Eduardo Espina

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El infinito es gris

Uruguay tiene los suficientes días luviosos como para que sus habitantes se depriman y pongan a prueba el entusiasmo
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11 de julio de 2017 a las 05:00
Es en la película Bye Bye Brasil (1979), en la cual el personaje principal, Lorde Cigano (José Wilker), promete a la audiencia que como todos los grandes países del mundo también Brasil tendrá nieve, mientras en el fondo se escucha la melodía de White Christmas cantada por Bing Crosby.

Por la originalidad de la ocurrencia y lectura metafórica que permite, redondea uno de los grandes momentos del cine brasileño.

La nieve, claro está, es mucho más linda en fotos y en postales, y en la ilusión de los turistas que nunca vieron nevar, que en la realidad donde la gente que debe vivir varios meses al año bajo nieve se cansa de esta en los casi infinitos días del invierno, sobre todo cuando tiene que levantarse temprano para ir a trabajar y hace un frío horrible y para poder salir de su casa debe limpiar primero varios kilos de eso tan blanco con lo cual Nerón mandó hacer helados de fruta.

En Uruguay no tenemos inviernos con nieve, pero sobran los días grises y lluviosos, en tal cantidad, que podemos decir, casi parafraseando a Lorde Cigano; lo mismo que dos de las ciudades más pujantes del mundo, Portland (68 días de sol al año) y Seattle (58 días de sol), situadas en el noroeste estadounidense, Uruguay tiene los suficientes días grises y lluviosos como para que sus habitantes se depriman y pongan a prueba el entusiasmo y las ganas de levantarse de la cama debido a las sobredosis de interminables jornadas invernales que ponen a prueba el sentido de la vida.

Después de cinco días seguidos de lluvia, frío desagradable, pues vino acompañado de un casi cien por ciento de humedad, tal como hemos tenido, un rayo de sol, por mínimo que sea, puede convertirse en salvavidas del entusiasmo, sin el cual la vida es parecida a un auto sin nafta.

Por supuesto, siempre queda el consuelo, por comparación, de pensar que también los países más prósperos del mundo tienen inviernos crueles y que los nórdicos recurren a máquinas hogareñas para sustituir los rayos de sol ausentes y no tener así que aumentar la dosis de alcohol y ansiolíticos que les permite decir, a diario o cada tanto, cuan ilusos vikingos, que la vida es siempre bella.

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