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Desafío de futbolistas; diferencias entre niñas y jóvenes con los varones
Aquel mundial de Azerbaiyán fue el primero que Uruguay logró participar en cualquier categoría de fútbol femenino. El de Uruguay que está por comenzar será el segundo. El fútbol femenino no ha parado de crecer en el último lustro, y lo seguirá haciendo, en parte por el mayor interés de las niñas en jugar al fútbol, y en parte también porque las autoridades se lo han propuesto.
Por ejemplo, Conmebol exigirá a partir del año que viene, que para obtener su licencia, y así poder participar en competencias internacionales, los clubes deberán tener o asociarse a un equipo femenino. Así es que Defensor Sporting y Cerro ya se mueven para poder cumplir con ese requisito. El resto de los clasificados por Uruguay cuenta con un equipo femenino.
¿Qué tiene de específico dirigir un plantel femenino? ¿Cuáles son las diferencias con los hombres? Dos entrenadores y dos entrenadoras cuentan cómo es estar al frente de un equipo de jugadoras.
Un poco de contexto
Ignacio Chitnisky es el entrenador del Progreso campeón de la B con números espectaculares: ganó todo lo que jugó y con casi 90 goles a favor. Recuerda que “el primer año fue de los más difíciles, ellas creen que por estar en un fútbol amateur tienen menos exigencias. Yo le ponía el ejemplo de la C, que muchos equipos no cobran, entrenan en canteros pero entrenan para jugar la final del mundo”. También agrega Chitnisky: “Los clubes femeninos no tienen ni el 10% de las herramientas de un masculino, y muchas veces no tienen ni siquiera interés, te dan la camiseta y no mucho más”.
Un enfoque similar expresa Daniel Pérez, director técnico de Peñarol ganador de la tabla Anual 2018. “La gran diferencia entre un plantel femenino y masculino es lo psicosocial. Desde que estoy en el fútbol femenino siempre trabajé con psicólogo. Ellas no son jugadoras de fútbol, ellas son estudiantes, trabajadoras con una gran pasión, pero no viven de esto”, resume Pérez.
“Es lo que más cuesta imponer”, dice Chitnisky, “que uno es profesional por lo que hace, no por si te pagan. Si me das una escalera de hotel, entrenaremos en una escalera de hotel. Es una realidad del fútbol uruguayo no tener todas las herramientas”. Pérez complementa: “Convencer a las jugadoras que entrenando se puede, de que hay que correr para hacer lo que te gusta”.
El por qué de esta situación lo trata de explicar Graciela Rebollo que además de entrenadora es profesora de educación física, coordinadora de los planteles femeninos de Liverpool y con un master en gestión economía y derecho en el deporte. “La mujer no se nutre emocionalmente y deportivamente como el varón”, comienza diciendo Rebollo, “no es lo mismo la experiencia deportiva que pueda traer un joven adolescente con muchas vivencias, con ir y venir de algún plantel. Muchas experiencias emocionales que lo hacen vivenciar más el medio. La mujer no tiene esa misma experiencia deportiva. Porque no hay demasiadas opciones”.
“Los estímulos que recibe una mujer hasta ser jugadora, no son los mismos a los que están expuestos los hombres”. Quien habla es María Inés Rüsch, licenciada en educación física, fisioterapueta, entrenadora y ex jugadora con experiencia en Uruguay y Alemania. Los contextos de jugadoras y jugadores son muy distintos explica Rüsch: “Un varón llega a un plantel con otras motivaciones, otra competitividad, totalmente distinta”.
La experiencia y la formación con la que llegan a primera un varón y una mujer es una de las principales diferencias. Basado en su experiencia Chitnisky identifica el problema en que “la jugadora comparte cancha hasta los 13 años, ahí el hombre sigue un proceso de entrenamiento bien hecho, con carencias pero bien planificado. Y la jugadora no”.
