Jacinto Vera

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“El santo ha muerto”: el milagro de Jacinto Vera y una investigación que llevó más de 80 años

El obispo será beatificado este sábado en una ceremonia que se llevará a cabo en el Estadio Centenario
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06 de mayo de 2023 a las 05:04

“Las lágrimas en este momento inundan mi alma y el alma del pueblo uruguayo, enlutado y consternado ¡Padre! ¡Maestro! ¡Amigo! Señores, hermanos, pueblo uruguayo: el santo ha muerto”. Las palabras del poeta Juan Zorrilla de San Martín durante el sepelio de Jacinto Vera se resignifican 142 años después, cuando el primer obispo del Uruguay está un paso más cerca de la santificación. Este sábado Jacinto Vera será beatificado.

Don Jacinto Vera nació el 3 de julio de 1813 en un barco en el Océano Atlántico. Su familia había zarpado desde las Islas Canarias con destino hacia la Banda Oriental, pero el niño nació en algún lugar cercano a la costa de Brasil.

De joven trabajó en el campo, fue incorporado al ejército y fue licenciado por el general Manuel Oribe cuando descubrió su vocación religiosa para que pudiera continuar sus estudios sacerdotales en Buenos Aires, donde celebró su primera misa el 6 de junio de 1841.

“La Iglesia no sale a buscar ni fabricar santos”, dice a El Observador monseñor Alberto Sanguinetti, doctor en teología y obispo emérito de Canelones. Explica que el primer motivo para iniciar el proceso que hoy lleva a su beatificación es la fama de santidad que tuvo en vida: “Jacinto Vera, en vida y aún muerto, fue reconocido como un santo por sus virtudes heroicas, por su santidad de vida, por su generosidad”.

Sanguinetti investigó durante 14 años la vida y obra del primer obispo uruguayo, revisó todos los documentos y rastreó los testimonios. “Fue un hombre de una gran cercanía. Era un migrante, campesino, fuerte y de manos enormes que habían trabajado en el campo. Que generaba una afinidad y una sencillez en el trato. Era un hombre que tuvo vida pública, que hasta estaba con todo el mundo. Desde joven donde estaba él se congregaba la gente por su humildad, por su sencillez y por su simpatía. Aún el gaucho menos integrado, que vivía a veces en los montes se acercaba a él”, agrega.

Vera designado a la parroquia de la Villa de Guadalupe de Canelones donde prestó servicio durante diecisiete años hasta que fue nombrado vicario apostólico del Uruguay. El 16 de julio de 1865 fue consagrado obispo en la Iglesia Matriz de Montevideo. Fue el primer obispo del Uruguay.

“Jacinto Vera fue el hombre más conocido en la segunda mitad del siglo XIX, y no sale en los libros de estudio”, señala el obispo de Canelones. 

Recorrió el territorio tres veces, un país que no estaba integrado físicamente y sin infraestructura. “Está en las crónicas cómo lo recibían, cómo venían de los campos para tener esas misiones de una semana o 15 días, cómo lo despedían. Fue un hombre realmente amado. Se entregó realmente al país”. 

Murió durante una misión en Pan de Azúcar el 6 de mayo de 1881. Su sepelio se extendió durante cuatro días y su cuerpo fue embalsamado pero se apartaron dos reliquias: en la Iglesia de Cordón y la Catedral de Canelones. Fue enterrado en la Catedral de Montevideo donde se organizó una colecta popular para hacer un monumento. La consigna fue que todos pusieran lo mismo, un céntimo, para que ricos y pobres pudieran participar de la misma forma.

Sepelio de Jacinto Vera

Al poco tiempo la Iglesia comienza el proceso para analizar y documentar su “fama de santidad” aunque no formalmente. Años después se retomó el proceso que hoy desemboca en su beatificación.

“Es un proceso histórico, largo y complejo. Yo estudié el alegato trabajé con 4.000 documentos, hice un alegato de 1.800 páginas. Y con eso se reconoció que es venerable, que es que realmente la fama de santidad es genuina. Después pide un signo de Dios, un milagro”.

