ochenta y ocho escaños en la Asamblea Nacional, un récord bajo la Quinta República.

El periodista y político protofascista Éric Zemmour no obtuvo el resultado esperado en las elecciones presidenciales de 2022, pero su radicalismo rompió todas las barreras dentro del establishment conservador, haciendo que Le Pen parezca casi moderada en comparación. El gobierno y los principales medios de comunicación con frecuencia alimentan las ansiedades de la extrema derecha sobre una identidad nacional que se deshilacha, o el avance de la “descivilización”, como lamentó el presidente Emmanuel Macron en una reunión de gabinete a fines de mayo.

“Desde el punto de vista de la representación política y la visibilidad, la extrema derecha nunca estuvo más presente a nivel nacional”, dice Arié Alimi, un abogado que brindó asesoría legal para el municipio de Stains en el área de París, cuyo ayuntamiento fue asaltado por militantes del grupo de extrema derecha Acción Francesa en octubre pasado. “Esto liberó espacio para todo tipo de acciones violentas”.

Más noticias

La creciente agresión de la extrema derecha se puede ver en un amplio espectro de actividades diferentes, que van desde lo que podría describirse como “activismo” –que a menudo se convierte en violencia callejera de bajo nivel– hasta conspiraciones más amplias, ataques violentos selectivos o asesinatos de figuras políticas.

El juicio de los trece miembros del llamado grupo Barjols, detenidos en 2018 por tramar un plan de gran alcance para asesinar a Macron y realizar una serie de ataques contra la comunidad musulmana, finalizó en el pasado mes de febrero con una serie de absoluciones y algunas cortas penas de prisión.

Este mes se cumplen diez años del asesinato del activista antifascista y de izquierda Clément Méric, de dieciocho años, a manos de los skinheads. Todavía hoy, la violencia de extrema derecha es en gran parte obra de grupos juveniles como Acción Francesa, Grupo Unión Defensa y Génération Identitaria, que fue formalmente “disuelta” o prohibida por el Ministerio del Interior a principios de 2021.

Con membresías fluidas y superpuestas, estos grupos suelen recurrir a las protestas callejeras y, a menudo, persiguen a los activistas y estudiantes de izquierda. Durante períodos de intensos movimientos sociales, se autodefinen como vigilantes del orden, como cuando una pandilla de extrema derecha asaltó en 2018, con la ayuda del decano de la facultad de Derecho, a un grupo de estudiantes que ocupaban la Universidad de Montpellier.

El partido de izquierda La France Insoumise también se encontró en el punto de mira, con activistas y eventos que enfrentan hostigamiento o ataques directos por parte de grupos fascistas. En un video de junio de 2021 titulado “¿Es el izquierdismo a prueba de balas?”, Papacito, un ícono de la extrema derecha, escenificó en YouTube el simulacro de ejecución de un partidario de la organización de Jean-Luc Mélenchon.

Siguiendo el ejemplo de los grupos aceleracionistas en los Estados Unidos, que buscan la intensificación del conflicto social y racial, las corrientes más extremas idean planes para organizar ataques con la esperanza de provocar un conflicto interracial y evitar el supuesto “gran reemplazo” de la población blanca de Francia.

Un informe del 31 de mayo publicado en el semanario Le Canard Enchaîné cita documentos clasificados del servicio de inteligencia francés que afirman que 1.300 personas asociadas con la extrema derecha están en los llamados registros S, lo que indica que se consideran una amenaza potencial para la seguridad pública.

Pero es probable que el número sea considerablemente mayor. Como estimación mínima, el historiador de la universidad de Montpellier, Nicolás Lebourg, señala a las aproximadamente 4.500 personas que votaron en las elecciones europeas de 2019 por el micropartido neofascista Dissidence Française, que pidió un golpe de Estado para derrocar a la República. A principios de la década de 1960, según Lebourg, los servicios de inteligencia estimaban que había 7.600 individuos de extrema derecha susceptibles de recurrir a la violencia.

Lo que es aún más difícil de rastrear es la amenaza de posibles agresores solitarios, criados en la oscura cultura de extrema derecha en Internet. A finales de diciembre de 2022, un hombre de 69 años mató a tiros a tres personas en un centro cultural kurdo de París, días después de salir de prisión y un año después de asaltar un campamento de inmigrantes en la capital, hiriendo a dos con un arma blanca.

Historias como estas, aunque impactantes, normalmente eran tratadas como misceláneas, pero un escándalo reciente generó un grado inusual de atención a la amenaza que representan los individuos y activistas de extrema derecha.

En marzo, agitadores no identificados incendiaron la residencia privada de Yannick Morez, el alcalde de centroderecha de la ciudad de Saint-Brevin-les-Pins, en el oeste de Francia. La ciudad había sido escenario de agitación local de extrema derecha en oposición a la construcción prevista de un centro para solicitantes de asilo a instancias del gobierno nacional.

Morez renunció a su cargo el 10 de mayo, acusando a las autoridades estatales de ignorar las advertencias y amenazas de muerte que había recibido. Cediendo a la presión de la extrema derecha local, la ciudad de Callac, en Bretaña, se retractó en enero de su decisión de aceptar un centro de inmigrantes similar.

“Los objetivos cambiaron”, le dijo Alimi a Jacobin este invierno, antes del ataque de Saint-Brevin-les-Pins. “Los grupos de extrema derecha ya no dudan en atacar instituciones, como ayuntamientos u oficinas electorales o marchas patrocinadas por partidos políticos y a las que asisten funcionarios electos”.

Sin duda, esta agresividad creciente es también un síntoma de la reconfiguración de fuerzas dentro del arco político de la derecha. Si bien el partido Reconquista, de Eric Zemmour, es electoralmente débil, con sólo un puñado de funcionarios electos, en su mayoría a nivel local, tratan de mantener su relevancia actuando como un grupo de presión conectado con el ecosistema militante de extrema derecha.

La politóloga Bénédicte Laumond argumenta que las energías actuales de la extrema derecha reflejan un “cambio que se está produciendo dentro de la extrema derecha no partidista, con Reconquista atrayendo a militantes dedicados e integrándose en la subcultura de los grupos de extremistas”.

La diversa fauna de grupos neofascistas de Francia apoyó abrumadoramente la candidatura de Zemmour en las elecciones presidenciales del año pasado. Esta proximidad se expresó mejor con la presencia de los llamados zuavos, una pandilla fascista con sede en París, disuelta formalmente por el Ministerio del Interior a principios de 2022, en el lanzamiento de campaña de Zemmour en diciembre de 2022, cuando sus miembros agredieron a un grupo de activistas antirracistas.

Si bien existe una percepción generalizada de que el partido de Le Pen se distanció formalmente de las bandas de extrema derecha, esto parece difícil de admitir dadas las profundas raíces de su partido dentro de este ecosistema.

En una movilización fascista en París el 6 de mayo, dos de los exasesores cercanos de Le Pen fueron vistos marchando en medio del mar de militantes que ondeaban la bandera celta. Para este oscuro punto débil de la sociedad francesa, el clima político actual es, en última instancia, el de un aumento de los discursos, actitudes y acciones extremas a las que el gobierno y las instituciones no logran neutralizar con éxito.

(Extractado de Jacobin)

Temas:

Francia

Seguí leyendo

Te Puede Interesar

Más noticias de Argentina

Más noticias de España

Más noticias de Estados Unidos