Rebollo tiene claro que “al niño y a la niña se le debe enseñar de la misma manera. Es cuando comienzan a crecer que entran en juego varios factores”. Finaliza diciendo: “Una mujer y un hombre veinteañeros habiendo entrenado en las mismas condiciones y las mismas horas, no deberían tener diferencias técnicas”.
Pérez en Peñarol respeta las etapas de formación y prefiere que jugadoras de 15 y 16 años que en otros equipos serían titulares en primera, terminen de formarse en su categoría, para no saltarse pasos. “Tienen menos fuerza y menos velocidad que los varones, el resto es lo mismo. Vos pones una niña y un niño de 5 años y aprenden lo mismo. Cuando se desarrollan, vienen los cambios” dice Pérez.
Los cuatro coinciden que no hay diferencias a la hora de enseñar la parte técnica entre hombres y mujeres. Aunque Rüsch establece un detalle, “hay algunas cuestiones a tomar en cuenta, como por ejemplo que el centro de gravedad de las mujeres está más abajo que en los hombres. Ellos tienen la caja toráxica más ancha y eso hace que el centro de gravedad esté más elevado, al contrario de las mujeres que tenemos las caderas más anchas y nos centramos más abajo. Da más estabilidad, más equilibrio”.
La comunicación
Un entrenador además de ocuparse de los entrenamientos, la planificación de partidos y el resto de tareas técnico-tácticas, debe conducir un grupo. Y es aquí donde encontramos diferencias en cómo hacerlo.
Rüsch cuenta que ha escuchado decir que los grupos de mujeres son un poco más conflictivos, pero atribuye esa frase a la falta de formación. “Si vamos a entrenar con un plantel de mujeres vamos a tener que estar formados sobre las especificidades a tomar en cuenta”. La forma de comunicar es una de esas especificidades.
“Las mujeres somos más emotivas”, explica Rebollo, “el hombre es de un lenguaje más directo, y por momentos se le pone mucho énfasis a lo emotivo. La mujer lo siente diferente, son iguales de apasionadas que los hombres pero vibran diferentes”, cuenta la ex seleccionadora uruguaya.
Chitnisky no hace diferencias entre hombres y mujeres en el manejo de grupo, aunque cuenta que la diferencia es que una jugadora “cumple a rajatabla lo que se le pide, el hombre no. Yo tengo la confianza que si le doy una indicación a una mujer lo va a cumplir, el hombre se te desordena más. Ellas son más disciplinadas”.
Rebollo piensa que “a la hora de planificar la tarea técnico-táctico es lo mismo. A la hora de implementar eso, ahí entran las diferencias. A la hora de comunicar la estrategia, cómo transmitir la manera de jugar, ahí cambia”.
El deporte y la pasión es la misma, la manera de jugarlo quizá se le parezca. Pero la manera en que los jugadores se relacionan con el fútbol es muy diferente a como lo hacen las mujeres. Mientras ellos son futbolistas, ellas todavía son vistas como mujeres que juegan al fútbol.
LAS FRASES
"Respecto a las goleras, hay una diferencia entre 10 y 15 cm de diferencias con sus pares varones y atajan en los mismos arcos. He encontrado varios errores a la hora de entrenar a las goleras, no considerar el centro de gravedad, las mujeres llegamos antes a atajar con los pies y no tanto con las manos abajo”
María Inés Rüsch
Instructora
"Las arqueras y las jugadoras tiene una carencia en el juego aéreo, por falta de trabajo. Las goleras son menos formada que las jugadoras. La arquera por lo general termina siendo por descarte. Una jugadora que mandan al arco. La mayoría de los equipos tienen una arquera, no dos”
Ignacio Chitnisky
Entrenador
"La sub 17 es la mejor generación que tiene Uruguay y se trabajó bien. Pero las mayores a esta generación han jugado con desventaja”
Ignacio Chitnisky
Entrenador
"El sub 17 es un equipazo en parte porque todas jugaron baby fútbol”
Daniel Pérez
Entrenador
