Gustavo Petro, presidente de Colombia

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Duro revés a la “paz total” de Petro

La paz definitiva que el presidente se ha propuesto alcanzar en Colombia, y por lo que todos hacemos votos en América Latina, atraviesa un momento crítico
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31 de marzo de 2023 a las 05:02

“¡Otra vez! La misma vaina de siempre”, dijo Julio Sánchez Cristo, el hombre más escuchado de Colombia, en su programa La W de Caracol Radio.

Se refería al ELN, movimiento guerrillero que ha participado en negociaciones de paz que fracasaron con seis gobiernos diferentes, y que el miércoles volvía a poner en peligro el proceso que lleva adelante con el actual gobierno de Gustavo Petro con un ataque que se cobró la vida de nueve soldados en el Catatumbo.

La frustración de Sánchez Cristo era compartida por la mayoría de los colombianos. Solo que ahora están, por un lado, los “guerreristas” (como les dicen en Colombia) de siempre, los que piden plomo ante la menor discrepancia en el proceso de paz, y en igual o mayor número, aquellos que apoyan priorizar el diálogo y seguir adelante con las negociaciones en La Habana a pesar de los pesares.

No estoy minimizando la crueldad del acto de la guerrilla, que atacó a los soldados en la madrugada mientras dormían, ni digo que simplemente haya que olvidarlo en pos del objetivo ulterior que es firmar la paz. Lo que digo es que hay que verlo en perspectiva, “en la foto grande” como se dice coloquialmente. Yo también era escéptico del proceso de paz del gobierno de Juan Manuel Santos con las FARC después de haber visto tantos de ellos frustrarse en Colombia, sobre todo después del rotundo fracaso del de Andrés Pastrana en los noventa y su “Zona de Distensión” en el Caguán. Pero sopesados los pros y los contras, hoy podemos decir que el acuerdo de Santos con las FARC fue exitoso; no perfecto porque no hay acuerdo perfecto, aún perviven remanentes de esa guerrilla y algunos de sus excombatientes han pasado a engrosar las filas de las bandas criminales. Pero la enorme mayoría de ellos se ha desmovilizado, y yo simplemente estaba equivocado.

Aquel proceso de paz tampoco estuvo exento de crisis como esta. Entre fines de 2012 y agosto de 2016 cuando se firma el acuerdo final en Cartagena, hubo literalmente decenas de ataques y atentados de las FARC. Si Santos hubiera desistido ante cualquiera de ellos, hoy las FARC seguirían aterrorizando a los colombianos.      

Aunque Santos tenía dos ventajas: la primera es que formaba parte de la élite colombiana y no tenía tantos intereses alineados en su contra como Petro; la segunda es que era bastante más metódico. Petro es más lírico. Esto quedó demostrado cuando, en vísperas de fin de año, el presidente colombiano anunció un cese el fuego bilateral con el ELN sin haberlo pactado de antemano en la mesa de negociaciones. Fiel a su estilo espontáneo y audaz, Petro estaba haciendo bluff. Cualquiera que conozca un poco de historia, o que recuerde algún proceso de paz del pasado –incluido el de Santos con las FARC– sabrá lo arduos que son estos cese el fuegos bilaterales con las guerrillas colombianas. En particular con el ELN, que aunque a lo largo de su existencia ha declarado varios alto al fuegos unilaterales en fechas puntuales, solo una vez accedió a uno bilateral con el gobierno. Y fue en 2017, un año después del acuerdo de las FARC. Parece mentira que Petro, habiendo sido él mismo guerrillero, no supiera estas cosas.

El caso es que el bluff le costó caro. Días después el ELN desmentía la existencia del cese el fuego y Petro quedaba pegado. Pero además, como no le gustó que lo dejaran en evidencia (los otros en realidad tampoco habían querido dejarse llevar con el poncho por Petro), después demoró las conversaciones para establecer un verdadero cese el fuego bilateral, y es así que llegamos a este miércoles funesto con nueve vidas que lamentar.

Esperemos que esto le haga comprender la seriedad del asunto al presidente y que puedan pactar un cese el fuego cuanto antes. No puede esperar. Peligra todo su proyecto de “paz total”, que ya venía algo tocado por sus numerosos choques y desencuentros con el fiscal general, Francisco Barbosa, sobre el plan del gobierno para someter a los narcos a la Justicia. El fiscal sostiene que el proyecto –inspirado en la idea de Petro de ir poniendo fin de algún modo a la infausta guerra contra las drogas– beneficia a los narcotraficantes por las penas reducidas y por permitirles quedarse con parte de sus fortunas, entre un sinfín discrepancias que sostiene. El caso es que el fiscal, apoyado por el Departamento de Justicia de Washington, que a su vez no quiere perder el filón de la guerra contra las drogas, se ha convertido en una piedra en el zapato para Petro y su plan de paz con los narcos y remanentes de los grupos paramilitares, como el llamado Clan del Glofo y las Autodefensas de la Sierra Nevada.

Como sea, estos acuerdos con estas bandas carentes de motivación política son una parte secundaria de su proyecto de paz. La negociación con el ELN no. La mesa instalada en La Habana con el grupo guerrillero es absolutamente central para la paz total. Se le cae eso y se le cae todo.

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