El año que Jorge Abbondanza empezó a escribir —a publicar, en realidad—, se vendieron 19 millones de entradas de cine en Montevideo. Era 1953, la ciudad tenía 100 salas en las que perderse y allí estaba él: escribiendo y mirando películas. Veía una al mediodía, después una en la tardecita y también la que seguía de noche; a veces seguía de largo hasta la función de la madrugada. Y contaba: 12 estrenos por semana, más de 600 películas por año y una voracidad que no se frenaba y que terminaba en el papel. ¿En cuál? En el diario El Bien Público, el primero que lo habilitó a hacerlo.
La vida del periodista y crítico uruguayo, de manera evidente, estuvo marcada por la pantalla y el celuloide desde el comienzo. Se expuso a él desde una edad muy temprana, en dosis altísimas, y los resultados quedaron a la vista: el cine forjó en él una capacidad crítica y analítica certera, que más tarde se extendería a otras de sus áreas de interés, entre ellas el teatro, las artes visuales, la configuración de la ciudad y el patrimonio, y el medioambiente.
El 28 de agosto del 2020, murió Abbondanza, a los 84 años, y agudizó un trauma que parece ser más profundo con el paso del tiempo: que los caminos por los que la cultura llega a los medios son cada vez más estrechos, que el interés del público general por determinados textos críticos parece haberse reducido a su mínima expresión y que las grandes firmas, las que antes marcaban el pulso de la producción artística nacional con ensayos diarios, semanales o mensuales, están desapareciendo. Y es en ese marco, entonces, que la publicación de un trabajo como Después del estreno (Ediciones de la Plaza) se transforma en un acontecimiento.
El libro consta de tres volúmenes, que compendian de manera conjunta buena parte de la obra crítica de este erudito periodista. Durante varias décadas, Abbondanza firmó principalmente las páginas de espectáculos de El País, adonde fue invitado por Homero Alsina Thevenet, pero también pasó por otras publicaciones destacadas, como la revista de Cinemateca. En ese sentido, la escritura de Abbondanza no se puede disociar de la época en la que se insertó: la de la era de oro de la crítica cultural nacional. Junto a sus líneas filosas y las del mencionado HAT, también escribían y firmaban críticas, reseñas y publicaciones nombres como Taco Larreta, Emir Rodríguez Monegal, Manuel Flores Mora, Manuel Martínez Carril, Nelson di Maggio, María Freire, entre otros. Un dream team inimaginable para los tiempos actuales.
Después del estreno, entonces, recupera eso: la voz de Jorge Abbondanza a través de textos que se publicaron entre 1965 y 2014. Cada uno de los volúmenes estructura las entradas en categorías bien definidas y, dada la predilección del autor por la crítica cinematográfica, y su vasta producción, tiene sentido que la mayor cantidad de párrafos del trabajo estén referidos a ese tema. Así, el primer volumen está dedicado al cine y a las artes visuales —otro vínculo estrecho con la vida de Abbondanza, que junto con su pareja Enrique Silveira fueron profusos ceramistas—, el segundo a la crítica en general y al medioambiente, y el tercero a las artes y culturas en general, el patrimonio —otro de sus campos de interés más acuciantes— y la política.
Esta compilación —que no es la primera que reúne los textos del crítico, ya que él mismo lo había hecho en vida en El gran desfile. De Hitler a Frida (Ediciones De la Plaza, 1996)— recayó en los hombros del artista y escritor Óscar Larroca, que en octubre de 2020 se sumó a una empresa que lo llevó a leer y conocer a fondo a la figura de Abbondanza.
“La tarea me obligó a leerlo de manera total en estos últimos 60 años de producción de material periodístico”, cuenta. “Algunas críticas las volví a leer, me encontré con gestos que en su momento me parecieron muy oportunos. Por ejemplo, recuerdo una nota que escribió para Cinemateca Revista a propósito de una polémica desatada por la película Sucios, feos y malos, de Ettore Scola, que él la tituló Limpios, lindos y buenos, debido a la corrección política del momento. Fue un regocijo volver a leer notas como esa, que se encuentran tan frescas como hace 40 años. Fue una confirmación de mis convicciones a propósito de un hombre que tenía una mirada afilada, una pluma muy sofisticada, y que más allá de que se pueda disentir o coincidir con su visión, sentó las bases para una discusión profunda sobre el fenómeno estético, ya fuera en las artes visuales, el cine o en el teatro”.
