El premio Morosoli Institucional se fue para Paso Farías, pueblo en el que, en el año 2000 nació el Centro de Capacitación Martín Fernando Martinicorena.

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El Morosoli al agro que se fue al pueblo más alejado de Montevideo

El Centro de Capacitación Martín Fernando Martinicorena, que hace 22 años forma trabajadores rurales, recibió el premio a la institución agropecuaria
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10 de diciembre de 2022 a las 05:04

Exactamente a 670 kms de Montevideo está Paso Farías, pueblo en el que viven 35 personas y donde se ubica el Centro de Capacitación Martín Fernando Martinicorena, que fue reconocido en la 26ª entrega de los Premios Morosoli de la Cultura Uruguaya, de la Fundación Lolita Rubial, por su aporte institucional en el sector agropecuario.

Paso Farías tiene “una dinámica particular”, contó a El Observador Miguel D’avila, gerente de Fundación La Magdalena y uno de los fundadores del centro de estudios.

En el pueblo, “en el corazón” de Artigas, hay 19 viviendas de Mevir, una escuela con régimen de internado y una capilla que desemboca en un camino vecinal que conecta a todo el interior de departamento.

Hace 22 años que en ese pueblo surgió un centro de estudios rurales, hoy muy reconocido en la zona y la región (porque asisten a estudiar uruguayos y brasileños).

Las prácticas de los cursos se realizan en establecimientos de la zona.

Potencialidades unidas

Todo comenzó en mayo del 2000. La Fundación Gastesi Martinicorena, coordinada en ese entonces por Laura García Pintos, realizaba cursos para mujeres de localidades rurales, de hilado, cocina o panadería. Así como la Fundación La Magdalena enseñaba producción de huerta o artesanías en mate.

Cuando Miguel ingresó a La Magdalena, viendo que las capacitaciones eran positivas para la inserción laboral de quienes participaban, le planteó a Laura la posibilidad de pensar en formaciones que no fueran solo para mujeres, “porque trabajábamos con mujeres y familias, pero a los padres no los capacitábamos”.

Al principio hubo algunas trabas, porque esos padres a los que querían llegar con sus cursos pertenecían a grupos a los que difícilmente se les podía hacer seguimiento, ya que la mayoría trabajaban en estancias, y estaban repartidos por todo el departamento. El argumento que se dio para capacitarlos fue que pese a que no existiera el seguimiento, una vez formados esos hombres podrían acceder a mejores condiciones de trabajo, lo que redundaría en mejoras económicas para sus familias.

En busca de cumplir ese sueño Miguel y Laura se reunieron con Esteban Montes (integrante del Instituto Plan Agropecuario) y con Jorge Aguerre (del Secretariado Uruguayo de la Lana, SUL).

Esas dos instituciones tenían un formato de curso de encargado rural, pero tenían un problema logístico: para esa formación que demanda varios días de práctica, no tenían dónde alojar a los estudiantes. Cuando hacían cursos tenían que conseguir galpones de estancia para que los estudiantes durmieran y cocineros de comparsas de esquila para que se encargaran de la alimentación.

Así cada uno puso “las potencialidades de cada institución para el beneficio del bien común”, explicó.

Fundación La Magdalena puso a disposición un espacio de alojamiento, y una capilla en la que se armó un salón de clases, además de un galpón con cocina industrial; la Fundación Gastesi Martinicorena contrató a cocineras que había capacitado en la localidad de Bernabé Rivera y que estaban sin trabajo; mientras que el SUL y el Plan Agropecuario se encargaron de la parte técnica de los cursos. “Se juntaron el hambre y las ganas de comer, y le dimos forma a esto”, comentó.

Un gran porcentaje de mujeres integran el alumnado del centro de capacitaciones rurales, donde el curso de inseminación es uno de los más demandados.

Crecimiento exponencial

En junio y con 33 alumnos se inauguró el centro de capacitación, con un primer curso de encargados rurales, “y después empezó una vorágine que no ha parado”.

Hasta este año más de 3.500 personas se capacitaron en el centro, se han hecho 120 cursos de encargado rural, más de 50 de inseminación en vacunos y ovinos y 13 de doma racional.

Desde el año 2000 se han capacitado más de 3.500 personas en el predio.

Otros cursos que se dan son maquinaria rural, suplementación animal, manejo de pasturas y ganado frente a la sequía, aplicación de fitosanitarios y formación de empresas. Con el tiempo las capacitaciones se han ido adaptando a las demandas de las gremiales rurales o de trabajadores de la zona.

El centro de capacitación recibe a estudiantes uruguayos y también brasileños.

Una práctica a ciegas

Los cursos son de entre tres y cuatro días y siempre de martes a viernes. Las clases teóricas se brindan en el centro, mientras que las prácticas se realizan en establecimientos de la zona.

Cada alumno puede acceder a capacitaciones personalizadas. En el caso del curso de inseminación en vacunos cuentan con úteros congelados que se refrescan para hacer la práctica. “La inseminación es una práctica a ciegas, y con eso (el útero) pueden tener una idea de lo que van a encontrarse dentro del animal al meter la mano”, comentó.

Alumnos y docentes en uno de los cursos del centro.

De esa forma se hace un simulacro de técnica para facilitar el trabajo práctico real.

El de inseminación es uno de los cursos más demandados por quienes van al centro. Y un alto porcentaje del alumnado está compuesto por mujeres.

En ese curso se trabaja en duplas y con rodeos grandes. Por día se trabaja con entre 40 y 50 vacas. Eso permite que los estudiantes no repitan el mismo ganado y que los animales no se estresen durante las prácticas.

Apoyo y respeto

Los cursos son pagos para los estudiantes, aunque en algunas ocasiones son financiados por diferentes instituciones, como el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop).

“Muchísima gente ha venido a lo largo de estos años (al centro) de todo el país. Formamos operarios rurales especializados y tenemos el apoyo de todos los vecinos de Paso Farías. Siempre que necesitamos algo, tenemos un predio referente que nos da una mano y trabajamos con mucho respeto mutuo”, concluyó Miguel.

La distinción se fue al interior "más profundo"

El Centro de Capacitación Martín Fernando Martinicorena recibió el premio Morosoli Institucional por sus aportes a la institucionalidad agropecuaria.
Para los integrantes del centro fue una sorpresa, no estaban enterados de que habían sido nominados.

El encargado de postular al centro para recibir este reconocimiento fue el ingeniero Mario Pauletti, integrante del consejo asesor de la Fundación Lolita Rubial, quien llamó a Miguel D’avila, que en ese momento se encontraba en uno de los cursos de inseminación, para contarle.

“La sorpresa fue muy grande, porque uno que está trabajando en campaña no sabe que lo están mirando. Paso Farías es el pueblo sobre ruta nacional más distante de Montevideo, por eso el premio tiene mucho valor para nosotros, porque realmente se fue al interior profundo, y de lo profundo a lo más profundo”, destacó D’avila.

Miguel D'Avila recibiendo el premio Morosoli junto a integrantes del centro de capacitación.

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