El Solís bajo la sombra de Nosferatu

Con la composición y dirección del español José María Sánchez-Verdú, la proyección del filme dirigido por el alemán F. W. Murnau es realmente una experiencia cinematográfica atípica. En entrevista con El Observador el día de la primera presentación, el director adelantó que su composición escapa a los clichés a los que el espectador está actualmente acostumbrado en la sonorización del séptimo arte. Lo adelantaba con razón. La obra de Sánchez-Verdú propone, a través de los cinco actos en los que está dividido el filme, un recorrido musical diferente en donde las sensaciones sonoras que la película muda carece son reproducidas a través de una orquesta más emocional que académica.

No es que en el Nosferatu del español no haya sinfonías, sino que la instrumentación –que incluye cordófonos, instrumentos de viento y percusión y hasta un coro de sopranos y mezzosopranos– se utiliza de una forma que no se esperaría, generando ambientes y sonidos que emulan conversaciones, sonidos de un pueblo o hasta el azote de olas en un barco mientras navega en un mar en blanco y negro. Por momentos, es muy difícil reconocer qué instrumento está utilizándose para qué función y ahí reside la maravilla que produce la superposición de la composición clásica de la orquesta con la música diágética y extradiagética del relato.

Los sonidos de un tamborileo o un reloj cayéndose sobre la mesa son reproducidos cómo si la película tuviera audio, al mismo tiempo que la aparición de un personaje es solventada por la predominancia de un instrumento particular que resalta su psicología. Y aunque es previsible que los tiempos de una película de casi un siglo pueda resultar apática, es sorprendente como el relato de Murnau, basado en Drácula de Bram Stoker, mantiene la tensión que una historia de vampiros necesita. Sí, las actuaciones son tan exageradas como el medio requería en la época, pero en Nosferatu hay varios elementos que hasta el día de hoy siguen utilizándose en el género del horror. El carisma de Gustav von Wangenheim como el pobre agente inmobiliario que debe visitar al extraño conde interpretado por Max Schreck es igualado por la extrañeza del propio vampiro. Sus apariciones se convierten en los momentos más esperado de la película –algo que Sánchez-Verdú maneja de forma excelente– y aunque por momentos sus gestos puedan resultar accidentalmente graciosos, no caben dudas que Nosferatu es de los monstruos más terroríficos de la historia del cine.

Con la presencia como solista del intérprete de acordeón Iñaki Alberdi, la coproducción con el Teatro Colón y el Centro Cultural de España es una oportunidad imperdible para ver la obra de Murnau en un establecimiento como el Teatro Solís. Es probable que la comodidad hogareña de Internet atente con otros estímulos que distraigan al espectador del drama vampírico, por lo que es aconsejable no dejar pasar la segunda proyección de Nosferatu junto a la Orquesta Filarmónica de Montevideo. Se realizará hoy miércoles a la hora 20 con el valor de las localidades a $250.