Si bien después de la desintegración de Yugoslavia con su secuela de sangrientos conflictos se estableció una relativa paz y estabilidad en la región tras las intervenciones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Bosnia y Kosovo, la influencia del nacionalismo étnico y la participación de actores globales en la lucha por el poder en la región hacen que la seguridad y la paz en los Balcanes se haya vuelta frágil e inestable.
En el contexto del nacionalismo étnico, se puede decir que el nacionalismo serbio pasó a primer plano en la región, porque el ideal de Belgrado de la “Gran Serbia” y la actitud de los nacionalistas serbios en Kosovo y Bosnia y Herzegovina muestran que la región presenta señales de varias crisis en desarrollo, siendo la más evidente los enfrentamientos de los últimos días entre serbios y albano kosovares en el norte de Kosovo.
Serbia apoya las tendencias separatistas de la República Srpska en Bosnia y Herzegovina e intenta asumir la protección de los serbios en el norte de Kosovo, especialmente al no reconocer su independencia. De hecho, los acontecimientos que llevaron a la escalada de tensión en la línea entre Kosovo y Serbia en el pasado reciente mantienen su lugar en la memoria de los actores de la región.
La tensión derivada de la heterogeneidad demográfica también se ve afectada por la lucha de poder entre actores globales. Porque la Fuerza de Tareas de Kosovo de la OTAN (KFOR) que está activa en el lugar y la declaración de independencia de la administración de Pristina con el apoyo de los Estados Unidos empujaron a Belgrado a acercarse a Moscú.
De igual forma, se sabe que Bosnia y Herzegovina es uno de los países donde se siente intensamente la influencia de los Estados Unidos y la Unión Europea (UE). Sin duda, se puede afirmar que esto jugó un papel decisivo en el acercamiento de Serbia a Rusia.
Cabe señalar, además, que la administración de Moscú sigue de cerca los acontecimientos en los Balcanes porque concede mucha importancia al aumento de su influencia en la región. La razón de esto es que los Balcanes son el sureste de Europa e influir en la región es una manera de poner un pie en el entorno europeo.
La influencia rusa en la región le permite a Moscú utilizarla para mandar un mensaje a Occidente: “Puedo desestabilizar tu entorno inmediato y al resto, si es necesario”.
En este contexto, el paneslavismo esgrimido por Rusia opera como un instrumento efectivo para fortalecer sus vínculos y su influencia en la región.
Como reflejo de la situación en cuestión, a partir de las estrechas relaciones serbias con Moscú, Belgrado ve estas relaciones como un factor decisivo de equilibrio no sólo en materia energética y de seguridad sino en las dimensiones globales de la política exterior, especialmente después de las tensiones surgidas con la invasión rusa a Ucrania.
No es un tema menor que los países en conflicto con Serbia sean apoyados diplomática y militarmente por los Estados Unidos y la Unión Europea.
Por otro lado, se sabe que las opiniones de extrema derecha antieuropeas tienen cierta base social en Serbia. Por ejemplo, en una encuesta realizada por el Centro para la Investigación, la Transparencia y la Responsabilidad (CRTA) en marzo de 2023, un tercio de los encuestados afirmó que tenía una visión negativa de la Unión Europea. Como es de esperar, esta tendencia del pueblo serbio también tiene reflejos en la política.
Sin embargo, todo indica que Belgrado considera con pragmatismo el factor ruso como parte de su política de equilibrio y no busca separarse completamente de Occidente. Por el contrario, quiere mantener relaciones con Occidente. Pero, mientras lo hace, tiene el impulso de actuar autónomamente de acuerdo con sus propios intereses nacionales en política exterior.
Por otro lado, la Unión Europea está tratando de alejar a Serbia de Moscú obligándola a normalizar sus relaciones con Kosovo y presionándola para que imponga sanciones a Rusia debido a la guerra en Ucrania. El último ejemplo de la mencionada política son las declaraciones realizadas por el Alto Representante de la UE para Relaciones Exteriores y Política de Seguridad, Joseph Borrell, el pasado 22 de mayo.
En el comunicado, Borrell pedía que Serbia, como Estado que avanza hacia su adhesión a la Unión Europea, alinee sus políticas con la política exterior y de seguridad de la UE, especialmente las sanciones. En este contexto, Borrell afirmó que la postura de Belgrado es incompatible con el proceso de adhesión a la Unión, una forma de obligar a Serbia a tomar una decisión.
Por su parte, Serbia se preocupa por mantener sus relaciones con Rusia, que quiere ganar influencia en los Balcanes a través del nacionalismo paneslavo, y el esfuerzo de Belgrado en este sentido se deriva de su designio por actuar de forma autónoma en su política exterior.
Pero debido a la aceleración de las políticas para aislar a la administración de Moscú del mundo tras la guerra en Ucrania, la UE también quiere que Serbia imponga sanciones a Rusia. Y esto amenaza el futuro de la política de equilibrio que Belgrado está tratando de llevar a cabo con delicadeza, una situación que presenta un dilema para los líderes serbios.
(Con información de agencias)