Nacional > HISTORIA RECIENTE

El izquierdista que dejó sin su "Malvinas" al Goyo

En 1984 el dictador Gregorio Álvarez quiso romper relaciones con Argentina para buscar un factor que le diera oxígeno a su gobierno. Heber Arbuet lo impidió
Tiempo de lectura: -'
23 de junio de 2018 a las 05:00
Así como Leopoldo Galtieri invadió las Malvinas para estirar la dictadura argentina, también Gregorio Álvarez intentó en 1984 que Uruguay tuviera un conflicto internacional que le diera aire a su agonizante gobierno: con la excusa de un incendiario discurso que Wilson Ferreira dio en Concordia, frente a Salto, quiso romper relaciones con Argentina.

Heber Arbuet era el ministro interino de Relaciones Exteriores cuando el Goyo tuvo semejante idea. Él recibió la orden de cortar relaciones con Argentina, que ya había recuperado la democracia. Nunca antes contó esta historia.

A Arbuet no se lo suele nombrar cuando se habla de los civiles que integraron la dictadura, pero fue dos veces subsecretario, viceministro, del régimen. Primero, de Justicia; luego, de Relaciones Exteriores.
Lo curioso es que Arbuet se consideraba a sí mismo un hombre de izquierda y era votante del Frente Amplio. Tras la dictadura no volvió al Frente, pero mantuvo un perfil de centroizquierda. Hoy adhiere al Partido Independiente.

Ya retirado y con 85 años, Arbuet vive en El Pinar, en una casa con seis perros y una gata. Durante años fue profesor grado 5 y catedrático de Derecho Público Internacional. Es una autoridad en el tema, con decenas de libros y artículos publicados. En la Biblioteca del Poder Judicial hay 37 libros o documentos de su autoría o coautoría. Muchas veces, ya recuperada la democracia, asesoró al Parlamento sobre asuntos internacionales.


Arbuet dice que jamás pensó en integrar el gobierno militar, del cual era opositor. Que fue todo impensado: "Entré al gobierno por cumplir con los reglamentos".

Trabajaba en un juzgado como actuario. Desde 1977 funcionaba un Ministerio de Justicia que había rebajado la autonomía del Poder Judicial. El ministro era Fernando Bayardo Bengoa.

En aquel tiempo, en cada agosto Arbuet pedía licencia para asistir al curso de derecho internacional del Comité Jurídico Interamericano de la OEA, en Río de Janeiro, donde era secretario docente: "Cuando volví presenté el informe de lo que había hecho en la licencia. Era algo que nadie hacía. Y creo que eso le llamó la atención a Bayardo".

Un día el ministro lo citó en su oficina. Arbuet fue con muchos resquemores.

"Bayardo no era santo de mi devoción", dice. "Además, se había enquistado en el Ministerio una camarilla que estaba en contra de los jueces: los destituían con una simple nota: queda destituido, buenas tardes. Era lo normal y muchoslo padecieron".

Ese día Bayardo le ofreció ser su subsecretario. Arbuet quedó estupefacto. "Me dijo que él tenía mucho conocimiento de la fiscalías pero no del Poder Judicial. Yo lo tenía y podía ayudarlo".

-Me parece muy bien, pero usted sabe que yo estoy en contra de este gobierno.

-Sí.

-Usted sabe que a lo que yo aspiro es a que se restituya lo antes posible la legalidad y se normalice el país.

-Sí, y estoy de acuerdo.

-Mire que yo no voy a destituir a ningún funcionario si no corresponde.

-Para eso lo quiero.

-Usted sabe que trabajo en la Facultad de Derecho y no quiero irme.

-No hay problema.

"Le puse todos los obstáculos posibles y me los allanó todos", recuerda Arbuet. "Al final lo único que me quedó fue decirle que estaba casado y que la oferta era demasiado trascendente para definirla solo. Me dijo que me tomara mi tiempo".

"Te van a crucificar"

María López, su esposa, hoy fallecida, era militante del Partido Demócrata Cristiano, recuerda Arbuet. Votaban al PDC y al Frente Amplio.

"La política interna nunca me interesó demasiado, pero acompañaba a mi mujer en su militancia. Estuve en los primeros actos del Frente, pero en nada protagónico. Lo mío era el derecho internacional público. Yo fui el primer abogado de mi familia, y el primer profesional si no tomo en cuenta a algún maestro. Era del interior, tenía que abrirme cancha en Montevideo, tenía que pelear por una cátedra... estaba sentado horas y horas y horas estudiando".