Como dice Larroca, Abbondanza sentó bases y habló de maestros. Por sus textos desfilan Ingmar Bergman, Harold Pinter, Andrei Tarkovski, Michael Haneke, Robert Bresson y Bette Davis; escribe de Gritos y susurros, de El día del Chacal, de El pasajero, de las locuras de Werner Herzog, del erotismo versus la pornografía, de la muerte de Kurosawa, de Amour, de saqueos y robos en el mundo del arte, de Banksy, de cómo los montevideanos vivían Montevideo y varias cosas más. En el fondo, los textos evidencian las características transversales a la vida intelectual de este crítico: sus conceptos asépticos, la curiosidad total y la capacidad analítica para tratar cuanto tema se le cruzara por delante.
Así ve Larroca ese legado estilístico: “Quizás alguien podría decir que estamos frente a una escritura opaca y un poco acartonada, pero responde a una manera de ejercer la crítica, que tenía mucho de devoción y academicismo. Hoy, eso se ha perdido porque el público ya no espera con tanto entusiasmo la crítica erudita y se mueve con otras urgencias. De cualquier modo, es importante seguir explorando y cultivando el sentido crítico, y Jorge formó parte de una generación que se encargó de formar públicos. Él, Martínez Carril, Alsina Thevenet ayudaron a entender la problemática del fenómeno cinematográfico más allá de los dictámenes de la industria. Allí radica el valor de esta publicación: tanto si se coincide como si no, siempre es bueno acercarse a una pluma afilada y a un ojo riguroso como el que tenía Jorge. No hay muchas plumas como la suya en estos tiempos veloces que nos obligan a seguir de largo y consumir sin mucha reflexión”.
Cada uno de los tomos de Después del estreno está prologado por algunas de las personas que formaron parte de la vida intelectual de Abbondanza, y entre ellas se encuentran los críticos Henry Segura y Guillermo Zapiola, el expresidente Julio María Sanguinetti, la historiadora Ana Ribeiro, el director y dramaturgo Mario Morgan y el actor argentino Luis Brandoni. Todos hablan de lo que significó para sus vidas, pero también de las cualidades que lo hicieron una firma de referencia en el país.
Así, por ejemplo, lo recuerda Zapiola: “Lo que más hay que agradecerle es su labor didáctica: no fue un intelectual de élites, sino un individuo que escribía claro y directo (la escuela de Alsina, mejorada por la elegancia de Emir) y se hacía entender y enseñaba algo en casi todo lo que escribía”.
Y Segura: “Toda su obra está construida sobre una sensibilidad exquisita, que comenzó a moldearse en años tempranos y que maduró de cara a un contexto socio-político que le fue exigiendo respuestas, como artista y como periodista, cada vez más complejas”.
Y Sanguinetti: “La crítica de Abbondanza fue central en la vida cultural de nuestro país. Nadie quedaba indiferente. Es más, solía esperarse con ansiedad en un país en el que alternaban en el oficio Ángel Rama, Emir Rodríguez Monegal, Taco Larreta o Carlos Martínez Moreno, a los que sobrevivió como testigo de un tiempo de excelencia. Sus palabras eran el equilibrio, la mirada aguda, la actitud pedagógica, la reflexión más allá del episodio”.
Y así, en una frase que resume su hambre cultural y esa necesidad de compartir sus inquietudes con los demás, de transmitir con sentido la belleza del mundo artístico, se define él, Jorge Abbondanza, que murió hace casi un año y que sigue vigente: “Siempre me ha dado alegría compartir la admiración por algo. Al escribir sobre una exposición, una obra o una película que me entusiasma, busco contagiar esa emoción. Ese es el secreto del periodismo bien entendido: no escribir ni para mí ni para mis colegas, sino para que la gente pueda ampliar su percepción, descubra alguna cosa que otra, desarrolle su aptitud autónoma y descubra por sí misma la belleza o la mediocridad”.
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