La canciller alemana, Angela Merkel, en la sede central de la OTAN en Bruselas el pasado 11 de julio

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El legado económico de Merkel: austeridad, ira y populismo

El papel de la canciller alemana en el devenir de la economía europea y la idea instalada de que los países del norte del continente eran los que de verdad trabajaban
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05 de noviembre de 2018 a las 05:00

Por Peter S. Goodman

En los obituarios políticos que registran la partida de la canciller de Alemania, Angela Merkel, el mundo se está preparando para perder una rara fuente de liderazgo con tendencias de sobriedad en una época llena de caos peligroso.

Para la Unión Europea, la pérdida parece grave. El bloque está ante a un divorcio desagradable con el Reino Unido, el ascenso del autoritarismo en Hungría y Polonia y una confrontación con un gobierno populista en Italia. El inminente retiro de Merkel eliminará a una defensora incondicional de la cohesión del bloque. Así lo mencionan un sinnúmero de especialistas y editoriales periodísticos.

Sin embargo, muchos economistas tienen una percepción menos generosa del lugar que ocupará la canciller alemana en la historia moderna de Europa. Lejos de ser una heroína que ancló el bloque durante desafíos profundos, tuvo un papel fundamental en la amplificación de una crisis económica, pues le permitió estallar y convertirse en una amenaza existencial para la Unión Europea y su moneda compartida, el euro. La aflicción resultante ha debilitado la fe en el bloque europeo al tiempo que ha alimentado reclamos antisistema por todo el viejo continente.

Como muchos líderes nacionales, Merkel, una y otra vez, favoreció los intereses políticos de su país a costa de las preocupaciones más generales de Europa, al negarse a arriesgar los vastos ahorros de Alemania aceptando las solicitudes de rescatar a miembros del bloque que estaban saturados de deuda. Obstaculizó medidas enfocadas a coordinar las reglas bancarias y el gasto público a través de las fronteras nacionales. Se opuso obstinadamente a perdonar la deuda de Grecia, aun cuando el país se tambaleaba hacia la bancarrota, e incluso cuando el desempleo superaba el 27%, lo que representó una fuente especial de indignación porque los bancos alemanes fueron los principales acreedores de la catastrófica explosión de préstamos que sufrió Grecia.

“Estuvo en el centro del diseño del defectuoso programa griego, el cual no solo impuso austeridad, sino que resistió la reestructuración de la deuda –algo de mayor trascendencia– para salvar a los bancos alemanes y franceses”, señaló Joseph E. Stiglitz, Nobel de economía y profesor de la Universidad de Columbia en Nueva York. “La retórica que usó sugería que la crisis era producto de un comportamiento irresponsable de Grecia, no de una irresponsabilidad de parte de los prestamistas”.

Como muchos líderes nacionales, Merkel, una y otra vez, favoreció los intereses políticos de su país a costa de las preocupaciones más generales de Europa

En lugar de usar el gasto público para suavizar la crisis, Merkel utilizó el poder que tiene Alemania como la economía más importante de Europa para obligar a los gobiernos en problemas a recortar el apoyo a las pensiones, la atención médica y la educación. En el proceso, estas maniobras contribuyeron a alargar y profundizar una recesión económica devastadora.

“Eso será recordado en la historia: una pésima gestión”, comentó Amandine Crespy, una politóloga del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad Libre de Bruselas. “Es muy evidente que la austeridad ha profundizado o incluso ha creado esta gran brecha, la fragmentación política entre el norte y el sur, entre los países deudores y los acreedores, que es muy pero muy difícil de arreglar, y ha tenido consecuencias políticas dramáticas en términos del impulso de las fuerzas populistas”.

No volver a los mismos errores

Repasar la historia es un ejercicio complejo abierto a interpretaciones divergentes. Uno nunca puede saber cómo pudieron haber ocurrido los sucesos si hubiera faltado alguna variable. Cualquiera en el lugar de Merkel se habría encontrado con una situación difícil de enfrentar. Merkel estuvo a cargo del país más poderoso de Europa durante la peor crisis financiera desde la Gran Depresión, a la que siguió la crisis de deuda europea y luego la explosión de migrantes de algunas de las naciones más pobres y atribuladas del planeta.

