El investigador entrevistó a 26 personas de Minas que usan la tablet del Ibirapitá.

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¿Cuánto impactan las tabletas del Ibirapitá en la vida de los adultos mayores?

Una investigación hecha en Minas revela las ventajas e inconvenientes que consideran los adultos mayores sobre este dispositivo móvil
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06 de octubre de 2021 a las 05:02

“Una etapa de aprendizaje, actividad e integración en la vida social”. Estas fueron palabras de Tabaré Vázquez en el año 2016 cuando habló de cuáles eran los objetivos del Plan Ibirapitá, el programa de tabletas para jubilados.

Pero, ¿qué tanto ha impactado esta tecnología en la calidad de vida de los adultos mayores? El investigador Alexander Castleton Flores se comprometió a investigar sobre este asunto y publicó un artículo que fue divulgado en abril de este año en la Revista de Cultura Digital y Movimientos Sociales. 

El objetivo de la investigación, titulada,Tecnologías digitales carismáticas, imaginario sociotécnico y ambivalencia, fue explorar el significado de las tabletas en la vida de algunas personas mayores en la ciudad de Minas, una ciudad de 45 mil habitantes y una cobertura del 97% de LTE en el territorio.

Los investigadores entrevistaron a 26 personas cuyas edades oscilaban entre 58 y 97 años. Los trabajos de estos jubilados fueron administrativos, rurales y comerciales. Todos (menos uno) tenían un teléfono inteligente y un 75% poseían computadoras de escritorio o laptops.

La tableta ¿cambió sus rutinas?

Las primeras respuestas ante esa pregunta tendieron a ser positivas. “Aunque hay una distancia de miles de kilómetros, po­dés comunicarte y ver muchas cosas que de otra manera serían imposibles. No puedo decir si mi vida es mejor; al menos es más práctica en muchos sentidos, principal­mente debido a la comunicación”, contó Raúl, un trabajador rural jubilado de 68 años que trabaja en su propia chacra.

Según el estudio, ese tipo de respuestas fueron “constantes” en la mayoría de los participantes de la investigación. Muchos de ellos refirieron a la comunicación y al entretenimiento cuando hablaban de la tableta. Se trata de las principales funciones.

Pero también han mostrado una postura crítica y de cierto rechazo. Cuando se les preguntaba cuánto mejoraban, muchos de ellos lo cuestionaban. Gloria, extrabajadora municipal de 76 años,  fue consultada sobre si su vida ha mejorado con la tableta en algún sentido. “No. Mi vida es la misma”, contestó. Raquel, exmaestra de escuela de 72 años, dijo: “No sé… no lo creo”.

Álvaro, un extrabajador del sector rural, opinó: “Para mí es lo mismo. Trabajo en mi chacrita y no dejo de trabajar por la tablet. Si tengo que trabajar, salgo a trabajar”.

El investigador concluyó que los participantes mostraron una posición “ambivalente”. Muchos de los participantes mencionaron algunos usos y cosas que les gusta hacer con la tableta, generalmente con la ayuda de familiares o personas de confianza, dicen en la investigación.

Por contrapartida, presentan una postura “crítica” y de “cierto rechazo” al dispositivo móvil y a otras tecnologías.

¿Cuánto ayudan los centros de capacitación?

Rodolfo, quien trabajó en una distribuidora de bebidas, dijo que no había nada nuevo que le enseñaran en estos sitios, por lo que se frustró y perdió el interés.

“A Rodolfo no le apetecía aprender las generalidades de la tablet: mencionó que quiere un uso más pragmático para cuestiones como la comunicación con los miembros de la familia”, dice en la investigación.

En el mismo sentido se refirió Sara, de 69 años. “El problema es que quizás las clases no brinden una instrucción completa de todo lo que nos interesa. Hay muchas cosas, no solo internet, sino también comunicación, hablar por teléfono, algunas llamadas que puedes hacer gratis”, indicó.

Lucía, quien fue cocinera y tiene 80 años, habló sobre la necesidad de repetir las acciones para aprender de verdad. “Cuando te la dan, te dicen ‘aquí sacás fotos, aquí hacés esto o lo otro’; pero salís de allí y no sabés nada. Te olvidás de todo”, dijo.

En otros casos, el problema era que algunos adultos mayores cuentan con una rutina establecida que les impedía ir a las capacitaciones. Entonces, rápidamente perdían el interés. Le sucedió a Jorge, un expintor de construcción, de 71 años. “Cuando recibí la tablet, estaba muy emocionado; incluso quería ir a clase. Pero bueno, eran por la tarde”, expresó.

Sofía, hija de Violeta, una de las adultas que fueron entrevistadas y que trabajó como costurera– afirmó: “Ella (Violeta) se pone ansiosa porque la tableta va lenta”. Graciela, por ejemplo, describió esa lentitud como un defecto personal: “El problema es que la tableta es lenta y yo soy impaciente”,

Selva, maestra de escuela, dijo que su tableta a veces “se apaga repentinamente”. “No sabés qué hacer (...) Es lento y hay que esperar. Quien toma mate, probablemente tomaría tres mientras espera que aparezcan las cosas...”. Y se preguntó: “¿Por qué esperar tanto si el teléfono es instantáneo?". 

Las fallas
En la investigación, los entrevistados señalan que las tabletas “se rompían fácilmente” y necesitaban actualizaciones. También requieren que las personas mayores tengan cuidado con el cargador. También se señaló que “es común” que los dispositivos terminen siendo enviados a Montevideo para ser reparados. Este hecho puede desanimar “aun más” su uso porque lleva tiempo y un costo promedio de 500 pesos para los usuarios.

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