Olivia antes y más de siete meses después.

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Día del Prematuro: nació con 330 gramos y ahora está de alta en su casa

Para la familia de Olivia este día de conmemoración de la prematurez se vivió como un cumpleaños
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17 de noviembre de 2022 a las 20:03

En una casa de techo bajo y que cuando sopla el viento oeste se inunda del aroma de los eucaliptus que rodean al pueblo, como casi todas las de Paso Bonilla, a cinco horas en auto desde Montevideo, este Día de la Prematurez se vivió como un cumpleaños. Siete meses y 25 días antes, esa misma casa quedaba vacía, todos los integrantes de la familia estaban en la capital dándole la bienvenida a la pequeña Olivia, la bebé nacida con menor peso desde que existen registros en Uruguay y la región. Aquella hazaña científica —que con menos de 27 semanas de gestación y 330 gramos de peso estaba al límite de la viabilidad neonatal— merecía celebrarse. Y este 17 de noviembre —Día Mundial del Prematuro— sirvió de motivo: la niña está de alta, supera los cuatro kilos y 630 gramos, sobrevivió el primer invierno y la familia late feliz en la casa de techo bajo.

“Hoy es un día especial…”, empieza diciendo Miriam, la mamá de Olivia, desde el otro lado del tubo. La voz se quiebra de a ratos, como un presagio de que los recuerdos van pasando poco a poco por las cuerdas vocales. “Cuando me pude levantar por primera vez de la cama (tras la cesárea en el Sanatorio Americano) pedí para verla”, continúa con el relato entrecortado contando una de las imágenes que más se le repiten en estos más de siete meses. En la sala de cuidados intensivos exclusiva para recién nacidos, en el segundo piso del hospital, estaba Olivia entubada y dentro de una incubadora. Miriam se puso un guante de látex, metió la mano por una pequeña ventanita y rozó con su dedo el pequeño bracito de su bebé.

Olivia tenía la misma altura que el termómetro con que le medían la temperatura. Pesaba lo mismo que dos tazas de té y era bastante más frágil que esos recipientes. Porque una recién nacida tras solo 27 semanas de gestación, es tan infrecuente que solo sucede 0,09 veces cada 100 nacidos vivos. Y de aquellos que nacen, a su vez, más de un tercio muere.

“Hay muchas Olivias que quedaron por el camino, pero esta Olivia vino para correr la estadística y demostrar que lo que parecía imposible es ahora posible para la ciencia”, dice el profesor titular de Neonatología Daniel Borbonet, quien ayer se retiró de Hospital Pereira Rossell tras 37 años de labor con los recién nacidos.

Cuando Borbonet inició su fecunda (nunca mejor dicho) labor, en 1985, el “milagro de la ciencia” era la supervivencia de un nacido vivo con poco más de un kilo y medio. “La revolución científica que se dio desde entonces, un poco por la tecnología y mucho por el conocimiento y dedicación del humano, fue moviendo la línea de la viabilidad a cifras que eran impensables… Olivia es el ejemplo”.

Como ella —aunque no con el tan bajo peso como ella— en Uruguay uno de cada diez bebés nace antes de término. Por debajo de la semana 37 de gestación ya se considera prematuro. Entre la semana 28 y la 32 se trata de un caso “muy prematuro”. Y todavía por debajo de eso, como Olivia, “prematuro extremo”.

Según las cifras preliminares del primer semestre de este año del hospital pediátrico Pereira Rossell, a las que tuvo acceso El Observador, el 11,2% de los recién nacidos fue prematuro. Y según el neonatólogo Borbonet, “es clave hacer todo lo que esté al alcance para garantizarles el derecho a la vida a esos bebés, mucho más en un país con la baja tasa de natalidad como Uruguay”.

Ocurre que una de las razones por la cual países como Uruguay están en el piso más bajo de mortalidad infantil y casi no puede seguir mejorando es que hay un límite inferior de niños que mueren antes del año de vida por problemas congénitos o prematurez.

Esa apuesta “por la vida”, sin embargo, no es sencilla en lo emocional y en los recursos que implica. Cada día en el CTI pediátrico cuesta, como mínimo, $ 57.000. Olivia estuvo al menos 83 días en esa situación. A eso se le suma la difícil decisión previa de qué hacer ante un embarazo que era “incompatible con la vida”. La ginecóloga tratante Graciela Gadola recuerda que “era una decisión difícil, las estadísticas marcaban que casi seguro sería un óbito fetal (feto que se expulsa fallecido), pero, siguiendo el deseo de los padres y tras varios ateneos se apostó por la vida”.

Ahora Olivia va sorteando poco a pocos las secuelas. Todavía sigue con cierto acompañamiento de oxígeno, pero está de alta, con vida normal.

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