José Batlle y Ordóñez
Miguel Arregui

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El día que Batlle mató a Beltrán

Los duelos en Uruguay: la cultura de la pradera y del bajo, las guerras civiles y el quisquilloso honor de los políticos (I)
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01 de abril de 2020 a las 05:00

Hace ahora un siglo, en la lluviosa mañana del 2 de abril de 1920, en la cancha del Parque Central, el estadio del Club Nacional de Football, el expresidente colorado José Batlle y Ordóñez mató a Washington Beltrán, un joven diputado del Partido Nacional oriundo de Tacuarembó.

Beltrán, de 35 años, se había hecho responsable de un suelto editorial publicado el día antes en El País, un diario nuevo del que era copropietario, bajo el título “¡Qué toupet!”. Ese comentario editorial, cuyo título puede traducirse como “qué desfachatez”, endilgaba a Batlle el amaño de elecciones, la condena “a destierro y a miseria a José Enrique Rodó por haber sido independiente y altivo”, y diversas prácticas de corrupción.

Batlle, el líder político más trascendente en la historia nacional, fundador y director del diario El Día, y presidente de la República en dos períodos (1903-1907 y 1911-1915), le envió de inmediato sus padrinos, el médico y político Francisco Ghigliani, y el poeta y periodista Ovidio Fernández Ríos.

El primer disparo de cada duelista, parados a 25 pasos de distancia, erró el blanco. En realidad, las pistolas de duelo, de un único proyectil redondo que se cargaba por la boca (avancarga), una tecnología propia del siglo XVIII o inicios del XIX, eran elegidas para dificultar el tiro y minimizar las muertes. Por el contrario, el tiro a 20 metros con pistolas modernas, de retrocarga y repetición, mucho más precisas, equivalía a una muerte casi segura, o a graves heridas.

Pero el segundo disparo de Batlle atravesó la parte superior del tórax de Beltrán, quien murió casi de inmediato, ante los ojos de sus padrinos, Leonel Aguirre y Eduardo Rodríguez Larreta, codirectores de El País, y del médico Arturo Lussich, quien también había asistido a Aparicio Saravia en su agonía en 1904 tras la batalla de Masoller. 

Cultura de violencia política

Batlle y Ordóñez, quien ya tenía 63 años, había elegido con qué tipo de armas se libraría el duelo, una prerrogativa formal de la parte que se sentía ofendida. El caudillo colorado era un buen tirador con pistola de duelo, con las que practicaba metódicamente en su quinta de Piedras Blancas. 

Ese era el tercer enfrentamiento que mantenía con dirigentes del Partido Nacional desde junio de 1919, tiempo en el que había enfrentado sucesivamente a Juan Andrés Ramírez (con pistola y sin consecuencias), Leonel Aguirre (quien lo hirió a sable en un brazo) y Beltrán.

Washington Beltrán

Las disputas políticas de entonces, que muchas veces se dirimían por la prensa, eran cosa seria debido a un quisquilloso sentido del honor. En realidad, la violencia política característica en Uruguay durante el siglo XIX y principios del XX no se diluyó de un día para otro, sino de manera gradual.

La rivalidad entre Batlle y Herrera

Un ejemplo de ataques a través de la prensa y contraataques por desafío a duelo fue la larga enemistad entre Luis Alberto de Herrera, líder emergente del Partido Nacional, y Batlle y Ordóñez. El historiador y periodista Lincoln Maiztegui la resumió así en su serie “Orientales”:

“Al parecer Herrera había tenido amoríos con Celia Rodríguez Larreta, y a consecuencia de ello el esposo de ésta, un militar llamado Adolfo Latorre, la había asesinado de dos balazos en el Hotel del Prado el 26 de diciembre de 1904. El escándalo llegó al paroxismo cuando esa misma noche el abogado de Celia, Teófilo Díaz (un prestigioso periodista y político que, según algunas versiones, podría haber sido el padre biológico de Celia), mató de un balazo al teniente Latorre, en el mismo escenario y cuando éste se hallaba en poder de la Policía. El día 27, mientras se velaba a la mujer asesinada, el poeta Roberto de las Carreras se hizo presente y trató de leer un texto de su autoría en la cual Celia era definida como una ‘mártir del amor libre’, a raíz de lo cual fue expulsado violentamente. Esta tragedia, estrictamente privada pero que tomó lógico estado público, fue imprudentemente insinuada por un artículo de El Día titulado ‘¿Quién dijo miedo?’, al parecer escrito por el propio Batlle y Ordóñez, que en su parte medular decía, en referencia a la fallecida Celia: ‘¡Oh tú, bellísima e irreflexiva niña, que no tuviste a tu lado a un varón fuerte en los días de peligro, como lo habías tenido débil en los días de la falta…’. Herrera se sintió aludido y retó a duelo a Batlle, quien se excusó argumentando que en su carácter de presidente de la República no podía batirse. Por fin Herrera se batió el 22 de abril de 1906 con Ruperto Michaelson Pacheco (hijo de Matilde Pacheco, pareja de Batlle), sin consecuencias. Las relaciones personales entre los dos grandes caudillos civiles nunca se recompusieron”. 

Herrera volvió a desafiar a Batlle en octubre de 1921, cuando le envió sus padrinos, Ismael Cortinas y Arturo Puig; pero el expresidente respondió que, tras la muerte de Beltrán, ya no volvería a batirse con armas.

Próxima nota: Historia de los duelos en el Uruguay del siglo XIX y su permanencia en la cultura del bajo y del suburbio

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