El dólar se debilita contra el peso uruguayo, ¿qué raro, no?

El dólar se fortalece contra las monedas más fuertes del mundo, pero se debilita contra el peso uruguayo, ¿qué raro, no?

Eso sucede porque –y enhorabuena– entran dólares por buenas exportaciones y algo (poco) de inversiones, pero también porque, para combatir la inflación, el Banco Central del Uruguay sube la tasa de interés y emite letras en pesos a tasas muy altas.

De esta forma, quien tenía ahorros en dólares ve que le pagan digamos 12% si se pasa a pesos y con el dólar planchado o bajando sale una tasa equivalente en dólares de novela. Entonces, se venden dólares para pasarse a pesos y así se deprime más el precio del dólar.

Incluso operadores internacionales que buscan arbitrar en todo el mundo, pueden traer dólares sólo para conseguir estas supertasas.

Y por el lado de la demanda de dólares no hemos avanzado nada, por ejemplo bajando aranceles para importar más o permitiendo a las AFAPs que usen pesos de nuestros salarios para comprar dólares y colocarlos, por ejemplo en bonos del tesoro americano.

Así que cuando llega un reclamo por atraso cambiario, no vale contestar con cara de “yo no fui” que el dólar flota.

Está claro que tenemos un atraso cambiario persistente por fallas en la política macroeconómica: déficit fiscal (que obliga a emitir pesos y traer dólares como deuda); inflación indomable (el propio Banco Central del Uruguay se autoimpone un rango de inflación que nunca cumple, para qué lo hace?; combate permanente a la inflación a través de la tasa de interés en vez de atacar sus causas generadoras... todo a costo de cientos de millones de dólares que no le dejan nada a la sociedad más que atraso cambiario, encarecimiento en dólares e incapacidad de agregar valor a nuestras exportaciones.

Y, en general, los mismos que siempre nos infringen el atraso atraso cambiario comentan que “no solo el tipo de cambio influye en la competitividad”. ¡Cierto! Pero veamos qué factores inciden en la competitividad.

Uno importante sería la productividad laboral, pero lamentablemente acá parece que está bajando en vez de subir.

Otro sería el peso del Estado en burocracia e impuestos, pero en esto tampoco llegan ayudas para neutralizar el atraso cambiario.

Otro más sería el costo de la energía, que tampoco ha bajado.

La infraestructura viene mejorando, pero no llega todavía a bajar costos de logística.

Tampoco hemos logrado bajar aranceles afuera y seguimos con falta de un buen mercado de capitales y financiamiento largo y barato, como en otros lados.

Entonces, el atraso cambiario nos encarece en dólares, pero lo podemos corregir rápido.

Los otros factores de competitividad importantes no ayudan o juegan en contra, corregirlos llevará años.

Así, resulta que no podemos agregar valor: los cueros en vez de curtirlos y hacer camperas y zapatos –como supimos hacer– los mandamos húmedos al exterior, lo mismo con troncos que cuidamos 25 años o con la soja que sale como porotos en vez de hacer harina o aceite, la carne sale en alta proporción con hueso... y suma y sigue.

Al final, es un tema de prioridades. En mi opinión, Uruguay no puede ser una isla cara en un océano barato.

Hay que elegir: queremos ser un país muy competitivo, que agregue valor a sus exportaciones y crezca fuerte... ¿sí o no?

Leé también

La burocracia asfixiante