Gabriel Pereyra

Gabriel Pereyra

Zikitipiú

El nuevo periodismo y el espanto de Vaz Ferreira

Sobre el episodio de los Panamá Papers y las reacciones de los colegas
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16 de abril de 2016 a las 00:00

Para mí la autocrítica es la única forma de ser mejores cada vez. He escrito en las páginas de este diario cuestionando al propio medio en el que trabajo. Creo en algunos principios básicos del periodismo y admito que otros colegas tengan criterios distintos sin catalogarlos por ello.

Pero el episodio de los Panamá Papers me turbó algunas ideas, me hizo desconfiar de si me he quedado atrás y algunas cosas que antes eran norma ya no lo son. El mundo cambia y si uno no cambia con el mundo, simplemente se queda en el andén del tiempo.

Aún en etapa de reflexión acerca de hasta dónde llevaron el límite de la privacidad los Panamá Papers, me encuentro con una nota publicada en el blog Sala de Redacción de estudiantes de la Universidad de la República que recoge opiniones de periodistas acerca de la decisión de El Observador de no divulgar algunos nombres que el semanario Búsqueda publicó porque figuraban en los “papers” como teniendo sociedades off shore. Hubo medios que al igual que El Observador no publicaron esos nombres cuya opinión no aparece reflejada en este blog, pero no viene al caso.

Me importa sí analizar las opiniones dadas por estos colegas en esa nota.

Una periodista dice que los nombres debieron ser publicados porque eran de “interés general”, y aquí me queda la duda de si aludía a la diferencia entre interés público e interés privado que hasta ahora un periodista debía atender antes de divulgar una información, o si el interés general comprende cosas que a la generalidad de la gente le interesan aunque sean privadas. Quizás llegó el momento de unificar ambos términos en ese “interés general”.

Otro sostuvo que hay que publicar los nombres de quienes tienen offshore si son figuras que integran el establishment. ¿Quiénes y cuántos integran el establishment? La definición es la de aquellas personas que tienen poder. ¿Un artista puede integrar el establishment? ¿Un artista tiene poder? ¿Quién contribuye a definir una agenda de gente del establishment? Me parece que los medios. O sea que la ecuación sería así: los medios deciden quién integra el establishment y luego los propios medios definen que por esa condición pueden divulgar dónde y cuánta plata tiene esa persona.

Otra justificó en que simplemente se está informando, infiero que quiere decir que no se abre un juicio de valor, con lo cual estamos habilitados a meternos en cualquier asunto siempre que solo mencionemos, como si mencionar no fuera, en este contexto, también sugerir. Yo creía que esta valoración debe hacerla un periodista antes de publicar, pero quizás no, quizás estamos en la era en la que es válido mencionar todo lo que sea mencionable.

La misma colega se manifestó partidaria de divulgar por qué hay gente que tiene plata en las offshore y no en el Banco República porque, afirma, eso dice “cosas de determinado empresario”. No sé qué cosas pero supongo que será que quiere ganar más dinero. La tirria contra el empresariado es difícil de disimular incluso para gente que come de la mano de un empresario, pero ese es otro asunto ¿o el mismo? Este criterio no tiene límites. ¿Por qué sacaste un crédito en un banco privado y no en el Hipotecario? ¿Por qué aseguraste en una empresa privada y no en el Banco de Seguros del Estado? Una u otra actitud quiere decir “cosas”. Quizás el periodismo también deba empezar a recorrer el camino de divulgar información que supuestamente quiere decir “cosas” sin explicitar qué son esas cosas.

Para uno de los colegas consultados estos criterios involucran a “figuras que tienen una actitud pública destacada a nivel político, empresarial o periodístico”. Yo creía que había una diferencia entre lo que hiciera o dejara de hacer el presidente de la República y lo que hiciera, por ejemplo, yo, que soy periodista. Yo creía que ya no nos creíamos más aquello del cuarto poder. Pero es posible que lo que yo creía ya no sea más, que lo que hago por un sueldo pagado por un privado y dirigido a un público específico que puede elegirme o desecharme, era diferente a lo que hacía un funcionario público que trabaja a sueldo de todos y que, nos guste o no, no podemos desechar.

Otro dijo que considerar que “lo que hace la gente con su plata por definición es parte de su vida privada, salvo que se demuestre un delito” es una definición “un poco gruesa”. No sé cuál sería el grosor aceptado para mantener la privacidad pero yo creía que mientras no delinquiera y no fuera una representante de la ciudadanía sino un ciudadano más, lo que hiciera con mi plata no iba a salir en los medios. Sí que hay gente que abre sus casas y muestra cómo vive, pero lo deciden ellos, no el medio. Quizás estemos entrando en el mundo ético de los paparazzi. “La moneda es libertad acuñada”, había dicho Fedor Dotoievsky. “El dinero te da la libertad y yo tengo mucho”, había dicho Francis Ford Coppola, pero quizás no pueda hacer la película que quiera si esta le cae grueso a la crítica.

La verdad, estos son días de dudas y no me resiento porque cuando dudo siento que estoy más cerca de la verdad, si es que esta existe. Pero cuando leo estas declaraciones de gente que respeto y otra que no -lo cual me da un panorama amplio- pienso si me estaré quedando atrás con esos viejos conceptos sobre lo privado y lo público, sobre lo que connota y lo que denota, lo que se dice y lo que no, o lo que se explicita y lo que se sugiere.

¿Que hay tirria en determinados periodistas con el que tiene dinero y el empresariado?, siempre la hubo. ¿Que hay periodistas que señalan a quienes eluden pagar más impuestos pero no abren la boca para cuestionar a un Estado que a cambio de impuestos condena a los más pobres?, también los hubo según quien gobernó. Lo que me llama a reflexión es que tantos tengan una visión sobre el interés público y el privado tan novedosa para mí y que en estos días me llevó a releer a Carlos Vaz Ferreira en su Moral para intelectuales: “(En la prensa) cualquiera puede, por ejemplo, levantar reputaciones, o hacerlas pedazos, con la mayor facilidad, y hasta con la misma inconsciencia del niño. Por eso no encuentro otros términos que espanto o terror ante esa desproporción colosal entre la causa y el efecto.(…) Hay que guardarse bien de hacer una afirmación antes de tener sus pruebas; que antes, por ejemplo, de atribuir a una persona un acto que pueda afectar su reputación o su tranquilidad, han de buscarse todas las pruebas necesarias”. Pero Vaz Ferreira escribió esto en 1908 y quizás esté perimido.

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