Opinión > COLUMNA

Desde el almacén

Me sumergí en un retiro espiritual en la costa atlántica, frente a una caja registradora
Tiempo de lectura: -'
20 de diciembre de 2015 a las 05:00

En una medida desesperada para combatir el bloqueo creativo, decidí sumar una experiencia extravagante a mi biografía y me metí a almacenero. Hablo de actualidad. Esto lo escribo desde un mini mercado y rotisería en un camping de la costa de Rocha, en el que soy el cajero.

En cuanto surgió la oportunidad pensé que podía ser la solución a mi falta de ideas. Pensé que el contacto con el público –que se vuelve masivo desde fin de año a mediados de enero y se torna un infierno en carnaval– sería el impulso que me faltaba para añadirle algo de sustancia a mi retórica

Lo primero que pensé fue en declarar mis principios, con un cartelito sobre la caja que dijera "No se saluda". Nada personal. "Si te saludo a vos tengo que saludar a todos", pensaba explicar yo. A mis socios no les gustó la idea, así que seguí meditando.

Pronto encontré inspiración en Rabindranat Tagore, aquel poeta indio que estaba tan de moda hace unas cuantas décadas. "Dormía y soñaba que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era servicio. Entonces puse un almacén". Un poco más simpático, pero muy largo.

"Prohibido entrar con perros y con porteños" no iba a caminar, así que ni lo propuse, igual que "gente como vos es la culpable de que gente como yo esté bajo medicación". No era bueno para el negocio.

Para mí estaba claro que no iba a poner cosas como "el que fía no está, salió a cobrar" ni "si me tiene envidia, haga como yo: trabaje". Este último lo vi en un almacén en Caracas, atendido por sus propios dueños, que eran portugueses. Me impresionó la decisión con la que se enfrentaban a sus propios clientes, a los que acusaban de atorrantes y envidiosos.

El asunto es que abrimos el 15 de diciembre y todavía no puse ningún cartelito. Tampoco es que hayan aparecido muchos lectores. Por ahora los que llegan son proveedores y nosotros somos los que gastamos el dinero. Estamos esperando, atrincherados entre los cajones de cerveza, a la invasión de acampantes.

Yo los espero para que me cuenten historias, aún sin saberlo. Que sus voces y sus rostros pueblen mis ficciones futuras, que sus auras se mezclen en un cóctel que solo yo podría preparar. Es lo que me digo, pero en realidad sospecho que fui elegido como cajero por mi falta de simpatía, para que no se tranque la caja.

De hecho, me comporto como un sonámbulo que se pone de mal humor si lo quieren despertar. Una cliente llegó y dijo "soy yo de nuevo" y yo la miré y pensé: "mirá vos; yo creía que eras tu hermana gemela" pero no dije nada, claro. Me limité a esbozar una mueca que, con buena voluntad, podría interpretarse como una sonrisa.

Entre amigos, parientes, proveedores y clientes nos regalan la sabiduría necesaria para que no nos extraviemos por el camino. Son máximas invaluables, como "tienen que tener de todo", "no se zarpen con los precios", "hay que atender bien a la gente" y "ojo que te roban los alfajores".

Se sabe, de todas maneras, que estamos a merced del destino. La única certeza es el aforismo que dice para siempre "es dura la vida del almacenero". Solo podemos elevar nuestras plegarias para que la nave no zozobre y eso permita que el Diario del almacén mantenga el aire de comedia con el que fue concebido.

Voy a estar confinado en esta experiencia monástica hasta el domingo de Pascua. Será una labor sin descanso: vida y almacén se confundirán hasta que llegue el último ciclista de la Vuelta. Yo lo tomo como un ejercicio de periodismo gonzo, al estilo de Hunter S. Thompson, en la primera línea de fuego: la caja del almacén.

En mis ratos de ocio seguiré ensayando sesudos comentarios que cuestionen las raíces de la cultura de Occidente, o alguna pincelada sarcástica de actualidad para pasar el rato. Es lo que espero. Eso, y no equivocarme con el vuelto.

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...