Uno de los cargos más importantes del próximo período de gobierno será el de ministro de Relaciones Exteriores. El rol de la cancillería debería ser la piedra angular de un gobierno que enfrentará socios complicados y enfrentados en el Mercosur y una América Latina que camina por el pretil y al borde del estallido.
El presidente electo no puede titubear a la hora de elegir a alguien con personalidad firme y que tenga muy claro el partido que deberá jugar en una región tambaleante. La política es como el mar, cambia todo el tiempo, por lo que los anuncios de una cancillería fuertemente ligada a la apertura de mercados y a las oficinas comerciales, debe necesariamente incorporar en la cabeza del futuro mandatario el conocimiento de la matriz geopolítica del más alto nivel para implementar una política exterior que logre separar a Uruguay del caos que vive el continente.
Más que nunca desde la salida de la dictadura Uruguay deberá enfrentar un contexto regional sumamente complejo donde el futuro y la fortaleza de la democracia está en juego. Hay una disputa aguerrida tanto ideológica como política. La democracia sufre por todos lados, y en su nombre se cometen las arbitrariedades más espeluznantes. Las debilidades institucionales que viven muchos países, los atropellos dictatoriales y la convulsión social polariza las posiciones y exige que el país tomé posiciones claras y firmes todo el tiempo.
Si bien todo indica que Uruguay no tiene en sus entrañas las condiciones para estallidos sociales como en Chile, parálisis gubernativas como en Perú, quiebres institucionales como en Bolivia o directamente dictaduras sangrientas y represoras de los derechos humanos como en la Venezuela de Nicolás Maduro, la realidad indica que el continente está crujiendo y juega a caminar por el precipicio. Un despeñadero del que hay que alejar a Uruguay, evitar que lo arrastren a la caída y más aún, lograr convertirse en la locomotora que lidere a la región a mejores tiempos.
En estas horas circulan varias listas con nombres del eventual gabinete de la coalición multicolor. El líder de la misma, Luis Lacalle Pou, solo anunció en caso de ganar a Azucena Arbeleche en Economía, Pablo Bartol en el ministerio de Desarrollo Social y Pablo Da Silveira en Cultura pero se niega a hablar de nombres para otros ministerios.
En esa danza surge que Lacalle Pou habría pensado en Ernesto Talvi como canciller. Desde filas coloradas indican que Talvi prefiere adquirir experiencia política en el Senado. Suena algo muy coherente para el economista devenido en político hace poco más de un año.
El canciller de la República de los próximos años debería ser alguien que quiera asumir el reto de un desafío que puede quedar en la historia, no solo del país sino de América Latina. En un mundo cada vez más conectado en todos los sentidos, nadie puede creer que lo que pasa en la región no va a afectar.
Por eso representar y defender la posición libre y democrática de Uruguay en todos los foros y en todas las naciones y al mismo tiempo convertirse en una tierra ejemplar donde reine el Estado de Derecho, la separación de poderes y que no tenga un ápice de duda de qué lado de la historia estar parado, resulta clave.
El presidente no se puede equivocar en este nombramiento. El precio de hacerlo puede resultar muy caro para el país. Uruguay y el próximo gobierno tienen un papel político clave para cumplir en la región.
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