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Danny DeVito, el actor que empezó como esteticista

Actor, director, productor, guionista, empresario, hotelero.. Danny DeVito lo ha sido todo en el cine y fuera de él, pero a sus 73 años se mantiene fiel a un lema: "Vive el momento sin pensar en el futuro".
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14 de octubre de 2018 a las 13:02

"Cuando entraba en una habitación, todo el mundo se le quedaba mirando". De esta forma son recordadas habitualmente leyendas del cine como Marlon Brando, Orson Welles o John Wayne. Figuras prominentes, con una presencia y tallaje fuera de lo normal. No es el caso de Danny DeVito, pero tampoco le hace falta. Nada más entrar por la puerta de una suite del Hotel María Cristina de San Sebastián, el actor, director, productor, guionista y empresario hostelero se hace con la situación sin esfuerzo. Da igual el número de personas que circulen a su alrededor, o que tenga 73 años y la noche anterior la hubiera dedicado a poner en pie a un abarrotado Kursaal al recibir el Premio Donostia. "Hice lo posible por no emocionarme", dice con una sonrisa de oreja a oreja. Pide un té verde, pero la falta de menaje hace que se lo sirvan en una taza de espresso. Lo que hubiera sido una crisis de protocolo para más de una -y de dos- personalidades de Hollywood, él la transforma en un chiste: "¿Qué es esto verde que me dais? ¿Un chupito? ¿A estas horas?".

Tras recoger y hacer suyas las risas de todo el personal que lo acompaña -agentes de prensa, organización, maquilladoras-, se acomoda en un amplio sofá gris que hace juego con su camisa mientras estos abandonan las dependencias. Escucha con detenimiento la primera pregunta mientras sus ojos se mueven inquietos tras sus voluminosas gafas. Parecen haberse trasladado al pasado en un instante, reviviendo cada paso de lo que describe, como el origen de su capacidad para "captar la esencia humana", tal y como describió el director J. A. Bayona al entregarle el galardón del festival donostiarra.

Orígenes modestos

"Por regla general, intento no pensar demasiado en eso. No me detengo mucho en lo que hago, trato de vivir el momento. Me centro en vivir el presente y tomar las decisiones necesarias para poder sobrevivir y seguir adelante. Cuando eres pequeño y no te puedes permitir ir al colegio o la universidad, por ejemplo, tienes que trabajar para conseguir tu dinero. Debes empezar en una empresa, en un entorno ajeno. Entonces, si tienes suerte, encuentras gente a tu alrededor que te ayuda, que te aconseja... En mi caso, mi hermana me ayudó muchísimo durante unos años, justo antes de que yo empezara a actuar", recuerda.

Los pensamientos de DeVito se han trasladado a principios de los años 60, cuando deja su trabajo en las atracciones del paseo marítimo de Ocean Avenue en Asbury, Nueva Jersey (EEUU), estado en el que nació el 17 de noviembre de 1944. Ha empezado a trabajar en la peluquería de su hermana Angie, donde ejerce de esteticista y es conocido como "el señor Dan". Aquella fue una decisión que cambió todo. "Gracias al trabajo en su peluquería pude pagarme posteriormente mi nueva vida, pude iniciar una nueva etapa en Nueva York y pude entrar en la Academia Estadounidense de Arte Dramático. Todo sucedió de tal manera que te hace pensar en el efecto de las cosas, en como un hecho te lleva a otro y a otro".

Sus palabras parecen procedentes de la experiencia, pero lo cierto es que su precocidad viene de joven. En su última película, Smallfoot, pone voz a un yeti ensimismado en seguir las tradiciones sin plantearse qué hay detrás de ellas, cosa que sí hace su hijo, Migo. Un argumento que guarda muchos paralelismos con su propio periplo vital, con una diferencia crucial: él era el joven que sentía que vivía en un mundo diferente al de sus progenitores. Por eso, a los 14 años, les pidió ser internado en un colegio católico, el Oratory Prep School, para evitar meterse en los problemas que bullían en las calles. "La verdad es que yo mismo lo pensé cuando decidí hacer la película. Era muy curioso, porque tuve una relación similar con mi padre. Él siempre quiso lo mejor para mí en absolutamente todo. Pero tú creces con él, en paralelo. Y mientras tu progenitor envejece, empiezas a cuestionarte ciertas cosas que ellos mismos te han estado contando desde pequeño. Cosas que de niño no te planteabas. Pero siempre tuvimos una buena relación. Nos respetábamos. Por eso es importante tener en mente que hay que respetar a los mayores, que ellos han querido y quieren lo mejor para ti. Pero también hay que tener claro que, si llega el momento y surge el debate, no pasa nada por cuestionar las cosas".

