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El escándalo del escolta y el error garrafal de Lacalle

La crisis le pega al gobierno en dos puntos extremadamente sensibles: la ética y la competencia
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01 de octubre de 2022 a las 05:02

El gobierno sufrió esta semana lo que seguramente es el golpe más fuerte a su imagen desde que asumió: el jefe de la custodia del presidente fue detenido por integrar una banda que manipulaba partidas de nacimiento para otorgarle pasaportes uruguayos a ciudadanos rusos.

Es un escándalo de grandes proporciones, a varios niveles. Y básicamente plantea una duda: ¿las fallas del gobierno fueron éticas o de ineptitud? ¿O las dos?

El escándalo se cuenta solo, y por eso es tan perjudicial para la imagen del gobierno: el jefe de la custodia del presidente gestionaba documentos truchos, y lo coordinaba desde la mismísima Torre Ejecutiva donde se reunía con sus secuaces. Es fácil de entender para la gente, y la imagen del presidente está pegada a la de Astesiano en cada foto, en cada video. Es literalmente imposible de despegarlo, lo que seguramente le cueste algunos puntos de popularidad. También es fácil de entender en el exterior, lo que llevó a que la imagen de Lacalle, del gobierno y hasta la fortaleza del pasaporte uruguayo se viera afectado internacionalmente. Como dijo Leonardo Pereyra en esta columna, es un golpe a la mandíbula del presidente.

La primera opción para Lacalle fue defenderse argumentando que fue engañado en su buena fe, cuando en la conferencia de prensa del lunes, a horas de la detención, dijo que hasta donde él sabía, “El Fibra” no tenía antecedentes. Además apeló a los periodistas con el latiguillo de "ustedes me conocen", un recurso que cuando se usa en demasía, como ha hecho Lacalle en los últimos tiempos, se lo vacía de valor. 

Pero el presidente tenía suficiente información para al menos dudar de que Astesiano fuera trigo limpio, desde el momento en que en 2020 algunos colaboradores le advirtieron que tenía 34 anotaciones policiales, una información que luego fue publicada por varios medios. Entre ellos, un antecedente por estafa que no figuraba en su legajo por el tiempo transcurrido. 

En ese momento, Lacalle decidió mantenerlo en el cargo, y ese es el principal cuestionamiento ético que le cabe al presidente y a su equipo. Una persona con esa cantidad de anotaciones por indagatorias es alguien complicado, y si zafó todas esas veces tal vez sea más por sus vinculaciones que por su inocencia. Desde la ética, esas 34 anotaciones seguramente hablan más de una persona que una condena. 

El presidente se apegó a la letra de la ley. Pero si se hubiese apegado a la ética que pregona en su discurso, Astesiano no debería haber sido digno de la confianza presidencial. Por muchísimo menos, en este gobierno, otros funcionarios fueron destituidos. Con este antecedente, a partir de ahora será difícil para el presidente posicionarse en ese discurso sin que lo acusen de doble rasero.

El argumento de que todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario, o que todos merecemos una segunda oportunidad, no aplica en este caso y más bien suena a tomadura de pelo, en particular porque en todo caso para Astesiano era la oportunidad número 34, al menos.

Pero además el prontuario de “el Fibra” también incluía un delito de estafa cometido en 2013 que lo llevó a la cárcel de Las Rosas. El presidente no mencionó ese antecedente el lunes, y el martes dijo que el día anterior no sabia de ese delito , pero que existía, y al día siguiente el Ministerio del Interior informó que alguien había maniobrado para eliminarlo, lo que este viernes le costó el cargo al director de Identificación Criminal. 

Es probable que el presidente no supiera de eso. Pero si es así, este desconocimiento del gobierno se suma a la cadena de errores. ¿Cómo no hay un equipo de inteligencia que investigue nada menos que a los hombres que le cuidan la espalda al presidente? ¿Cómo alguien puede engañar a la Presidencia de esa manera, aun con los contactos suficientes en los entresijos del Estado para poder manipular expedientes?

De todos modos, esa discusión sobre los antecedentes desvió en los últimos días el foco del otro tema principal: ¿cómo Astesiano se reunía a sus anchas en el piso cuatro de Torre Ejecutiva sin levantar sospechas? Al gobierno se le pasó un elefante por las narices, y no se dieron cuenta.  

La crisis le pega al gobierno en dos puntos extremadamente sensibles, que son base de su gestión y los argumentos para que miles de votantes le dieran su apoyo: la ética y la competencia. Y le será difícil dar vuelta la página.

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