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El día en que Tabaré Vázquez volvió a ser expresidente

El líder frenteamplista entregó el gobierno con la seguridad de que la izquierda volverá al poder en el próximo período
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02 de marzo de 2020 a las 05:01

Por Diego Cayota, Agustín Herrero y Martín Tocar

Tabaré Vázquez llegó a su casa en el Prado como expresidente. Ya con la experiencia de una década atrás, cuando le colgó la banda presidencial a José Mujica, el dos veces jefe de Estado bajó del auto rodeado de militantes frenteamplistas que, apenas los vieron venir desde la avenida Agraciada, comenzaron a entonar “¡Vamos a volver, vamos a volver!”. Fueron hasta allí a agradecerle y se terminaron llevando ellos las gracias.

“Bueno, muchas gracias a todos. ¡Hasta la victoria siempre!”, dijo Vázquez con sus dos brazos en alto, antes de cruzar el portón de su casa, y volver a dirigirse a los suyos motivado por los aplausos y vitoreos. “En cinco años festejamos”, dijo el mandatario saliente.

Apenas ingresó a su casa y se refugió de las cámaras, en el horizonte de la calle Buschental asomaron las figuras de unos jinetes a caballo. El hogar de Vázquez queda a pocos metros de la entrada de la Rural del Prado y, aunque no estaba en la ruta pautada, los miles de caballos que habían escoltado a Lacalle pocas horas atrás pasaron por la donde estaban los frenteamplistas.

“Yo no te puedo creer. ¿No podían agarrar por otro lado?”, reprochó uno de los funcionarios de seguridad de Vázquez. Los militantes que se habían arrimado a despedirlo también soltaron palabras de molestia.

Uno de los organizadores se paró frente a la avanzada y repitió una misma orden a cada cabalgante: “Pasamos sin decir nada”.
Los caballos dejaban rastros de bosta y sus jinetes consignas variadas, algunas de las cuales no causaban mucha simpatía entre los frentistas que seguían entonando el ya clásico “vamos a volver”. “Lo que no sabemos es cuando”, contestó uno de los jinetes. “¡Agarren sus cuatro por cuatro y páguenle a sus peones!”, retrucó uno de los frentistas. Otro jinete, luego de un comentario combativo de una vecina, se dio media vuelta y exclamó: “si no fuera por nosotros se mueren de hambre”.

Aunque la tensión se extendió durante los largos minutos que duró el desfile, primó la convivencia pacífica. Quien dio la nota fue un veterano campesino, que repartió vivas para nacionalistas y frentistas por igual.

Cuando los caballos abandonaron Buschental, el altercado se concentró entre el personal de seguridad de Vázquez y el inspector de tránsito que cerraba el desfile. Pero para ese entonces el exmandatario ya estaba disfrutando de su familia y de su regreso a ser “un ciudadano más”.

Minutos antes, al mismo tiempo que la multitud coreaba “Presidente, presidente” cuando Luis Lacalle Pou desfilaba en la histórica cachila que era de su abuelo, Vázquez ingresaba a la Plaza Independencia y subía al escenario sin muchos aplausos. Junto a él, entraron sus ministros, con semblantes tristes pero respetuosos, viendo desde la primera fila como el líder frenteamplista entregaba la banda presidencial al tercer integrante de la familia Herrera en asumir el mayor cargo público.

Su presencia en el cambio de mando, tal como el protocolo establece, duró poco. Como extranjeros en una fiesta que no era propia, con miles de militantes que festejaban su retirada del poder, los jerarcas frenteamplistas cumplieron con el traspaso y se retiraron lo antes posible.

Pero no sin antes escuchar, detrás –y muy cerca– de donde se encontraban, un grito que los tomó por sorpresa y los aturdió: “¡Vamoooo Luisito!”. Algunos de los ministros salientes se dieron vuelta para ver de quién era la voz, pero no encontraron ninguna cara conocida. Era un invitado especial del presidente, como tantos.

Luego sí, salieron detrás de Vázquez, así como una vez supieron entrar. Un grupo de Blandengues lo saludó, como marca la tradición, y luego el saludo fue entre ellos. Todos los jerarcas salientes despidieron emocionados al frenteamplista que llevó a su partido dos veces al poder y la palabra se repetía al oído del mandatario: “Gracias, gracias”.

Entre la emoción frenteamplista, se desprendió un grito de uno de los militantes del nuevo gobierno que estaban retenidos en las vallas. “Chauuuu Bonomi”, lanzó. Sin embargo, el que dirigió por una década el Ministerio del Interior no se encontraba allí.

 

Vázquez se marchó a su casa en el Prado en una camioneta Renault Oroch y su gabinete bajó por la calle Ciudadela hasta llegar a un ómnibus contratado que los trasladaría al edificio Mercosur donde habían quedado los vehículos en los que retornarían a sus casas. 

“Nuestro momento fue ayer. Esto es solo una formalidad. Ahora la centralidad la tiene el gobierno entrante y nosotros no tenemos derecho a distorsionar eso”, dijo a El Observador quien dejó la prosecretaría de Presidencia, Juan Andrés Roballo.

El exministro de Economía, Danilo Astori, dijo estar alegre porque en el cambio de mando disfrutaba la “enorme fortaleza de las instituciones del Uruguay, de su democracia, de su República”.

“Nos vamos con la tranquilidad de haber dado todo en estos años por el Uruguay”, expresó Astori, mientras emprendía su retirada".

En sus últimas palabras confesó que en medio de esa alegría democrática se escondía una tristeza que Astori solo la pudo resumir en dos palabras: “Nostalgia anticipada”.

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