Ayudar y vivir

DeVito sonríe mientras su gruesa mano derecha se toca su brazo izquierdo, dolorido por una vieja lesión en el hombro. No lleva pulseras, ni anillos, ni reloj. Se recuesta y parecer calibrar todo lo que ha dicho hasta el momento: vivir el momento, respetar a los mayores, dejarse aconsejar y "ayudar y ser ayudado". Palabras que son una constante en su carrera. En 1975, el director Milos Forman le permitiría mantener el papel de Martini en Alguien voló sobre el nido del cuco, el mismo que había representado en las tablas del Off-Broadway. Su siguiente proyecto de entidad fue Taxi, serie de televisión donde compartía desventuras con el malogrado cómico Andy Kaufman y que lo convirtió en una estrella. En 1999, sería el propio DeVito el que produciría la película Man of the Moon, basada en la vida de Kaufman y en la que contrataría como director a... Milos Forman. "Lo positivo, lo que creo que hay que hacer, es mantener serena la mente, intentar mirar siempre el lado bueno de las cosas. Y si vienen mal dadas, apoyarte en la gente que tienes cerca, en tu círculo más cercano, dejar que te ayuden para poder cumplir tus deseos. Y luego, ayudarlos tú a ellos. Y vivir", manifiesta rotundo.

Esta constante le hizo trabajar con quien fuera su compañero de piso, Michael Douglas, en Tras el corazón verde (1984) y La Joya del Nilo (1985). Luego, tras debutar como director en la televisiva El juego de las audiencias (1984), lo dirigiría en La Guerra de los Rose (1989). Cuando empezó a notar que siendo realizador era el rey del rodaje, pero no quien tenía la última palabra en el resultado final, se hizo productor. Al frente de Jersey Films invirtió en más de 20 películas, entre las que destacan Pulp Fiction (1994), que consagró a Quentin Tarantino, Erin Brockovich, de Steven Soderbergh (2000), por la que estuvo nominado al Oscar. La productora se ha refundado, aunque no oculta su origen: se llama Jersey Film's 2nd Avenue.

El actor reflexiona sobre su evolución. "Todo lo que haces en tu vida puede ser educativo. Realmente la forma de aprender a hacer las cosas es haciéndolas, tratando de formarte con cada una de ellas. Al menos eso es lo que yo hago. Comparas y vas recopilando diferentes cosas desde tu punto de vista y con ello vas aprendiendo. En el cine yo empecé concentrado en mi faceta de actor. Así aprendí a conocer el entorno, a saber enfocar. Y luego me pasé al otro lado. Obviamente, ahora entiendo mejor a los productores y a los directores tras haber ejercido como tal. También he hecho algún guion junto a otros escritores y creo que ese es otro viaje increíble en el que sigo aprendiendo. El resumen es que sigo en marcha y cada experiencia nueva me hace más fuerte".

Con una taza de té verde de grandes dimensiones ya en su poder, DeVito se explaya: de la forma artesanal de la escritura salta a las innovaciones del cine actual. "Amo la tecnología. Creo que es fascinante. Pienso que el español J. A. Bayona, por ejemplo, hizo un trabajo increíble en Jurassic World: El Reino Caído (2018). Soy un gran aficionado de las películas de superhéroes. Muchas de las de Marvel tienen humor. No las veo todas, pero me gusta la idea de que los directores exploren nuevas vías tecnológicas sin olvidarse de hacernos reír", asevera.

Precisamente, él estuvo presente en la que sería la semilla de la que germinarían los actuales éxitos de Hollywood cuando aceptó la invitación de Tim Burton para convertirse en el horripilante Pingüino de Batman Vuelve en 1992. "¡Amé trabajar en Batman!", grita antes de ponerse a imitar el desagradable graznido de ese torturado villano que buscaba su lugar en el mundo civilizado. "Me encanta trabajar con Tim Burton. Somos grandes amigos. Trabajé también con él en Big Fish (2003) y ahora hemos rodado Dumbo, que se estrena en marzo. Adoro verlo en acción porque me maravilla ver trabajar a los artistas, y Tim es uno de ellos. Es una especie de pintor que utiliza todo lo que hay a su alrededor: el set, las personas, las luces, los ángulos de la cámara, los accesorios, la ropa, las pequeñas situaciones que van surgiendo durante el rodaje... Es, por ejemplo, lo que hizo con los pingüinos de Batman vuelve. Se vale de todos los elementos para crear cuadros únicos", explica mientras hace los ademanes del ave marina. "En Dumbo le ha tocado el turno a los elefantes. Y ahí están, mezclándose los artistas circenses con los animales generados por ordenador en esos sets maravillosos", sentencia.

