La pesadilla comenzó con lo que parecía ser una gripe normal –un poco de fiebre o los síntomas típicos de un leve resfrío– y ambos pacientes –que no eran considerados población de riesgo– terminaron conectados con oxígeno en una cama de CTI, porque se agravó la infección respiratoria que causa el coronavirus.
Los dos casos se hicieron públicos en las últimas horas. Cursaron el covid-19 casi al mismo tiempo: fueron internados poco antes de las fiestas y recibieron el alta días atrás.
Se trata de la duraznense Claudia Fumero, madre de dos hijos chicos que relató su episodio en diálogo con el portal local El Acontecer, y el periodista gastronómico de Radiomundo Gabriel Bialystocki, que contó su odisea en una columna difundida en el portal de En perspectiva.
El conductor radial narró que el 14 de diciembre amaneció "temblando de fiebre", y que enseguida llamó a la emergencia. Le dieron medicación para bajar la fiebre y le indicaron la realización de un hisopado, que dio positivo. Quedó en su cuarto –contagió a su esposa, hermano, hija y yerno, aunque ninguno tuvo mayor complicación– con la advertencia de que avisara sin perder tiempo si notaba que comenzaba a faltarle oxígeno. Eso demoró unos días.
Con Fumero, en cambio, fue enseguida. "Me vio el médico y tuve que ir porque no me daba el oxígeno, no podía respirar. Así desemboqué en la emergencia de Camedur, y ahí al CTI. Era el 23 de diciembre", afirmó. Ese también fue el día en que el cuadro respiratorio de Bialystocki se complicó, aunque la evolución de la enfermedad fue más gradual. "Estuve nueve días seguidos con fiebre que no se iba, muy molesto, pero sin ningún otro síntoma. Solo no tenía ganas de comer, apenas comía algo una vez por día pero sí tomaba agua abundante para estar hidratado, que es clave con la fiebre", contó.
Al séptimo día empezó a notar un cansancio extremo: "Nunca tuve dolor, nunca perdí gusto ni olfato, nunca tuve tos (sí flemas), pero en ese momento ir desde la cama hasta al baño me dejaba exhausto", puntualizó. Cuando llegó el 23 de diciembre, notó que al darse un baño le costaba sobremanera levantar los brazos para enjabonarse la cabeza. "Era como si estuviera levantando 65 kilos con mancuernas. No podía. Ese fue el punto bajo. Dije: 'Opa, acá me está pasando algo", rememoró en diálogo con El Observador.
Los médicos de la emergencia móvil Semm constataron que el nivel de oxígeno en sangre era muy bajo, y que debía ser trasladado. Internado en el Sanatorio Americano, las máscaras no lo ayudaron, por lo que se decidió que fuera derivado a cuidados intensivos del hospital, en donde pasó ocho días de relativa soledad –se comunicaba con su familia y amigos a través de WhatsApp–, pero antes vio pasar su vida por delante de los ojos. "Eso que uno ve en las películas y suena a un cliché pero es tal cual: vi pasar toda mi vida en fotos, como diapositivas, una atrás de otra", escribió.
En el CTI, Bialystocki, que cuenta haber mantenido en todo momento "la cabeza fría", dijo que no dejó de ser periodista, y que se interesó en la vida del personal de salud que lo atendió todo ese tiempo, con quien quedó muy agradecido.
"Acá hay un equipo de leones y leonas que me cuidaron como si fuese un hijo, siempre explicando cada cosa, siempre dando para adelante, dándome la mano enfundados en sus trajes de astronauta (que son bien incómodos y calurosos), teniéndome confortable arreglándome la cama a cada rato, limpiándome, bañándome como a un bebé en la cama".
En su conversación con El Acontecer, Fumero también destacó la soledad de sus días en CTI. "Estuve todo el proceso sola en una habitación (...), aislada. Solamente médicos y enfermeros en contacto para hacer cada día, durante todos los días, los mismos procedimientos. Ellos entraban por acciones puntuales, cada día la misma historia", contó.
En las dos historias los pacientes también resaltaron un mismo desafío: la conquista de los pequeños pasos –incorporarse, sentarse en un sillón, ir al baño–, logros que en la vida cotidiana parecen minucias.
"Un día después, con un caño de oxígeno de varios metros, logré caminar hasta el baño de la habitación, no más de seis metros. Ayudado por un enfermero, pasito a pasito, y parando varias veces. Y cuando me pude sentar en el wáter, con su ayuda, después de 13 días a esa altura… no podía creer", dijo Bialystocki.
Fumero –con quien El Observador intentó el contacto sin éxito– afirmó que también fue el día 13 de su internación cuando pudo incorporarse. "Me levantaron a la silla, pude moverme, recién ahí comenzar a caminar, luego de tantos días en cama en la misma posición", recordó, y agregó que aún tiene limitada su capacidad pulmonar.
Bialystocki, por su parte, fue trasladado a su casa este lunes, pero todavía necesita la asistencia de una máscara para tener un aceptable nivel de oxígeno en sangre, y sabe que lo aguardan varias semanas antes de retornar a la rutina y respirar con normalidad.
"Le decía recién a mi esposa: tenía la cabeza en una gripe. Yo no tengo ninguna comorbilidad ni nada. Soy un tipo básicamente sano, salvo por un tema previo de asma", dijo el comunicador de 54 años. Ahora, durante un tiempo, recibirá a diario a médicos y enfermeros que monitorearán su evolución. "Va a venir un enfermero todos los días para darme una medicación, y todos los días me va a ver un medico internista, durante dos semanas. Y luego de eso, en unos meses, me voy a tener que hacer alguna placa o tomografía para ver cómo estoy", explicó.
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