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El desafío de despegarse de la región

A pesar de que Uruguay se encuentra en una contexto geográfico convulsionado en lo político y económico, su fortaleza institucional es un diferencial
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16 de noviembre de 2019 a las 05:01

Perú, Ecuador, Venezuela, Bolivia, Chile e incluso Argentina con la inestabilidad económica-financiera que ha sufrido en los últimos meses, pintan un panorama convulsionado en lo económico y social en América del Sur. 

Algunos economistas y analistas políticos han catalogado lo que está ocurriendo como un símil a lo que pasó en la década de 1960, con economías regionales que al presentar nuevamente problemas de crecimiento –producto de su falta de diversificación exportadora–, tradujeron estas dificultades en inestabilidad social, política e institucional. 

Ante este escenario, los analistas insisten en que Uruguay debe encarar rápidamente el ajuste de sus cuentas públicas –cerró en  4,9% del PIB en los 12 meses a setiembre– y apuntar a estimular el crecimiento económico vía un aumento de las inversiones. 

“El problema es que sacar una economía del estancamiento no es algo fácil y las correcciones fiscales ante un escenario de no crecimiento, siempre suponen costos que alguien tiene que pagar. El arte de la política es lograr hacer que esos costos sean distribuidos de la manera más justa posible. A la vez que sean eficaces, por que se puede hacer el ajuste más justo del mundo, pero al mismo tiempo no destrabar el problema y generar otros tipos de problemas. Es fácil de decir, es muy difícil de implementar”, señaló a El Observador el socio de CPA Ferrere, Gabriel Oddone. 

Por su parte, para el historiador e investigador, José Rilla, América Latina está en el presente en una situación de crisis generalizada en los sistemas políticos sobre todo con la legitimidad de los gobiernos, “tanto en la forma”, así como en las  “intenciones en algunos casos de perpetuarse” en  el poder.  

4,9% del PIB fue el déficit fiscal cerrado a setiembre. Está tres décimas por encima de la proyección para el cierre de año que presentó el Ministerio de Economía en su última Rendición de Cuentas y es casi el doble del proyectado al inicio del gobierno.

Por eso, a pesar de que Uruguay es al igual que los demás países de la región muy dependiente de las materias primas para sostener su crecimiento económico, los diversos especialistas consultados creen que la fortaleza institucional y de consensos –políticos y académicos– que tiene el país debería ser un factor clave y diferencial para sobrellevar los tiempos más convulsionados que se pueden aproximar en los próximos años. 

“Esto no es cosa nueva, es tradicional del país. Pero el problema que tiene la democracia es que se puede perder. Es un régimen frágil, una construcción que se hace de manera permanente. Lo peor que puede pasar es creer que el país está libre o exonerado de cualquier riesgo tanto desde el punto de vista interno como regional. Tiendo a creer que tenemos una ventaja enorme, pero sería un error garrafal alentar la idea de que estamos a salvo cuando hay enormes tormentas en la región y en el mundo. Más allá de las fortalezas de las instituciones uruguayas no hay que pensar que vamos a salir ilesos”, alertó Rilla. 

Las materias primas

En tanto, el diagnóstico de economistas es que esta debilidad institucional en los países latinoamericanos tiene mucho que ver con los ciclos económicos de la economía. El doctor en historia económica, Diego Vallarino, apuntó que lo que hay que definir es qué tipo de ciclo se está viviendo, con algunos más largos y más cortos, que probablemente lleven a que se repitan circunstancias del pasado.  

“No sería ilógico pensar que lo que puede estar pasando ahora pasó en los 1960, en los 1930, incluso en 1870. El problema es que esos ciclos para la región en general, y para Uruguay en particular, siempre están relacionados con los precios de las materias primas. La correlación es directa con los componentes de nuestra canasta de exportación”, comentó Vallarino. 

Según el economista, cuando hay un boom en los precios de las materias primas a Uruguay le va bien y cuando bajan le va mal, dado que Uruguay es un país chico que es “tomador de precios”. 

