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El mundo de un péndulo

Ciertos hechos de la coyuntura requieren especial atención antes de que pase a consecuencias mayores
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18 de octubre de 2018 a las 05:04

Jair Bolsonaro no se explica exclusivamente por la coyuntura brasilera, ya que se inserta dentro de un proceso mundial y cuyas raíces están en el estado actual de la naturaleza humana, esa que comanda con aciertos y errores la marcha de la historia. Este fenómeno sigue al de los diversos extremismos que vienen ocupando gobiernos o grandes representatividades políticas en diversos países del mundo. El auge del perfil autoritario se explicaría básicamente por tres grandes factores concatenados.

El primero es la polarización socio-política, creando posiciones irreconciliables y retroalimentando conflictos crecientes. La gobernabilidad por consenso es su primera víctima. Si tomamos a la democracia como a un sistema y a la sociedad y a los políticos profesionales como dos subsistemas integrantes, el vínculo representativo efectivo entre ambos parece desmoronarse. En esencia, el contrato basal republicano está rompiéndose después de más de un siglo de vigencia. Esto abre varios frentes preocupantes.

Uno de ellos afecta al subsistema político, que pierde las capacidades de operar como un mecanismo representativo eficiente para resolver los grandes problemas que angustian a la sociedad. Preocupación crucial es la creciente delincuencia en sus diversos niveles de agresión y recursos destructivos del entramado social e institucional de los países.

El primero es la polarización socio-política, creando posiciones irreconciliables y retroalimentando conflictos crecientes. La gobernabilidad por consenso es su primera víctima. Si tomamos a la democracia como a un sistema y a la sociedad y a los políticos profesionales como dos subsistemas integrantes, el vínculo representativo efectivo entre ambos parece desmoronarse.

Otro frente es el temor provocado por las inestabilidades de la economía, que afectan fundamentalmente al empleo y salario de las clases medias y bajas. La política hoy carece de instrumentos para actuar en forma efectiva ante las transformaciones que se ciernen sobre el trabajo y su evolución. En lugar de respuestas existe la perplejidad o la parálisis.

El segundo factor afecta a la composición de la política. Hablar hoy de partidos políticos como entidades con fundamentos ideológicos claramente definidos y contenidos filosóficos como anclajes identificativos, o referirse a la extrema izquierda o derecha resulta cada vez menos preciso para interpretar a la actual situación, como sellos característicos del panorama contemporáneo. Hoy las sociedades tienden a buscar respuestas en liderazgos personales fuertes, con discursos radicales que representan sentimientos viscerales, más que ideas o proyectos. Estas emociones son tan válidas como peligrosas, según el manejo que hagan de ellas estos liderazgos. Hablan mucho del malestar colectivo que hoy se limita a expresarlo con su voto. Por ahora. Nazismo y fascismo supieron manipularlas y su resultado es conocido.

El tercer factor, es la crisis del centro político, es decir de los llamados partidos tradicionales moderados, desde el socialismo de corte europeo como el PSOE español, o el francés de Mitterand, la social democracia alemana, la democracia cristiana como la italiana o la chilena que fue columna vertebral de la restauración democrática, e inclusive los partidos liberales de centro derecha como los de Duque y Piñera, y hasta los conservadores como el británico. Todo ese núcleo fundacional de las democracias modernas y del republicanismo, están hoy en una posición muy debilitada o arañan ya su progresiva extinción.

Si consideráramos a este escenario en su conjunto como una muñeca rusa, se encontraría dentro de otra aún mayor: la de las grandes transformaciones que están sufriendo las relaciones socio-económicas y particularmente las laborales, como también la condición de vida en ciudades cada vez más grandes y fragmentadas en tribus urbanas y en cuya convivencia reside la hostilidad al otro, sea inmigrante, pobre, marrón, blanco, negro o amarillo, musulmán, homo o heterosexual.

En la superficial y engañosa construcción oral que se pretende imponer como una nueva matriz de organización social, el resultado efectivo que manifiesta la vieja política es ese rechazo desde grandes grupos sociales. Su gesto electoral reaccionario es elocuente.

Otra víctima de este estado es la globalización, perforada por el neo-proteccionismo, por la guerra comercial chino-americana y los movimientos migratorios, cuya repulsión en países europeos demuestra que su concepción en torno a lo económico utilitario, excluye a la integración cultural y étnica. Se trata de otra fractura que explica el auge autocrático.

En la superficial y engañosa construcción oral que se pretende imponer como una nueva matriz de organización social, el resultado efectivo que manifiesta la vieja política es ese rechazo desde grandes grupos sociales.

Pero el componente fundamental de esta segunda muñeca es el nuevo escenario geopolítico internacional, que impacta en la política y la economía mundial. Ante este contexto es preocupante observar a sectores empresariales y de la academia económica, y a los millenials, protagonistas del mañana potencial, ajenos o rendidos ante el altar de la tecnología como solución primordial de todos los males, frente al avance de la geopolítica que incide y lo hará cada vez más en las decisiones y los resultados empresariales, en los vaivenes bursátiles y de los mercados, en los planes de inversión y en el comercio exterior. Es imperativo que empresarios y académicos se acerquen a la geopolítica como una disciplina de conocimiento, hoy tan indispensable para interpretar a la realidad como las curvas de demanda y oferta o el resultado de un balance.

Vivimos en un tiempo en el que el péndulo socio-político se está alejando del centro y hacia un extremo peligroso, cada vez más cercano a épocas oscuras y no muy lejanas en el tiempo. Y todo esto ocurre dentro de una tercera muñeca definitiva: la que alberga el riesgo ya confirmado por el último informe del Panel Internacional del Cambio Climático. Disponemos, como civilización y quizás como raza, de una ventana de apenas de 12 años para intentar revertir el proceso de calentamiento atmosférico, con todo lo que ello implica.

Vivimos en un tiempo en el que el péndulo socio-político se está alejando del centro y hacia un extremo peligroso, cada vez más cercano a épocas oscuras y no muy lejanas en el tiempo.

La madre Tierra no prestará atención a nuestras pequeñeces. Y nos queda cada vez menos tiempo para reaccionar y dejarlas de lado. Para empezar, bastaría con estar atentos y leer un poco de la historia del siglo XX.

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