Arbuet le contó a su esposa la oferta de Bayardo. Le dijo que el ministro había aceptado todas sus condiciones. Que no tendría otra oportunidad en su vida de hacer política e incidir en el rumbo de las cosas. "Te van a crucificar", le respondió ella.

"Ahí le dije a mi mujer una frase de la que después muchas veces me arrepentí: 'Mirá, si logro aliviar la situación de un solo perseguido, se justifican los cien problemas que tenga'".

Asumió como subsecretario en 1978. Recuerda el sufrimiento de su esposa, obligada a asistir a las reuniones sociales de la dictadura sin tener nada en común con aquel ambiente. "Yo podía hablar de las cuestiones técnicas, pero ella no tenía lo que decir. ¡Era asistente social y militante del PDC! Sufrió mucho, pero me acompañó y se lo agradezco".

Pero Arbuet dice que sí pudo influir. Que cortó con las destituciones arbitrarias de los jueces. Que solo hubo una que no pudo impedir porque el trámite había comenzado antes de su llegada. "La gente realmente de izquierda que fue perseguida, sabe que la amparé. No hubo más destituciones injustificadas, ya con eso alcanza. Y le conseguí al Poder Judicial 200 o 300 propiedades que tenía tiradas por el interior y ni sabía. Hice lo que tenía que hacer, no podía hacer mucho más".

Cuando Bayardo se fue, Arbuet también.

"Un momento muy tenso"

Heber Arbuet
undefined

Pensaba que su rol en el gobierno militar había terminado, cuando en 1982 le ofrecieron ser subsecretario de Relaciones Exteriores. Arbuet sostiene que el comandante del Ejército, el general Boscan Hontou, estuvo detrás de esa propuesta. "Había sido mi alumno en un curso de Derecho Internacional Público, en el viejo doctorado en diplomacia, en la época de la efervescencia. Durante un semestre lo tuve lunes, miércoles y viernes sentado en mi clase. Terminó adorándome. Una vez me dijo: 'Doctor, usted es el profesor más derecho, duro y exigente que conocí, y eso lo respeto mucho'".

Hontou le explicó que lo necesitaba. "Era un momento muy tenso", le dijo. "El Goyo quería quedarse, quedarse y quedarse como dictador sin ninguna cortapisa, y la Junta de Comandantes en jefe quería buscar una salida, un acuerdo con los políticos".

Los comandantes habían aceptado que se designara canciller a Carlos Maeso, un hombre de confianza de Álvarez, siempre y cuando ellos pudieran elegir al subsecretario. No confiaban en Maeso y temían lo que Álvarez pudiera hacer para perpetuarse.

"Hontou me dijo: 'la única manera de controlar al Goyo en su política exterior es ponerle a alguien al lado, y ese tiene que ser usted'. Yo ya me había reinsertado en la facultad y no tenía ningún interés. Pero era muy difícil decirle que no cuando me decía que me necesitaba para asegurar una salida".

Arbuet aceptó y, tal como temía el general, sus servicios fueron necesarios.

Fue en 1984. El líder blanco Wilson Ferreira se había instalado en Buenos Aires, desafiando al régimen con un inminente regreso al Uruguay.

En mayo hizo un gran acto en Concordia. Según recuerda el diputado Pablo Iturralde, algunos de sus enemigos políticos habían lanzado el rumor de que Wilson se aprestaba a acordar con la dictadura y el caudillo blanco decidió aventar esas versiones con un discurso incendiario. Iturralde estuvo aquel día en la ciudad entrerriana y todavía recuerda aquella oratoria radical y desafiante.

Una semana después, un viernes de mañana, Arbuet estaba dando clase en la Facultad de Derecho, cuando un bedel lo interrumpió: "Está el secretario de la Presidencia, quiere que se presente inmediatamente allá. Tienen un auto esperándolo".

Arbuet dice que terminó la clase. Estaba desconcertado. Cuando llegó al Palacio Estévez lo recibieron con una atención desmedida. Álvarez no lo hizo esperar: "Doctor, usted está enterado del discurso que hizo el señor Ferreira Aldunate en Concordia. Ese discurso es una intervención en los asuntos internos de nuestro país que la Argentina no ha coartado, no ha hecho nada por impedir y ha apoyado. Por lo tanto quiero que me prepare y me traiga una ruptura de las relaciones internacionales con la Argentina".
Arbuet quedó estupefacto. Hoy se ríe, pero entonces no.