“Hay un tema de estructura productiva, que tiene que ver con la complejidad de los productos que vendés y se sigue manteniendo. A pesar de que en Uruguay hubo y hay incorporación de tecnología aplicada en el agro, se termina vendiendo el mismo bien. Podés vender más soja, carne o trigo y con mayor tecnología, pero terminas tomando el precio internacional. Aunque en las últimas décadas se ganó en productividad, lo que se hizo fue aplicar tecnología para hacer más de lo mismo”, esgrimió Vallarino. 

Por su parte, el también doctor en historia económica, Javier Rodríguez Weber, señaló que después de un tiempo de bonanza con fuertes ingresos de flujo de renta por los altos precios de los commodities, la historia no necesariamente se repite, pero “hay cosas similares”. 

“Es el problema central de nuestros países, que pasamos de ser ricos a pobres rápidamente en función de los precios de las materias primas, que a su vez cambian en forma mucho más rápida y profunda que otros productos. Por ejemplo,  uno no esperaría que el año que viene el Iphone salga el doble o la mitad y en cambio con el petróleo sí puede pasar. Este efecto riqueza-pobreza es muy complicado y le viene pasando a nuestro país hace 200 años”, apuntó el académico.    

En la misma línea que Vallarino, Rodríguez Weber argumentó que la estructura exportadora uruguaya –así como la del resto de Sudamérica– es la misma hace más o menos 100 años. 

“A pesar de la diversificación de productos –como pasar a exportar soja–, se permanece dentro de una familia de productos que tienen los mismos problemas. Alemania no exporta lo mismo que hace 100 años, nosotros sí. Lo que pasó la década pasada en Uruguay fue más que nada una diversificaron de mercados”, señaló.

Similitudes y diferencias      

Las distintas situaciones conflictivas que se están viviendo en Sudamérica –este viernes después de semanas de intensas protestas Chile acordó un plebiscito para reemplazar la Constitución vigente desde la época del Augusto Pinochet–, tienen algunas similitudes en lo político con la coyuntura vivida particularmente en la década de 1960, según han señalado varios expertos políticos y económicos. 

2,3% estimó de crecimiento económico para 2020 la consultora CPA Ferrere y de 1,9% para 2021. A su vez, se proyectó que el PIB se expanda  0,5% en 2019. 

Para Rilla, aunque parecía que América Latina se encaminaba a una consolidación democrática, “ya sea con estilos de gobiernos más hacia el centro, a la izquierda o a la derecha, parecía que eso no representaba un obstáculo para la afirmación de reglas institucionales”. Sin embargo, agregó, “pasó todo lo que pasó y las democracias no están firmes”.

Oddone planteó que hay efectivamente algunas similitudes en el escenario económico y político de hace 60 años, a lo que llamó en referencia al presente la “resaca de los commodities” en razón del boom de precios internacionales de las materias primas que fue de 2004 a 2014.   

El analista económico manifestó que a su entender las realidades de los países no son idénticas ni simétricas y por distintas razones lo que hay es un quiebre en las expectativas de la gente. 

“Se percibieron en los últimos 15 o 20 años procesos de mejora y ahora se percibe que no se sostienen, a la vez que se arriesga a retroceder. Esto es lo que está generando una alta conflictividad. Además, sobre todo está en manos de gente joven que tiene aspiraciones de consumo y acceso a información de tipo global y están visualizando que esa materialización del acceso no la pueden tener. Eso genera un caldo de cultivo muy fácil que ante cualquier episodio de naturaleza política, se puede generar una alteración en el estado de ánimo, que rápidamente se manifiesta”, señaló.

Rilla, en tanto, entiende que lo que está ocurriendo en el continente tiene más que ver con una debilidad institucional con instituciones todavía no muy arraigadas, “con repúblicas bastante anémicas y sistemas de partidos que no son sistemas, y que no son partidos muchas veces”. 

“Duran un lirio o son muy dependientes de liderazgos muy personalizados. Todo eso lleva a un cuadro político e institucional que pone en duda la legitimidad de los regímenes y la credibilidad democrática. A pesar de que se puedan hacer muchas críticas al funcionamiento del sistema y al equilibrio de poderes, Uruguay el mayor capital que tiene en términos comparativos con la región es el conjunto de instituciones políticas democráticas, que funcionan con regularidad”, señaló el historiador. 

