Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > CULTURA

Cuando el cine era del barrio

El recién editado libro Los programas hablan es tanto un recuerdo de las viejas salas montevideanas como un reflejo del estilo de vida de décadas pasadas
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15 de noviembre de 2015 a las 05:00
Una visita al cine suele ser, desde los inicios de esta forma de entretenimiento, un ritual. Cada paso previo al inicio de la función se repite sin falta. Se retira la entrada que se compró por internet, se compra el pop y el refresco, se hace la fila, se entrega el boleto al empleado que, a cambio, entrega los lentes 3D. El espectador se acomoda a gusto en la butaca reservada para esperar que las luces se apaguen y empiece la función.

Hace algunas décadas, el proceso era similar, solo que la entrada se compraba solo en el lugar, los bizcochos comprados en la panadería estratégicamente ubicada en las cercanías del cine reemplazaban al pop y, al entrar a la sala, se otorgaba una propina al portero o acomodador, que a cambio entregaba un programa en el que se daban datos de la función que comenzaría poco después.

La capital uruguaya supo acumular 105 salas de exhibición repartidas por los diferentes barrios, que durante el año 1953 vendieron 19.152.019 entradas a los poco más de 800 mil habitantes de la ciudad. Eso quiere decir que cada montevideano visitaba un promedio de 24 veces al año el cine.

En los tiempos anteriores a Netflix, el cable y la televisión abierta, el cine era una de las formas más accesibles de entretenimiento, con módicos precios y puertas abiertas durante toda la semana. Pero el séptimo arte era también una fuente de noticias, con los breves cortos informativos que se exhibían antes de las películas, así como un punto de encuentro social.

Bancos, automotoras, teatros, múltiples iglesias pentecostales, oficinas, la sede del PIT-CNT, depósitos de mercadería o fábricas han sido algunos de los destinos de varios de los viejos cines montevideanos. Algunos edificios se mantienen intactos, aún reconocibles. Otros han sido transformados.

De aquellos cines prácticamente ninguno sigue destinado a esa actividad, pero el crítico cinematográfico Álvaro Sanjurjo recuerda y trae al presente aquella época con su recién editado Los programas hablan. En el libro repasa la historia de cada sala, pero también del país, a través de los folletos que se entregaban a los espectadores antes de las funciones.

Provenientes tanto de la colección personal de Sanjurjo como de colegas y archivos históricos, según el autor, estos rectángulos de papel contaban tanto la realidad de los cines de las décadas de 1920 a 1960, como de las películas y de la sociedad en general.

Hoy en día los programas están en desuso, si bien aún se pueden encontrar en las salas de cine. Es que resulta más práctico consultar la cartelera por internet. De todas maneras, ver aquellos papeles es tanto un ejercicio de nostalgia para los más veteranos como una curiosidad para los más jóvenes, algo que Sanjurjo destaca en entrevista con El Observador.

"Que cada uno se haga su libro, en base a sus recuerdos o descubrimientos", dice Sanjurjo. El libro es, en definitiva, una instantánea de Montevideo en una época puntual.

Quítese el sombrero

En el libro se incluyen documentos de estrenos históricos. Por ejemplo, en el de Rock around the clock el público bailaba frente a la pantalla del cine Plaza, mientras que en el programa de La posada maldita se destacaba la dirección de Alfred Hitchcock, algo poco frecuente en tiempos donde importaban sobre todo los nombres de los actores. También resaltan presentaciones de clásicos como Que verde era mi valle o De aquí a la eternidad.

A su vez, los programas permiten conocer datos de la sociedad de la época. Había precios diferenciales para hombres, mujeres y niños, impuestos para la lucha contra la tuberculosis, mensajes para vacunar a los niños contra la difteria o para que los jóvenes uruguayos se enrolen el ejército. Incluso aparecía un pedido que hoy resulta llamativo, pero que en una época en la que al Centro se iba con las mejores galas, no era extraño: "Por orden municipal debe quitarse el sombrero en la sala".

Funciones particulares


Los programas hablan también destaca funciones especiales o que fueron escenario de algunas curiosidades. Un ejemplo son aquellas tanto a favor como en contra de las dos facciones que luchaban en la guerra civil española. Así, mientras un programa del cine Capurro invitaba a una proyección a beneficio de la organización España democrática, contraria al gobierno dictatorial de Francisco Franco, en 1964 el cine Luxor presentaba Sinfonía española, un filme documental que presentaba un retrato idílico del país ibérico.

