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El papa Francisco decretó que el Banco del Vaticano tendrá revisores externos permanentes

Además, en una decisión que da continuidad a la reforma de la Curia romana iniciada con la constitución apostólica Predicar el Evangelio, renovó el consejo de nueve cardenales que lo asesora en la tarea
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08 de marzo de 2023 a las 05:00

Cuatro años después de su última revisión, el Instituto para las Obras de Religión (IOR), también conocido como “Banco del Vaticano”, recibió un nuevo estatuto que lo pone en línea con la constitución apostólica Predicar el Evangelio (Praedicate evangelium, en latín) que promulgó el papa Francisco el 19 de marzo de 2022 en reemplazo de El Buen Pastor (Pastor Bonus, en latín) sancionada por la Santa Sede en 1988 durante el papado de Juan Pablo II.

El texto legislativo decretado por Francisco, que reformó la composición y las competencias de los distintos departamentos del Vaticano y organismos que conforman la Curia romana, abrió paso a una serie de reformas resistidas por el sector tradicionalista.

Ahora, el papa Francisco decretó, en el marco del nuevo estatuto del IOR, que maneja unos € 5.000 millones en depósitos e inversiones de unos 14.000 clientes de todo el mundo, que la entidad deberá contar con auditores externos permanentes. La medida, que había sido introducida en forma transitoria a modo de prueba por dos años en 2019, pasó a ser parte constitutiva de sus estatutos.

Según detalla el documento que lleva la firma de Jorge Bergoglio, la auditoría legal de las cuentas las llevará a cabo “un auditor externo designado (sea una persona física o jurídica) por la Comisión de Cardenales, a propuesta de la Junta de Superintendencia, por un período de tres ejercicios económicos consecutivos, renovables por una sola vez", dispuso el Sumo Pontífice en el escrito dado a conocer.

Según el nuevo estatuto, el auditor externo deberá expresar “su opinión sobre los estados financieros del Instituto con un informe específico" y tendrá la facultad de "examinar todos los libros y documentos contables", al tiempo que quedará habilitado para "solicitar cualquier información útil para su propia actividad de auditoría". Un claro contraste con el estatuto anterior, instituido por Juan Pablo II en 1990 y en el que no se establecía la obligatoriedad de que los revisores fueran externos a la estructura del IOR.

Los especialistas en temas del Vaticano señalan que, con la modificación de exigir revisores externos, el documento de Francisco hace permanente otras novedades introducidas a prueba en 2019 en la estructura del IOR, que a partir de ahora quedará únicamente integrada por una Comisión Cardenalicia, el Prelado, la Comisión Fiscalizadora y un Director General. "Deseo renovar aún más el Estatuto del Instituto para la Obras de Religión para hacerlo acorde con las más modernas necesidades organizativas, así como con las necesidades operativas que se presenten en el día a día de la actividad del Instituto", fundamentó el Papa.

Tras años rodeado de polémicas, el IOR es objeto desde 2013 de un proceso de transparencia impulsado por el Papa dentro de un plan generalizado del Pontífice para adecuar al Vaticano a las normativas de los organismos que luchan contra el lavado de dinero a nivel europeo y mundial, como las sugeridas en la Unión Europea (UE) por el Comité de Expertos en Evaluación de Medidas contra el Lavado de Activos y el Financiamiento del Terrorismo (Moneyval).

El comité, que reporta directamente a su órgano principal, el Comité de Ministros del Consejo de Europa y es conocido simplemente como Moneyval, reconoció en 2021 "los avances" del Vaticano en la materia gracias a las reformas aplicadas por Francisco en la estructura financiera de la Santa Sede. "Moneyval reconoce los avances de la Santa Sede y la anima a seguir reforzando las medidas de lucha contra el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo", dijo el organismo luego de una inspección hecha en octubre de 2020.

En 2022, al presentar su balance, la institución vaticana había informado que busca una clientela "cada vez más selecta" en medio de la campaña de transparencia impulsada por Francisco, y que cerró 400 cuentas durante 2021. En ese marco, el anuario del banco informó que a lo largo de 2021 pasó de 14.991 cuentas corrientes a 14.519, una baja de 400 clientes, el 3% del total, por motivos informados oficialmente como "falta de los criterios de titularidad" o "incumplimiento de las normas contractuales aplicables a las cuentas".

