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De eso se trata

Jordan B. Peterson, un profesor que defiende la libertad de expresión con gran entusiasmo pero siempre respetando a los demás. Él lleva adelante un debate que falta en la sociedad de hoy en día
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08 de diciembre de 2018 a las 05:04

El profesor canadiense Jordan B. Peterson ha irrumpido desde la academia a los medios de comunicación masivos y a las redes sociales (tiene más de 1,4 millones de seguidores en YouTube y 800 mil en Twitter) y está causando furor sobre todo entre los jóvenes. Su libro 12 reglas para la vida: un antídoto contra el caos es un bestseller mundial. Recién se publicó en español. Pero en Amazon lleva vendidos varios millones. Y su tour de presentación del libro llena auditorios y estadios, donde incluso se cobra entrada.
Peterson defiende muchas cosas en su libro y en sus conferencias, pero sobre todo hace énfasis en la cultura de la responsabilidad frente a la cultura de los derechos que, según él, ha predominado en los últimos 50 años en Occidente. Sus dos grandes libros de cabecera son Archipiélago Gulag de Alexander Solzhenitsyn y El hombre en busca de sentido del psiquiatra austríaco Viktor Frankl. No por casualidad ambos escritores vieron y sobrevivieron a dos enormes dramas humanos del siglo XX: Solzhenitsyn, a las tenebrosas prisiones de la URSS y Frankl, a los ominosos campos de exterminio nazi.

Pero Peterson, cuyo libro es muy recomendable para quienes piensan que los derechos traen aparejadas responsabilidades, y que un hombre que no vive con responsabilidad es como una cometa arrastrada por el viento un día de primavera, hace un enorme hincapié en la libertad de expresión. De hecho, su oposición a una ley canadiense dictada en 2016 sobre el uso obligatorio de los pronombres inclusivos para designar a las personas, fue la que lo lanzó a la fama, que desde entonces no ha hecho más que crecer. Peterson considera, como escribió en su cuenta Twitter, que “La libertad de expresión no es solo otro principio más. Es el mecanismo por el cual mantenemos nuestra psiquis y nuestras sociedades organizadas, y debemos ser increíblemente cuidadosos si afectamos ese principio básico”.
Basta leer sus libros y escuchar las conferencias o las entrevistas que están disponibles en YouTube para entender la formidable fuerza con la que defiende la libertad de expresión no solo ante leyes que la atacan sino también ante los dictados del pensamiento políticamente correcto que predomina en la academia y ante el cual nadie osa disentir so pena de caer bajo la persecución de la policía del pensamiento único. 

Peterson es un hombre libre y, con gran respeto por quienes no piensan como él, lo expresa sin rubor en cualquier escenario o en cualquier entrevista en medios previsiblemente hostiles. Nunca rehúye el diálogo, aunque reconoce que, curiosamente, en algunos ambientes académicos canadienses y norteamericanos se lo ha tratado de descalificar como un perro sin atender a un debate racional.
Un debate que realmente está faltando en nuestra sociedad y por ello surgen zanjas, fracturas y grietas que impiden un intercambio civilizado de ideas, bajo el patrón común de la lógica. Un debate cuya ausencia es la que fabrica populismos de derecha y de izquierda (que no solo los populismos son de derecha o de extrema derecha como se pretende presentar hoy día cuando alguien, que hace un par de años no era nadie ni tenía votos, gana una elección).

Es que Jordan Peterson defiende la libertad individual y eso molesta profundamente a quienes, bajo un barniz de civilización y modernismo, se consideran los dueños de la verdad e intentan imponerla, guste o no guste. Son aquellos que han incluso ido en busca de la posverdad o que han fabricado un relato histórico falso para justificar su superioridad moral e intelectual. Y de ello tenemos un magnífico ejemplo en la vecina orilla con el relato kirchnerista, sobre los males del pasado y los bienes que supuestamente trajo el matrimonio presidencial que durante 12 años hizo lo que quiso en su país y si no se pudo quedar “con todo” fue gracias a los límites que supo fijar in extremis la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Para quienes valoran en plenitud la libertad de expresión como derecho esencial de una sociedad libre; para quienes consideran que los derechos no vienen sino con responsabilidades, la obra del profesor Jordan B. Peterson es de lectura más que recomendada. Es un aporte muy importante en un mundo donde cada vez es más difícil debatir y disentir, donde se están rompiendo los puentes que dieron origen a la civilización occidental, a las libertades individuales y al estado de derecho, y donde se fomentan extremismos que nunca debieron siquiera surgir o que eran claramente minoritarios. De eso se trata pues: de defender la libertad de expresión con toda la fuerza posible. De ella dependen, en gran medida, las demás libertades y derechos individuales. 

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