14 años, 4.000 documentos y 1.800 páginas: la investigación de Jacinto Vera 

El primer paso, indica Sanguinetti, es el Proceso Instructivo Diocesano que se comenzó en 1935 aunque se estila que el proceso empiece “no antes de los cinco años y no después de los treinta” para que no sea inmediato ni se pierdan los testimonios. Se recopiló todo el material que se pudo encontrar de libros y se documentaron los testimonios de testigos. 

“Zorrilla de San Martín da su testimonio de esa generación que se está yendo, que lo ha conocido, que lo ha amado, que no ha visto ninguna imperfección en este hombre y que tiene esperanza de que con él se santificará a todo el Uruguay”, señala el investigador.

Luego, la congregación tiene que hacer una "positio". Un informe o ponencia sobre las virtudes de la persona que busca responder algunas interrogantes: “La pregunta es qué vale la fama de santo que tiene, qué valen sus virtudes heroicas, tanto la esperanza espiritual, fe y caridad, la prudencia, la paciencia, etcétera. Y los signos de milagros o de gracias que se han pedido”.

Esa ponencia fue encargada a Sanguinetti en 1998. Había más de dos mil documentos escritos a máquina y sin orden. Después de sistematizarlos inició una nueva investigación complementaria en diferentes archivos, entre ellos el Archivo Vaticano. Fueron más de dos mil documentos adicionales. “Tengo cuatro mil doscientos documentos en la computadora”, señala. En total le demandó 14 años de investigación y procesamiento de datos que dio como resultado dos tomos: un primer capítulo que es un resumen del Proceso Diocesano con todos los testigos y después una vida documentada en 1.400 páginas.

En ese proceso de más de una década Sanguinetti se interiorizó en cada aspecto de la vida de Jacinto Vera. Ahora, que será beatificado, se muestra “agradecido y contento”: “entregué buena parte de mi vida a esto”.

La ponencia luego sigue una ruta de lo que llamaríamos fact checking: primero la reciben historiadores que corroboran que contenga toda la documentación necesaria y luego pasa a manos de teólogos, que verifican si realmente todo lo documentado contiene una figura de un santo. Finalmente una comisión de cardenales que lo aprueban, o no. En el caso de Jacinto Vera, en 2015 el papa Francisco lo declaró Venerable.

Una estampita y una reliquia: ¿cómo se comprueba un evento milagroso?

Para ser beatificado se necesitaba algo más: un milagro. Con uno es suficiente, pero no vale únicamente con gritar al cielo que un evento fue milagroso. Hay que comprobarlo.

Sanguinetti asegura que hay testimonios –más antiguos y más recientes– de varios milagros obrados por intermedio de Jacinto Vera –desde accidentes de tránsito hasta problemas de gestación– sin embargo, no todos están debidamente documentados. 

Un día leyó sobre el caso de la beata María Antonia de Paz y Figueroa, o Mama Antula, una mujer de Tucumán que se dedicó a dar ejercicios espirituales cuando la corona española había expulsado a los jesuitas. Un detalle le llamó la atención: su milagro data de 1800. 

Fue a buscar el tomo del Proceso Instructivo Diocesano, un libro grueso y escrito a mano, y encontró dos milagros que parecían lo suficientemente documentados para el proceso jurídico.

El milagro que se le reconoció a Jacinto Vera fue la curación de María del Carmen Artagaveytia en 1936. La joven de 14 años tenía una infección que se había extendido después de una operación y no podía ser curada por los médicos que la trataban.

Según Sanguinetti, su historia clínica está detallada por su padre, un reconocido médico de la época: la gráfica de la temperatura día por día, hora por hora, los medicamentos que la niña había recibido en la época y los efectos que no había hecho. La descripción de su enfermedad están registrados minuciosamente.