Más allá de cuestiones políticas, el libro de Sanjurjo también ilustra funciones a beneficio para escuelas y liceos, y relata hechos ajenos a las proyecciones pero que también involucran a los variopintos cines montevideanos.

El 1° de mayo de 1945 se produjo el triunfo de los ejércitos Aliados sobre la Alemania nazi. El diario El Día, ubicado en 18 de Julio y Yaguarón, colocó en su fachada las banderas de los triunfadores, salvo por la de la Unión Soviética, por cuestiones ideológicas.

Esto generó disturbios en el centro de Montevideo, en los que se saquearon comercios y se provocaron daños en varias salas de cine céntricas. Mientras eso sucedía, el hall del entonces cine (y hoy teatro) Metro, se convirtió en una enfermería de emergencia.

El Metro, explica Sanjurjo, tiene la particularidad de tratarse del único cine uruguayo que era propiedad de una empresa internacional, la Metro Goldwyn Meyer, que estrenaba allí en exclusividad sus películas, las cuales no podían volver a exhibirse en otro cine local hasta pasados 90 días. "La Metro tenía salas en varios países. Las demás empresas tenían vínculos con algunas distribuidoras, pero en este caso era la propietaria del cine", cuenta.

En el libro también hay espacio para los cines que tenían un perfil "para adultos", como el cine Hindú, de la Ciudad Vieja, o el céntrico Luxor, donde se realizaron varias exhibiciones de películas "franja verde". La expresión hace referencia a un aviso sobreimpreso en el programa donde se advertía que el filme era "no apto para menores de 18 años e inconveniente para señoras y señoritas".

Por otra parte, llama la atención ver cómo ocasionalmente se utilizaba como argumento de promoción que una determinada película estaba "prohibida en Argentina", tanto por cuestiones de contenido como por quienes participan en ella.

El autor de Los programas hablan describe también el camino que una película recorría desde la llegada de sus rollos al país, con meses de retraso luego de su estreno en Estados Unidos. En primera instancia se estrenaba en una sala puntual del Centro. "No era como hoy, que se estrena en todos los cines al mismo tiempo", aclara.

Luego se llevaba a otros cines céntricos, que tenían precios más baratos: los llamados "de cruce". El paso final era el cine barrial, donde los desgastados rollos de película se cortaban y saltaban con cada vez mayor frecuencia hasta su retiro definitivo.

Cada día actúa mejor

Gardel cine
Carlos Gardel en su época como actor
Carlos Gardel en su época como actor

Sobre el final del libro se presenta lo que Sanjurjo considera "la filmografía más completa de Carlos Gardel", donde se recopilan detalles de cada una de las películas en las que participó el cantante, incluyendo detalles poco conocidos como el nombre del director de cada filme y recopilando las canciones que interpreta en cada una de ellas. Para esto, el autor recopiló datos de diversas fuentes y contó con el acervo de material de su colega José Carlos Álvarez.

También hay programas relacionados con películas uruguayas, como El héroe del arroyo de oro, o vinculadas al país, como una exhibición de la final de fútbol de los Juegos Olímpicos de 1924, en la que la selección uruguaya salió campeona del mundo por primera vez.

Fin de la función

Suele acusarse a la televisión de haber provocado el fin de la era dorada del cine. Para Sanjurjo, la pantalla chica tuvo parte de la culpa, pero no fue la única responsable de un hecho que se dio casi en simultaneo en Estados Unidos y Uruguay.

En el país del norte, la Segunda Guerra Mundial llevó a que muchas familias pudieran comprar su propia casa con el dinero ahorrado durante los años de conflicto, donde había poco en qué gastar. En Uruguay, por su parte, los bancos privados y el Banco de Previsión Social facilitaban préstamos para que la gente accediera a su segunda casa: la residencia en el balneario.

Así, en Estados Unidos la gente destinaba el tiempo que pasaba en el cine a viajar de sus trabajos a sus nuevas casas en los suburbios, mientras que el público uruguayo destinaba el fin de semana a aprovechar su casa fuera de Montevideo, en vez de en una de las matinés de los cines barriales, que comenzaron a desaparecer. Esta situación fue precipitada por la llegada de los multicines que hoy pueblan cada uno de los shoppings montevideanos. De todas formas, Sanjurjo aclara: "Fue el fin de uno de los diversos envases que tiene el cine. Fue una crisis de las salas, el cine nunca estuvo en crisis".

Viejos cines hoy


Cine Alcázar
Cine Alcázar
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Propiedad de la empresa Glücksmann (poderosa empresa de distribución, exhibición y equipamiento para cines, que poseía salas en varios puntos de la ciudad), destacaba sobre todo por su arquitectura, inspirada en el Alcázar de Sevilla. Esto le valió ser denominado como edificio de interés histórico. A la salida de ese cine fue asesinado José Salvo por órdenes de su yerno, Ricardo Bonapelch. Ubicado en Agraciada y Lucas Obes, donde hoy funciona un gimnasio.

Cine Pocitos
Cine Pocitos
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La Glücksmann también fue propietaria del cine Rex Pocitos (posteriormente Pocitos, a secas), sala inaugurada en 1920. Con el tiempo se integró al circuito de Cinemateca, de la que sigue formando parte hasta el día de hoy. Durante la dictadura militar más reciente fue sitio de encuentro para movimientos políticos de izquierda. El Pocitos es hoy el cine más antiguo de Montevideo. Ubicado en Chucarro 1036, funcionan allí un videoclub y la Escuela de Cine del Uruguay, además del cine.

Cine Plaza
Cine Plaza
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Su cierre en 2013 generó reclamos entre los que consideraban que la Intendencia de Montevideo debía expropiar el edificio de la Iglesia Pentecostal que lo había adquirido y que funciona hoy allí. En este cine fundado en 1950 se estrenaron hitos del séptimo arte asociado al rock, como Rock around the clock y A hard day's night, la primera película de los Beatles. Ubicado en la Plaza Cagancha, junto a otro viejo cine, el Central.

Cine Cosmópolis
Ejemplo clásico del cine de bario, el Cosmópolis fue uno de los cuatro cines que en su momento hubo en el Cerro de Montevideo. Propiedad de la empresa Censa, funcionó entre 1949 y 1965, y contaba con 1.284 butacas, siendo así el más grande del barrio y el sitio de estreno de quince películas. Ubicado en Viacaba y Grecia, hasta hace algunos meses se podía encontrar en internet un aviso clasificado en el que se ofrecía la venta del local por US$ 360.000.

Cine en el estadio
Tribuna América
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Por muy llamativo que pueda resultar hoy, el Estadio Centenario funcionó ocasionalmente como sala de cine, en concreto entre el 1° y el 23 de enero de 1951. Con una pantalla ubicada sobre el campo de juego, la tribuna y platea América albergaron espectadores durante esas jornadas de exhibición, con precios similares a los de los cines normales. No volvería a suceder algo similar hasta 2014, cuando el documental Maracaná se proyectó en el estadio más importante del país.

Cine Censa
Cine Ópera
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Un incendio en sus oficinas fue el principio del fin para la empresa Glücksmann, que tuvo en la Censa su principal competidora. Esta empresa fue propietaria del cine homónimo, ubicado en 18 de Julio y Magallanes, que supo ser el más grande de la ciudad. Tenía 2.715 butacas, una cifra impresionante bajo los estándares contemporáneos. Cerró en 1989. Su estructura alberga hoy una galería comercial y su tertulia está ocupada por el cine Ópera.

Cine Trocadero

Se inauguró en 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, y con uno de los estrenos más icónicos de aquella época: El gran dictador, la sátira de Charles Chaplin. Simpatizantes uruguayos del nazismo causaron disturbios ante la presentación de dicho filme. Luego de cada función solía tocar la banda Lecuona Cuban Boys. Con 1.241 butacas, era una de las salas más grandes del centro montevideano. Cerrado en 2001, fue una iglesia, una tienda de ropa y actualmente se encuentra en proceso de reforma. Ubicado en la esquina de 18 de Julio y Yaguarón.

Cine Metro
Cine Metro
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Propiedad de la empresa Metro Goldwyn Meyer, que repetía en 1936 una iniciativa que desarrollaba en otros países del mundo al instalar cines que exhibieran sus estrenos más recientes en exclusividad. Incluso se utilizaba el mismo diseño arquitectónico en cada uno de los "Metros" que hay en todo el planeta. Allí se estrenó, por ejemplo, Lo que el viento se llevó, en 1940. Reconvertido como teatro, continúa funcionando. Ubicado en San José y Carlos Quijano.

$850
Es el precio de Los programas hablan, de Álvaro Sanjurjo Toucon (Ediciones del cuartito, 160 páginas)

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