La cabeza le trabajaba a toda máquina. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Por qué Álvarez hacía eso en ese momento? ¡Había pasado una semana desde el discurso de Wilson!

Se le ocurrió que una clave radicaba en que el canciller Maeso estaba en Chile en una misión oficial. Pensó que el Goyo quería que fuera él quien tomara esa decisión tan tajante y riesgosa. Si la cosa salía mal, lo usaría de chivo expiatorio. Recordó también las diferencias entre Álvarez y los comandantes, la creciente presión opositora, el desprestigio progresivo del régimen.

"El frente interno en Uruguay estaba muy resquebrajado y el Goyo se sentía bastante débil. ¡Estaba buscando un conflicto exterior para ganar fuerza y apoyo. Y si no le salía bien, la culpa era de este muchachito!".

Arbuet reaccionó rápido. "Con todas mis tribulaciones en la cabeza, llegué al ministerio con una cosa clara: lo primero que tenía que hacer era involucrar a Maeso".

Lo llamó por teléfono a Chile, le relató lo que estaba ocurriendo y le pidió instrucciones. Maeso no se animó a decirle que rompiera relaciones.Según recuerda Arbuet, le respondió algo así como: "Es un problema grande. Habría que ver si se puede hacer pensar un poco más al presidente".

-¿Entonces a vos te parece que no hay que meter el acelerador a fondo y hay que ver si hay una salida que no sea la ruptura directa de relaciones diplomáticas?

-Si es posible, sí.

Sintió alivio. De todos modos, no podía presentarse ante Álvarez con las manos vacías. Convocó a los directores de más confianza en el ministerio. "Les conté el asunto y quedaron horrorizados". Luego llamó a los responsables de cadasección de la cancillería. A cada uno le pidió, y también al embajador uruguayo en Argentina, un informe sobre las consecuencias de mantener o romper relaciones. "Se pusieron a trabajar como locos".

Sobre el fin de la tarde, Álvarez telefoneó y le ordenó llevar la ruptura de relaciones redactada. Cuando llegó a la presidencia, Álvarez lo recibió con un coronel que era el jefe de la Dinarp, la oficina de la dictadura encargada de los mensajes de prensa. Estaba todo previsto para divulgar la noticia de inmediato.

-¿Me trajo lo que le pedí?

-Sí, señor presidente.

Arbuet pensó que sería el segundo subsecretario de Relaciones Exteriores en ligarse dos fustazos en la cara de parte del Goyo. Se decía que ya lo había hecho con uno de sus antecesores. Pero aquel izquierdista metido en la dictadura tenía un as en la manga: la veneración militar por las jerarquías.
Álvarez tomó las hojas y las leyó. "La cara se le empezó a poner de todos colores. ¡Esto no es lo que le pedí!", me dijo".

Arbuet tiró sobre la mesa la baraja que había reservado para la ocasión.

"Señor, puede que no sea lo que me pidió, pero usted sabe que yo soy un funcionario sometido a jerarquía. Y la jerarquía debo respetarla. Mi superior inmediato no es usted, sino el doctor Maeso. Por lo tanto, ante su solicitud, yo llamé al doctor y le pedí consejo. Y él me dijo que tenía que enfriar las cosas, que había que tomar más tiempo para una decisión tan drástica. Lo que yo hice fue adelantar el trabajo. Acá está el informe sobre qué consecuencias tendría esta decisión".

Álvarez enmudeció.

"Llévese esto. Y dígale a Maeso que cuando esté en Montevideo me llame", dijo cuando al fin habló.

No hubo fustazos.

Arbuet avisó a la embajada argentina lo que había ocurrido, pero no a los comandantes de las Fuerzas Armadas."Se hubiera armado un relajo muy grande, y yo no quería protagonismo. Solo quería no romper relaciones con Argentina y salvar el momento".

Maeso volvió al país días después, pero ya no se habló más del tema. "Me la jugué, quizás con un poco de altanería, pero al final salió bien", recuerda hoy Arbuet con una sonrisa pícara, como quien evoca una travesura juvenil.