Según sus estatutos, el IOR no debería aceptar como clientes a "personas físicas que no tengan una relación estrecha con la Santa Sede y con la Iglesia Católica", disposición vulnerada en múltiples ocasiones y que dio lugar a denuncias por corrupción que determinaron en 2012 el despido del entonces titular del banco, Ettore Gotti Tedeschi, luego que se filtraran documentos publicados en primera instancia por la prensa italiana, en especial un memo interno que puso en entredicho la reputación de varios cardenales.

En su momento, el caso hizo recordar, entre otros, al ocurrido en la década de los ‘60, el primer gran escándalo que sacudió al IOR debido a su relación con la Banca Privata Finanziaria del banquero siciliano Michele Sindona. El IOR poseía entonces el 24,5% de las acciones de la entidad. A petición del papa Pablo VI, Sindona fue autorizado para gestionar las inversiones del Vaticano en el exterior hasta que, pocos años después, salieran a la luz los vínculos de Sindona con la mafia y los movimientos de capital a paraísos fiscales entre el IOR y el financista, quien murió en la cárcel de Voghera a causa de un café envenenado.

El documento emitido por Francisco enfatiza con relación a la Comisión Cardenalicia y la Comisión Fiscalizadora la necesidad de "definir claramente las áreas de competencia y responsabilidad de los órganos del Instituto más implicados en su gestión", decisión que según los expertos marca una renovación del IOR, que tiene como finalidad estatutaria "realizar el cuidado y administración de los bienes muebles e inmuebles que le sean cedidos o confiados por los particulares o personas jurídicas, y destinados a obras religiosas o caritativas”.

Entre las principales modificaciones introducidas, el texto papal señala que la Comisión Cardenalicia se encargará del desarrollo de los lineamientos estratégicos, de las políticas generales y de la supervisión de las actividades del IOR, al tiempo que su dirección pasará de ser un órgano colegiado liderado por un director general, que seguirá siendo designado por tiempo indefinido o fijo por las comisiones Fiscalizadora y Cardenalicia, pero a partir de ahora "sobre la base de una terna candidatos idóneos".

Francisco, además, designó tres cardenales que renovarán en parte el Consejo de Cardenales que lo asiste desde 2013 en el proceso de reforma de la curia romana, elección que recayó en el arzobispo español de Barcelona, Juan José Omella Omella; en el canadiense Gérald C. Lacroix, arzobispo de Quebec; en el arzobispo de Luxemburgo, Jean-Claude Hollerich; y en el arzobispo brasileño de San Salvador de Bahía, Sérgio da Rocha. Prelados que se sumarán al secretario de Estado del Vaticano, el italiano Pietro Parolin; al gobernador de la Ciudad-Estado del Vaticano, el español Fernando Vérgez Alzaga; el congoleño Fridolin Ambongo Besungu; el estadounidense arzobispo de Boston, Seán Patrick O'Malley; y el indio arzobispo de Bombay, Oswald Gracias.

Los vaticanólogos afirman que los perfiles de los designados y ratificados constituyen una confirmación del rumbo adoptado por el papa Francisco desde su asunción en el trono de San Pedro, pero también una ratificación de la importancia asignada al Consejo de Cardenales, conocido como el C9, en el que se apoyó para redactar la constitución apostólica “Predicar el Evangelio”, que sustituyó a “El Buen Pastor”.

Según los funcionarios de la Santa Sede, con la nueva Constitución, el Papa y sus asesores buscan plasmar "en lenguaje canónico" la reforma que impulsa desde su elección en 2013, con la incorporación con rango constitucional de sus decretos y leyes de lucha contra la pederastia y por la transparencia financiera. Entre los puntos más importantes de la nueva carta magna estuvo la creación de un nuevo Dicasterio dedicado a la evangelización y la fusión de varias oficinas vaticanas, por ejemplo, las destinadas a educación y cultura.

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