No debe existir un solo político, sociólogo ni economista en el mundo que no sostenga que la educación es la herramienta fundamental para luchar contra la pobreza, reducir la desigualdad y mejorar la calidad del empleo y el bienestar. Uruguay, en este aspecto, no es una excepción. Tampoco lo es en la renuencia a la aplicación concreta de la fácil frase, que luce tan elegante y sensible de repetir, pero pareciera tan difícil de llevar a la práctica.
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