Hay quienes argumentan que ningún canciller alemán habría podido mantenerse en el puesto comportándose de una forma muy distinta en el terreno de la política económica. Debido a una profunda proclividad cultural hacia la prudencia económica, a la repulsión moral a la deuda y a un temor al aumento de los precios que data de la hiperinflación posterior a la primera guerra mundial, a los alemanes les espantaba cualquier acuerdo que arriesgara sus ahorros por culpa de la imprudencia griega e italiana.

“Tenía que vender a los votantes alemanes la idea de que Alemania enviara recursos para rescatar países europeos con políticas irresponsables”, comentó Nicola Borri, un profesor de Finanzas de Luiss, una universidad de Roma. “Ese fue el problema. En términos políticos, es muy difícil criticar a Merkel”.

Sin embargo, otros economistas aseguran que Merkel desperdició una oportunidad para usar la crisis como un momento educativo que pudo haber alterado la opinión pública de los alemanes. Pudo haber promovido en Alemania el sentido de responsabilidad haciendo que su nación se viera como el beneficiario principal de la Unión Europea, con la responsabilidad de ayudar a los que estaban en apuros.

En cambio, utilizó el estereotipo de los griegos vagos, y en un momento incluso sugirió que tomaban demasiadas vacaciones. Usó los problemas que padecían para representar la extensión de la crisis de una forma imprecisa. Aunque el gobierno de Grecia había sido derrochador, los de Irlanda y España habían disfrutado de excedentes presupuestarios antes de caer en la crisis, y cayeron en deudas peligrosas solo después de rescatar a los bancos.

La zona euro

A menudo, los problemas económicos de Europa se han centrado en una falta de fe en la resistencia del euro, la moneda que comparten los diecinueve miembros del bloque. Desde el inicio del euro, sus críticos han advertido que es endeble a nivel estructural: una unión monetaria que carece de un aparato político que la acompañe para coordinar la ayuda colectiva y las políticas cuando surgen las dificultades.

“Angela Merkel estuvo en el centro del diseño del defectuoso programa griego, el cual no solo impuso austeridad, sino que resistió la reestructuración de la deuda –algo de mayor trascendencia– para salvar a los bancos alemanes y franceses”. Joseph E. Stiglitz, Nobel de economía en 2001

Bajo la guía de Merkel y Wolfgang Schauble, su ministro de Finanzas famoso por su sentido práctico, Alemania utilizó la crisis de manera eficaz para hacer una demostración elaborada de los defectos fundacionales del euro. Mientras discutían con sus pares europeos por los principios que debían seguirse en el rescate griego, demoraron la ayuda y expusieron los mercados globales a la posibilidad de que tal vez no habría ninguna ayuda disponible. Una moneda que era defendida por ser una fuente de solidaridad europea quedó expuesta como un ímpetu para la discordia.

“La crisis del euro comenzó a mejorar cuando Europa decidió resistir las políticas que Merkel quería imponer”, comentó Christian Odendahl, quien vive en Berlín y es economista en jefe del Center for European Reform, una institución de investigación. “La crisis del euro mejoró no gracias a Merkel, sino a pesar de ella”.

En esencia, Merkel impulsó la noción de que la crisis de Europa era un juego moral en la cual las naciones prudentes del norte enseñarían a sus pares insensatos del sur las virtudes de vivir dentro de sus posibilidades. Es probable que ese tipo de representaciones sobrevivan a la misma Merkel y compliquen pensar que Europa pueda llamar a la unidad para apuntalarse a sí misma en contra de la próxima crisis.

“Ayudó a cambiar la forma de pensar de los alemanes”, comentó Stiglitz, el economista ganador del Nobel. “Lo hizo de una manera terrible, y esto dificulta mucho cambiar el marco de la eurozona. Pudo haberla transformado. Eso habría sido liderazgo”.

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