Para Rodríguez Weber las diferencias con los 1960 son sustanciales, al entender que durante esa época Uruguay vivió un agotamiento de la industrialización, y tanto en la situación política como en la dirección económica había menos acuerdos tácitos, y  “mayores distancias ideológicas”.

Durante esa década, Uruguay sufrió lo se conoce como el fenómeno de estanflación (que hoy está ocurriendo en Argentina), que significa que no había crecimiento económico –hubo diez años de estancamiento– y había una alta inflación. Con un Producto Interno Bruto (PIB) estancado, la inflación llegó a su máximo histórico en 1968, al ubicarse en 183% anual, lo que derivó en congelación de precios y de salario, tras una fuerte devaluación.

“Se podría decir que en los 1960 el sistema político amplificó la inestabilidad económica, mientras que al parecer hoy la amortigua”, señaló Rodríguez Weber. 

Uruguay y sus fortalezas 

Con respecto al presente, Oddone señaló que con el bajo crecimiento económico desde 2015 –aunque hubo un 2017 que fue bueno–, el riesgo que se corre es que a medida que los cambios de los precios relativos no ocurra, Uruguay puede asistir a un escenario en el que se pueden generar problemas.

Aunque no se produzcan grandes desequilibrios, explicó, si puede aparecer un descontento por “el divorcio en ese tipo de escenarios antes las expectativas de la gente  y lo que ocurre en la realidad”. 

“En Uruguay se está esperando una crisis como la de 1982 y 2002, y salvo que pase algo sistémico regional, que realmente inflame a los mercados de América Latina, que la vuelva no elegible en términos de accesos a mercados, yo no visualizó que ocurra nada parecido. Uruguay se preparó durante muchos años para obturar esos riesgos, tanto en lo que es el perfil de deuda, la supervisión bancaria y las reservas internacionales”, señaló. 

“El próximo gobierno tiene un desafío enorme que es el déficit fiscal y el mercado del trabajo” 
Diego Vallarino
Doctor en historia económica 
 

Vallarino entiende que a diferencia del país de la década de 1960, Uruguay es un país más productivo “que mira hacia afuera y hay consensos en ese sentido”, en referencia a la época de sustitución de importaciones previa a los 1960. 

“Hacemos siempre lo mismo de forma más o menos igual, a veces un poco más a la derecha, a veces un poco más a la izquierda. Ese consenso nace a principios del siglo XX y hay una lógica batllista  que subyace”, prosiguió Vallarino. La contracara, dijo, es un país como Chile, que es muy bueno creciendo y muy malo en sus políticas sociales. 

“En Uruguay se distribuye mucho mejor la riqueza y eso es parte de una curva de aprendizaje institucional que se da en cada país. Se marcó un ADN que aunque tuvo desvíos con algunos quiebres institucionales, quieras o no, se volvió a una lógica integrada. El próximo gobierno tiene un desafío enorme que es el déficit fiscal y el mercado del trabajo. En caso de que en 2020 se de un ajuste fiscal -cree que Uruguay tiene cierta ventana de tiempo para hacerlo- y eso genere conflictividad, también es parte de la evolución de nuestra institucionalidad”, resumió. 

Para Oddone, el 2020 va a ser un año convulso políticamente porque va a haber gente que se va a percibir como perdedora y no va a estar dispuesta a percibir las potenciales ganancias futuras que se van a obtener con los cambios que se van a proponer. 

“Esto hace que emerja la puja distributiva, que fue lo que ocurrió en los 1960. Nadie quiere perder poder adquisitivo o participación en la torta, sobre todo con una torta que no crece. Y la única forma de no hacerlo en una torta que no crece, es volver a crecer. La situación fiscal hoy es difícil pero no dramática. Además en el elenco gubernamental y de analistas hay mucha más claridad conceptual. Si Uruguay no está en condiciones de resistir una mayor tensión social y política, nadie más en la región lo va a poder hacer”, resumió. 

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