Cree que aquel episodio fue un intento de Álvarez por perpetuarse. "Es la mentalidad de los milicos. En Argentina tenían un lío interno y abrieron un flanco internacional en Malvinas. Posiblemente el Goyo pensara: 'rompemos con Argentina, hacemos un frente común, estamos todos unidos'. Creo que esa fue su jugada".

"Alguna razón hubo"

Recuperada la democracia, Arbuet fue sometido a un sumario administrativo en la Facultad de Derecho por participar de la dictadura. Mientras se dilucidó, fue suspendido como docente y se le retuvo medio sueldo.

El fallo -según recuerda- fue que el castigo se daba por cumplido con la suspensión preventiva padecida. Volvió a dar clases, y se retiró en 2004 como catedrático y profesor grado 5.

Arbuet, que afirma ser creyente y muy racional al mismo tiempo, sabe que participar de la dictadura estaba y sigue estando mal visto. "A nadie se le podía ocurrir que el gobierno militar me llamara. Lo lógico, lo que me hubiera evitado una cantidad de sufrimientos y humillaciones, hubiera sido que dijera que no".


Pero dijo sí. Y hoy, tantos años después, no se arrepiente pese a reconocer lo negativa que fue la dictadura: "Yo no sabía que se estaba torturando a mansalva, pero sí que vivíamos en un régimen despótico. Traté de que las cosas fueran un poco mejor desde adentro. Dentro de poco voy a morir y estoy tranquilo. Alguna razón hubo para que estuviera allí. Y sé que hice todo lo que pude".

"Un espíritu moderador"

Algunos testimonios permiten contextualizar el testimonio de Heber Arbuet.

Con Miguel Santini se conocieron como funcionarios judiciales, ambos eran de izquierda. Cuando vino la dictadura, Santini era edil socialista en Durazno y fue apresado. Luego de liberado, quedó en las listas negras del régimen. Cuenta que Arbuet le dio una mano para que lo habilitaran a volver a trabajar. "Él me dijo que aceptó ser subsecretario porque creía que podía hacer algo positivo", recordó Santini, que mantiene hasta hoy la amistad con Arbuet.

Amadeo Otatti, que trabajaba en el Ministerio de Vivienda y había sido trasladado al Ministerio de Justicia donde se desempeñaba como director de la asesoría letrada, cuenta que Arbuet se presentaba como un hombre de izquierda moderada. "Era muy calmo y tenía un espíritu moderador. Su influencia fue buena porque siempre trataba de componer y evitar las decisiones más impulsivas del ministro Bayardo".

En el libro "Cronología, relaciones internacionales de Argentina marzo/diciembre de 1984", de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), se cuenta que en abril de ese año, cuando el nuevo embajador argentino Carlos Perette presentó sus credenciales, el propio Gregorio Álvarez le transmitió la queja del gobierno uruguayo por la presencia de Wilson Ferreira en Argentina.

Dos duros del Ejército

Arbuet trató mucho al general Boscan Hontou, uno de los hombres fuertes de la dictadura, comandante del Ejército entre 1982 y 1984. "No compartí muchas de sus actitudes porque era muy duro, drástico, era un militar que estaba en una guerra que había que ganar de cualquier manera", dice. "Pero le guardo mucho respeto, porque era capaz de tener palabra y de dialogar". Cuenta que una sola vez le pidió un favor: que una sobrina que había escapado a Argentina por su militancia de izquierda y allí había quedado viuda y con tres hijos, pudiera volver y trabajar en Uruguay. Hontou se lo concedió. Con Gregorio Álvarez tuvo menos trato, aunque lo veía en cada acuerdo de ministros y lo trató por el intento de romper relaciones con Argentina."Era frío, totalmente cerebral. Se podía calentar, pero explotaba solo si le servía. Si no le servía, no explotaba".

Wilson y la gente de tercera

El 25 de mayo de 1984, en Concordia, Wilson Ferreira acusó al gobierno de Gregorio Álvarez de no ser sincero en la negociación con los políticos en búsqueda de una salida: "No hay el más mínimo deseo de democratizar el país", señaló. "No existe el más mínimo intento serio de devolverle al pueblo el pleno goce de sus derechos y sus libertades". Recordó que los uruguayos estaban entonces divididos en categorías: "Hay gente A, gente B y gente C. Hay ciudadanos de primera categoría, de segunda categoría y de tercera categoría. ¡Y los de primera son en realidad los de tercera!".

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...