Esta no es una nota para decirte que deberías usar diferentes contraseñas para cada sitio, que deberías implementar una autenticación de múltiples factores en tu correo electrónico o que tendrías que utilizar un
administrador serio de contraseñas. (Ya de paso, también deberías comer menos cosas dulces, hacer más ejercicio y llamar a tu madre.) Esta es una nota para compartir dos trucos tontos que harán tu vida online un poco más segura, sin la "molestia" de esas otras medidas.
Truco Nº1
El primer truco es una forma de mejorar las preguntas de seguridad que los sitios te hacen llenar en caso de que precises recuperar tu contraseña. Son interrogantes del estilo: "¿Cómo se llamaba tu maestra de primer año?" o "¿En qué calle creciste?". La idea es que solo vos podrías saber las respuestas a estas preguntas, por lo que, al hacerlo correctamente, el sitio verifica que vos sos vos y te deja cambiar la contraseña.
El problema es que vos no sos la única persona que sabe las respuestas. Toda persona puede ser googleada y muchas publicaciones en Facebook y Twitter pueden dar información acerca de esos primeros años. Alguien muy determinado en acceder a tu correo electrónico puede hacer una búsqueda y desbloquear el acceso a tu cuenta.
Mi truco entonces, es mentir y seguir mintiendo. "¿Cuál es tu gusto favorito de helado?": Louis Armstrong. "¿Cómo se llama el liceo al que asististe?": Louis Armstrong. "¿En qué ciudad fue tu primer trabajo?": Louis Armstrong. En otras palabras, no des respuestas correctas. Usá la misma respuesta estúpida para todas las preguntas de seguridad (dejando de lado la opción "Louis Armstrong").
Truco Nº2
El segundo truco fue inspirado por un
tuit que decía: "La danza de la contraseña: 1) Comprar algo. 2) Ser forzado a crear una cuenta. 3) Establecer la contraseña. 4) Pasan las semanas. 5) Volver. 6) Olvidar la contraseña. 7) Resetearla". Esta "danza" es realmente una forma fácil de implementar contraseñas descartables. ¿Para qué usar una contraseña memorable después de todo?
La idea es que elijas algo al azar, no te preocupes por guardarla o recordarla, y fuerces al sitio a que realice la autenticación a través de tu cuenta de correo electrónico. Así, conseguís asegurar tu contraseña si tener que preocuparte por qué inventaste ese día de inspiración en que creaste la cuenta.
Por supuesto que estos trucos son estúpidos. Son el equivalente a justificar las calorías de tomar un helado estacionando lejos de la heladería para caminar un poco más en el estacionamiento. Estas estrategias son mejores que no hacer nada, pero podrías hacer más. Deberías hacer más ejercicio, llamar a tu madre y tomar
medidas de seguridad más fuertes para proteger tu existencia online.