En la próxima, un perro

Para que no quede dudas de que está entregado a todo lo nuevo que le llegue, se recrea contando con qué anda entre manos en la actualidad: "Ahora estoy rodando otra película, The One and Only Ivan, dirigida por Thea Sharrock, donde hago de un perro junto a Sam Rockwell, que es un gorila. Es una combinación de captura de movimiento, animación y una parte de acción real donde sale Brian Carlston corriendo de un lado para otro", detalla entre risas.

Pese a haber trabajado junto a realizadores de la talla de Francis Ford Coppola, Brian de Palma, Robert Zemeckis o Todd Solondz, no se considera mitómano. Apenas conserva algunos elementos de los rodajes que él considera souvenirs, aunque en el mercado cinéfilo costarían miles de euros. "Guardo alguna cosa, como el paraguas del Pingüino. Cosas pequeñas, no muy importantes, como la taza de té con la que intento envenenar a Anne Ramsey en Tira a mamá del tren (1988)". No especifica si se trata de alguna de las utilizadas en las primeras tomas o la que quedó hecha añicos en esta película, su primera incursión como director cinematográfico con Billy Cristal como coprotagonista.

Tampoco quiere entrar en detalles sobre sus negocios hosteleros. Su restaurante DeVito South Beach de Miami, en el que quería rememorar sus raíces italianas y las reuniones familiares en la cocina de su madre, tuvo que cerrar tras la crisis. Tampoco tuvo más recorrido su Danny DeVito's Premium Limoncello, el mismo que promocionaba en las televisiones luciendo su elegante botella negra con un limón transparente que buscaba convertirse en la bebida de los famosos (su precio era de 25 dólares -21 euros- la unidad). "Ya no lo hago", susurra con gesto contrariado. "Eso no acabó bien. Es una larga historia. Pero no salió como esperaba", confiesa.

Pero si algo lo ha hecho perenne en el mundo del cine es su capacidad para replantearse de forma cómica cosas serias y a la inversa. Lo expresa claramente cuando recalca lo satisfecho que se encuentra por los cambios que están aconteciendo en la industria. "Pienso que las mujeres deben ser escuchadas. Me gusta lo que está sucediendo. Tengo dos hermanas, dos hijas, una esposa y muy buenas amigas y me horripila sólo pensar que puedan sufrir algún tipo de abuso. Por eso me parece perfecto que todo esto esté saliendo a la luz", comenta en referencia al movimiento #MeToo. Pero cuando piensa en si realmente se está llegando al equilibrio que siempre ha anhelado en el mundo, su mente acude al extremo en busca del requiebro artístico. "Si me pongo en el peor escenario... Lo piensas y, ¿qué sería lo peor? ¿Que fuéramos esclavizados por las mujeres? En el fondo no sería mala idea, ¿no crees? Podría salir un guion de ahí. Ya está. Lo veo. Mi próxima película será: ¡Esclavos!". Y así decide finalizar la entrevista, en alto, como un perfecto maestro de ceremonias que controla los tiempos del mundo del espectáculo.

Sus éxitos de taquilla

Alguien voló sobre el nido del cuco: Producida por Michael Douglas, la película ganó cinco Oscars y supuso su primer rol de entidad en el cine.

La guerra de los Rose: DeVito, sentado en la silla de director, llevar al límite a Kathleen Turner y Michael Douglas con un humor negro adelantado a su tiempo.

Galardón: El actor recogió el Premio Donostia del Festival de San Sebastián por su trayectoria.

Taxi: Con su papel de Louie de Palma ganó un Emmy y un Globo de Oro. En 1999 fue el más votado entre los mejores 50 personajes televisivos de la historia.

Batman vuelve: Las cuatro horas de maquillaje que necesitaba para meterse en la piel del repulsivo Pingüino no le impidieron crear un villano inolvidable.

Los gemelos golpean dos veces: Su química con Schwarzenegger fue tal que 30 años después se prepara una secuela con Eddie Murphy como tercer hermano.

Matilda: "Fue el peor padre delante de las cámaras y el mejor fuera de ellas", recuerda Mara Wilson, joven protagonista del filme basado en el libro de Roald Dahl.

(Expansión - RIPE)

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