Leo entre las noticias del día una que me llama la atención: ha disminuido el número de gente que intenta cruzar sin documentos la frontera méxico-estadounidense. Recordé los tiempos cuando solía visitar esa zona, y especialmente la vez cuando un colega me llevó a conocer el recinto situado a poca distancia de la ciudad de Brownsville, Texas, pero del otro lado del río.
Es una especie de refugio para albergar a quienes acaban de ser deportados. Gente que no tiene a donde ir, ni al sur ni al norte. Quedan en el limbo una vez que las autoridades inmigratorias estadounidenses las mandaron de regreso a México, donde la vida se había olvidado de ellos.
Por casualidad, pues es la forma como la mayoría de los indocumentados es capturada, han vuelto a la nada, después de haberse probado el sabor a una nueva vida, con trabajo y futuro para sus hijos. De regreso en México, sus opciones laborales son nulas. Algunos dan vueltas y sobreviven como pueden, a la espera de poder volver a colarse en el país que los acaba de expulsar.
Otros en cambio, quedan en manos del destino o de los carteles del narcotráfico que controlan la zona fronteriza, una de las peores del mundo en cuanto a inseguridad y desocupación. Por lo general, en el pasado, los narcotraficantes reclutaban la mano de obra a la fuerza.
Con una pistola en la cabeza los obligaban a convertirse en integrantes de la banda, amenazándolos con matar a toda su familia si no aceptaban la invitación. Ahora, en cambio, pueden evitar la presión pues conminan a sus compatriotas recientemente deportados a integrarse al crimen con la promesa de extraordinarias ganancias a corto plazo.
A cambio de la paga, deben matar, extorsionar y raptar gente. El cambio de vida es patéticamente violento y, además, una vez que dan el paso ya no hay marcha atrás. Solamente muertos podrán abandonar el crimen. La frontera es un volcán en erupción.
Al aumentar el número de deportados, aumentó también la cantidad de nuevos criminales que se han sumado a narcotráfico, el gran cáncer que tiene esa zona del mundo, más salvaje y sangrienta que en los tiempos de las guerras contra las tribus nativas y de Pancho Villa.
Inicio de sesión
¿Todavía no tenés cuenta? Registrate ahora.
Para continuar con tu compra,
es necesario loguearse.
o iniciá sesión con tu cuenta de:
Disfrutá El Observador. Accedé a noticias desde cualquier dispositivo y recibí titulares por e-mail según los intereses que elijas.
Crear Cuenta
¿Ya tenés una cuenta? Iniciá sesión.
Gracias por registrarte.
Nombre
Contenido exclusivo de
Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.
Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá