El último libro de Amir Hamed antes de morir comparte su devoción por la literatura

Unido hasta el final de forma mágica a la literatura, el destino quiso que la muerte de Amir Hamed coincidiera con la salida de este libro suyo que, ahora se sabe, fue el último. Hecho de artículos publicados en la revista Posdata entre 1997 y 2000, más el agregado de veinte textos inéditos, el libro sorprende por lo accesible, lo que no es menor tratándose de un autor con fama de difícil, no apto para cualquier paladar.

Seguramente esta facilidad para entenderlo se deba a que cuando escribía para las revistas o los diarios (como también lo hacía Levrero), bajaba un cambio, por así decirlo. Todo esto no quita que haya que recurrir de vez en cuando al diccionario para no perderse nada y que más vale saber bien quiénes fueron Homero, Odiseo, Eneas, Platón, Cervantes o Borges, antes siquiera de abrir el libro.

Los temas son infinitos y casi siempre estrictamente literarios, aunque también hay espacio para la música y algo de cine. Abarcan todo el arco de la humanidad y se acercan al cielo de vez en cuando, como cuando analiza desde una perspectiva diabólica, pero admirable, el Libro de Job.

El lector encontrará también al polemista feroz que no duda en sacarle la piel a Borges cada vez que puede, pero que también reconoce sin empachos que "Alcanzó una mejora sustantiva del lenguaje para que todos tuviéramos con qué escribir". Lo mismo hace con Pablo Neruda, al que critica sin piedad con dolorosos ejemplos, pero al que después redime transcribiendo algunos versos hermosos.

De todo esto se desprende la honestidad del autor, que no niega virtudes pero no se calla a la hora de señalar defectos aquí y allá, por más que se trate de William Shakespeare.

Muchas veces comenta las grandes catedrales de la literatura, de la Ilíada a Don Quijote pasando por la Divina Comedia, pero otras se abandona a ejercicios de ficción como seguirle el juego al Borges de Pierre Menard, creando un relato propio, una segunda parte, a partir del cuento que legó el argentino.

Crea también una serie de biografías de tres páginas muy conmovedoras como la que le dedica a Oscar Wilde y su trágico destino a manos de la moral pública victoriana de la época. En el último párrafo Hamed sentencia: "La lectura de Oscar Wilde es un buen antídoto contra la proclama o lugar común de que, para triunfar o sobrevivir, sólo es posible ser el más apto, el más recio o el más ruin".

Hay espacio además para el humor, cuando traza un paralelismo feroz entre el dibujo animado Piolín y Silvestre y la obra del Marqués de Sade, ese fino escritor con fama de perverso al que Hamed coloca en su verdadero sitial histórico. O cuando en medio de la más alta argumentación filosófica es capaz de meter al cantante Sandro en la cuestión.

El argentino no es el único músico que aparece en el libro, que propone un encuentro fantástico entre Jim Morrison y William Blake a propósito de las puertas de la percepción, rescata la figura de Kurt Cobain y le dedica párrafos enteros a figuras como Elvis Presley, Bob Dylan o el uruguayo Alfredo Zitarrosa.

En el otro platillo de la balanza hay que poner a los varios textos que ahondan en la cuestión de la creación literaria, que se recrean en la metaliteratura y que por momentos resultan una oda algo exagerada y cansina sobre el propio oficio y sus maravillas.

Pero en conjunto, Ganas y letras reúne todo lo necesario para ser un libro muy entretenido a la par que interesante, de un autor irrepetible.