Ricardo Peirano

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Dejemos que los cubanos decidan

Es algo que los hermanos Castro deben aceptar, les guste o no les guste
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26 de marzo de 2016 a las 00:00

En su conferencia de prensa del pasado lunes en La Habana, el presidente Obama respondió a una pregunta sobre el futuro de Cuba, diciendo claramente que “el futuro de Cuba será decido por los cubanos y por nadie más”. Venía a decir que Estados Unidos no tendrían nada que decir acerca del futuro de Cuba pero también que son los cubanos, y no los hermanos Castro y sus adláteres quienes deben decidir hacia donde van. Hasta ahora no han podido hacerlo en toda su vida independiente desde 1903, ni antes de Castro ni, obviamente, con Castro. Además,los hermanos Castro se han asegurado, como Francisco Franco en su momento, de tener todo “atado y bien atado” para excluir cualquier posibilidad de decisión excepto la de votar con los pies, arriesgando sus vidas para cruzar el Estrecho de la Florida. Eso sí: ojo que a Franco, buen aliado de Fidel por muchos años, le salió mal la jugada y el nudo se le desató muy rápidamente.

Y la votación con los pies no es historia del pasado.Tres días antes de que Obama llegara a Cuba, un barco crucero rescató a un bote de 30 pies de largo con 18 cubanos muriéndose de hambre y deshidratación a unas 130 millas al oeste de Naples, Florida. Otros 9 tripulantes habían muerto ya.

Ni la perspectiva de un deshielo en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, detuvo a estas 27 personas de intentar el peligroso cruce en busca de la libertad y de un mejor porvenir. 9 lo pagaron con sus vidas; 18 lo lograron casi al límite de sus fuerzas. Mucha desesperación debe haber detrás de esas decisiones de escapar con pocas chances de sobrevivir, y que ya suman cientos de miles desde 1959 y especialmente desde 1992, cuando las políticas de austeridad adoptadas por Fidel después de la caída de la URSS acentuaron los intentos de escapada.

Estos cubanos sí que decidieron su futuro, un futuro que tenía dos finales posibles: llegar a Estados Unidos o no llegar por haber sido detenido antes de tocar tierra o, muchas veces, por perecer en el viaje. Y lo hicieron ejerciendo un derecho que los hermanos Castro han negado sistemáticamente desde 1959: votando. Eso sí, votando no en la comodidad de un cuarto secreto sino votando con los pies en un mar peligroso.

Por eso tiene razón Obama al decir que son los cubanos quienes deben decir su futuro. Y es algo que los hermanos Castro deben aceptar, les guste o no les guste: por casi 60 años han decido ellos por todo el pueblo cubano. Les han quitado libertades básicas aunque Raúl Castro se sorprenda ante la pregunta inquisidora de una periodista en una conferencia de prensa que nunca suele dar. Su receta económica ha fracasado y solo sobrevivió por las ayudas de la URSS primero, de Hugo Chávez después, de la tímida apertura al turismo europeo y de las remesas que los cubanos en Estados Unidos envían año a año a sus familiares en la isla.

Es hora de que el pueblo cubano decida por sí mismo. No hay ningún obstáculo para que ello ocurra ya mismo: el pueblo cubano ha demostrado fortaleza para soportar las dificultades económicas internas. Y cuando han emigrado, han tenido espíritu emprendedor y han sabido abrirse camino en circunstancias difíciles.

No hay excusa alguna para limitar esta capacidad de decidir: ni el torpe embargo norteamericano, que solo dió a los Castro excusas para apretar los tornillos de su dictadura, ni la presencia americana en Guantánamo que viene desde principios del siglo XX y que ahora los Castro reclaman para normalizar relaciones. Hoy mismo se podría convocar a elecciones libres en Cuba y los cubanos se organizarían en partidos políticos para dirigir sus destinos. Y difícilmente la estructura castrista reciba el mandato de conducir esos destinos. Razón por la cual es difícil que permita que los cubanos decidan de otra forma que votando con los pies.

Razón por la cual, el mundo entero y América Latina en particular tienen el deber de exigir al gobierno cubano la restauración de las libertades políticas, sin excusas ni límites de ningún tipo. La hemiplejía de hacer la vista gorda al gobierno dictatorial de La Habana por el solo hecho de oponerse a los Estados Unidos, debe cesar sin más. Después de este viaje de Obama, y de las numerosas medidas de apertura económica y financiera, decretada por Obama al margen del embargo (se han aprobado hasta 110 vuelos diarios a Cuba), dan muchas más posibilidades de progreso al pueblo cubano y menos excusas a los vetustos dictadores que lo tutela sin escucharlo.

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