Finalmente un tío de la niña decidió que era necesaria la intervención divina y le llevó una estampita con una reliquia de Jacinto Vera que pusieron sobre la herida para pedir por su recuperación mediante la intervención del exobispo. Según la Iglesia Católica, "esa misma noche cesan los dolores, se acaba la fiebre y a la mañana siguiente la niña se sentía completamente bien. La curación fue rápida y completa, científicamente inexplicable, comprobada por su padre y por el médico que la atendía”. María del Carmen Artagaveytia vivió hasta los 89 años.

¿Pero cómo se comprueba un milagro? Un colegio médico en el Vaticano certifica dos aspectos: la curación de una situación grave que no tiene explicación de acuerdo al conocimiento científico de la época, tanto por la mejoría como con la rapidez de la recuperación. También se investiga la invocación de Jacinto Vera. “Basta con que se invoque, que quede claro que eso se le pidió a Dios a través de él”.

¿Qué implica la beatificación de Jacinto Vera?

Antes de ser declarado beato, Jacinto Vera fue reconocido como Siervo de Dios y posteriormente como Venerable. La beatificación es el último paso antes de la canonización. Es decir, para ser considerado santo.

Pero no solo eso. La beatificación propone a Jacinto Vera al culto público. “El culto público es la liturgia de la iglesia. Ahora, por ejemplo, las imágenes de Jacinto Vera se podrán poner dentro de la iglesia”, explicó.

Además va a tener su memoria. Todos los 6 de mayo, que es el día de su muerte –o su “nacimiento al cielo”, como señala el obispo– será recordado como el día de Jacinto Vera, al igual que sucede con los santos católicos.

“Es una presencia –la beatificación, como evento o como acontecimiento– de Jacinto Vera entre nosotros y una presencia también de muchos, una continuidad histórica, porque su memoria. Es reconocido, más y menos, es querido y ha durado un siglo y medio, que no es poco”.

En su investigación, el teólogo recopiló diferentes testimonios que dan cuenta de su personalidad. Su desprendimiento, como la ocasión en la que entró a un zaguán para sacarse los pantalones debajo de la sotana para entregárselos a un indigente. Su cercanía, como la anécdota de la religiosa, que sorprendida le cuenta a su superiora en Europa la capacidad de Vera para preparar a los presos para la comunión pascual: "terminan como corderitos en manos del pastor cuando él los va llevando".  O su tarea durante la epidemia de cólera, tanto en Sociedad de Socorro a los Pobres como retiro de las religiosas del Hospital Maciel, que le regalan un dibujo con un corazón y una llave para que él "cierre todo lo que no sea agradable a Dios y abra todo lo que sea agradable a Dios".

En el último tiempo Sanguinetti ha sido testigo de la cercanía del beato entre los uruguayos, después de prácticamente un siglo y medio. Cuenta que se le acercan personas que aseguran ser parientes del exobispo, otros a los que la abuela les contaba que tienen en la casa la imagen que había recibido de él y algunos que cuentan que visitaba a sus bisabuelos, que tenían la imagen de él en la mesa de luz. "Es una gran comunión, porque los pueblos son esa comunión, no son solamente la historia política, las leyes y las guerras civiles. Está bien pero también justamente la familia, los afectos, los lazos. Y él tiene una presencia en todo sentido. Realmente es un creador de la iglesia y de buena parte del Uruguay con su aporte. Es importante reconocerlo, quererlo y valorarlo", sostiene.

¿Qué se necesita ahora para que sea declarado santo? La comprobación de un segundo milagro que suceda después de su beatificación. “Hay que pedir, los milagros se hacen según se piden”, dice Sanguinetti y señala que el pedido es una señal de que la figura tiene “fama de santidad”.

También explica que el milagro puede suceder en cualquier parte del mundo y sería allí donde habría que iniciar un nuevo proceso que se enviaría  a Roma para poner en consideración de un nuevo colegio médico antes de ser canonizado por el Papa personalmente. Si todas estas condiciones se dieran, Jacinto Vera podría ser el primer santo uruguayo.

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