España: el fin de una era

En lo inmediato, las dudas a despejar refieren a la formación de la coalición a la que deberá apelar el PSOE para formar el nuevo gobierno. Para ello, tiene poder negociador frente a Unidos Podemos, aunque no sería un viaje sin peajes y sin riesgos de choques. A la hora veinticinco, Pedro Sánchez deberá pedir los votos a Pablo Iglesias. La incógnita es sobre la contraprestación que la izquierda extrema demandará a cambio, especialmente en lo económico y social. Esta situación latirá a lo largo del periodo de gobierno y  condicionará la viabilidad de una alianza de las izquierdas, ante las diferencias en las visiones entre un socialismo moderado y una izquierda con raptos populistas. De su líder, dependerá la humildad o la sorda soberbia para abrir canales de acuerdos y viabilidad. 

Una segunda incertidumbre es la imperiosa necesidad de un tercero para lograr las mayorías necesarias. Su viabilidad depende de la colaboración de los partidos regionales a un costo, o del brazo que le extienda Sánchez a Ciudadanos para alejarse del derrumbe del PP. Su líder, Albert Rivera, ha tenido un comportamiento colegial en los debates y parece no dar con la talla de lo que realmente debe representar su partido, en este nuevo escenario. Como eventual socio de gobierno con mayor protagonismo parlamentario que ejecutivo, Sánchez necesitará de esta derecha, la madurez y cintura política suficientes para una interlocución inteligente.

Otra gran incertidumbre es la recomposición de la derecha española, a partir de la caída del PP, el relativo fortalecimiento de Ciudadanos y el desembarco de Vox como actor nacional. Nuevamente, quien puede guardar una llave articuladora será el partido de Rivera, el cual y en una misma maniobra, además de consolidar su identidad, deberá fijar su posición respecto a Vox, teniendo la oportunidad de ubicarse en el espacio que ha dejado el PP. Si Ciudadanos ha leído el mensaje de la mayoría del electorado español, y aún en un sistema fragmentado, es la persistencia de la moderación. Dentro del PP, mientras tanto, las proyecciones son si se agudizará una huida al nuevo centro a disposición de Ciudadanos, o, y sin excluir lo anterior, se produce un efecto de desenmascaramiento definitivo y el tráfico, en mayoría, irá rumbo a Vox.

La fragmentación que surge en el sistema, tiene a la vez, el carácter de ser buena y mala. El pluralismo tiene el potencial de ser un sistema sólido, siempre y cuando fluyan por sus engranajes la apertura mental, los consensos fundamentales y una visión moderna acerca del futuro de España. En su diversidad, podrían gestarse nuevos equilibrios y mayores representatividades que aflojen al bipartidismo de las presiones de grandes descontentos y frustraciones y que ahora pueden canalizarse en esa pluralidad. Más partidos de oposición en equilibrios relativos pueden servir como instrumentos de “chequeo y control” ante la complacencia, la corrupción, los bloqueos parlamentarios y la consolidación de feudos políticos al interior del Estado. Esta pluralidad abonaría la flexibilidad para los reclamos regionalistas.

Las debilidades que presentaría son las de un rápido desgaste de una alianza socialista fuerte o con Ciudadanos, la amenaza de un aumento del descontento contra el sistema y el crecimiento de la polarización hacia la extrema derecha como un “último recurso”. La inestabilidad nacional podría impulsar los secesionismos, ante un gobierno incapaz de resolver los problemas en efectivas condiciones y plazos rápidos.

La polarización, instalada ahora dentro del sistema entre el socialismo y el Vox, marca una señal de alerta de que en ciertos sectores sociales se ha despertado una nostalgia peligrosa. Y esta mala condición que padece ahora el sistema español puede perjudicar los diálogos con el independentismo si el Vox se convierte en el albergue mayoritario del PP. Otro foco antagónico es el manifiesto al interior de la derecha y también de la izquierda, que parecieran ser mayores al de simples diferencias de matices.

En resumen, Pedro Sánchez deberá demostrar que posee sólidas capacidades de con una visión de España y de Europa democrática y liberal del siglo XXI, con capacidades de negociar, pero con la firmeza para detener cualquier avance hostil de la ultraderecha hacia la estabilidad institucional, la convivencia pacífica y los nuevos impulsos secesionistas. Otras amenazas provienen de las presiones de la ultra derecha europea y de los euroescépticos, la amenaza desestabilizadora de Putin y la posible incidencia del resultado español en las elecciones parlamentarias de la UE.

En España se ha cerrado una era y ha comenzado otra, muy incierta. Tal vez, sea la ocasión de un nuevo Pacto de la Moncloa, ahora para el siglo XX.